miércoles, 2 de enero de 2019

RAZONES DEL PROGRESO DE OCCIDENTE Y EL ESTANCAMIENTO HISTÓRICO DE CHINA




Un mundo construido en imágenes
resulta desastroso para la paideia [educación]
de un animal racional
(Giovanni Sartori)

¿Cómo es posible que, en seis o siete siglos, Europa adelantara tan ventajosamente al Imperio Chino, en el plano cultural, técnico y económico? Advierto, o más bien aclaro, que la pregunta está formulada en términos de cultura o civilización propia, puesto que, evidentemente, el contundente despertar asiático actual nos está golpeando en la nuca, si no nos ha adelantado ya.  Ahora bien, lo está haciendo en su mayor parte con nuestras técnicas, procesos y conceptos; con las herramientas (especialmente científico-racionales) de nuestra civilización occidental; puesto que las suyas cierto es que le sirvieron en viejísimos tiempos, pero China se plantó ahí.

¿Qué es lo que ha posibilitado lo que hoy llamaríamos ese "sorpaso" de Occidente sobre China? Diversos factores. Pero entiendo que tres han sido determinantes: el primero de ellos una mentalidad aristotélica, racional posibilitadora a la larga del método científico; el segundo, una estructura social burguesa; y, el tercero, que seguramente es el principal, y causa o raíz de los anteriores, un sistema de comunicación escrita basado en la abstracción y la economía de signos (significantes, dirían los lingüistas). Aún habrá un cuarto factor, derivado también de este último y el más estrechamente relacionado con él. Un invento relativamente tardío, pero definitivo. Mas prefiero no desvelarlo hasta el final.



1.- Aristóteles: del mito al logos

De entrada, y ya desde Grecia -con diversos altibajos a lo largo de la Historia-, entre la visión platónica del universo  (de influjos orientales) y la aristotélica, Europa optó por la segunda: la racional.  Parece ser que Aristóteles dijo todo lo que había que decir sobre  lógica y, salvo Kant, poco o nada se ha aportado después.  La lógica, el pensamiento lógico, está detrás del racionalismo, por supuesto; del Derecho (con Roma), y de la propia ciencia.  En definitiva, el sistema racional, propiciado por aquel decisivo paso del mito al logos, ha sido piedra de toque en el avance práctico, científico, mecánico, jurídico y social de Occidente. Suavizado si se quiere por la pincelada oriental idealista que el Cristianismo comporta, impregnado a su vez de cierto platonismo.

La opción aristotélica en lugar de la platónica resulta también primordial para la consideración del hombre como centro del universo: el ser humano en cuanto individuo. ¿Por qué? Porque si anteponemos la lógica y un sistema racional como principal herramienta de progreso, la lógica y la razón está en cada una de nuestras cabezas, que, eso sí, aunque discrepemos entre nosotros sobre muchas cosas, razonamos y nos relacionamos con arreglo a un mismo método mental.

La Edad Media, época oscura cuyas tinieblas se ponen cada vez más en entredicho, supuso una gran convulsión sobre todo este sistema greco-romano (helenístico) precisamente por la influencia del Cristianismo (Dios vuelve a desplazar al hombre -y por lo tanto al logos- a un segundo y extremo plano); y, sobre todo, por la barbarie (valga la reiteración) bárbara que desde el norte invadió el Mediterráneo, también con culturas colectivistas.  Y, por supuesto, resulta indudable que la Edad Media, y sobre todo la Alta Edad Media, es una época oscura para el hombre en cuanto tal, individualmente considerado, y consecuentemente para su libertad personal.

Pero, como ocurre siempre, los pueblos vencedores (cristianos y bárbaros) saben apreciar, si lo aciertan a detectar, lo mejor de los vencidos. Y de ahí que poco a poco se fuera produciendo un "renacer" de lo helenístico.  Una "recuperación" de... no de todo lo griego ni de todo lo romano, sino de lo aristotélico que había en todo aquello: de nuevo la razón, de nuevo el hombre. Algo que solo es posible con una visión "crítica" que ya en los siglos XIV y XVI oponen filósofos como  Guillermo de Ockham y Francis Bacon. Visión crítica que vuelve a poner en el centro del universo a lo singular (el nominalismo), y de nuevo la razón para entendernos y para analizar el universo escépticamente, con una mirada crítica (de nuevo el logos), limpia, libre de pasiones, creencias y revelaciones (mitos).



2.- Una estructura social burguesa

Dos pasos nuevos serían fundamentales: en primer lugar el desarrollo de las ciudades (los burgos), en donde al contrario que en los feudos, el ciudadano tiene sus derechos, su propio estatus, sus fueros; y con ellos un importante avance hacia la libertad personal. Se le permite ejercer un oficio con el que ganarse la vida y vivir de un modo libre dependiendo solo del rey, un poder distante;  no del varón feudal ni eclesiástico, ambos siempre cercanos. Las ferias, los mercados son fenómenos consustancialmente urbanos. La cultura, los saberes, hasta entonces en los aislados y herméticos monasterios, se desplaza también a las catedrales, en medio de la urbe, entre los ciudadanos. Y junto a todo ello el fenómeno de los gremios con sus saberes prácticos y, por supuesto, los estudios, primero y las universidades después.

Y mientras todo esto ocurría, ¿qué pasaba en China? Que seguía igual que en sus mejores tiempos, pero sin avanzar.  Adam Smith en "La riqueza de las naciones" (1776), se lo llegó a preguntar. Y él mismo se respondía, así: 

China ha sido durante mucho tiempo uno de los países más ricos, es decir, uno de los más fértiles, mejor cultivados, con más industria y de los más poblados del mundo. Parece, sin embargo, que ha permanecido estancado durante mucho tiempo. Marco Polo, que lo visitó hace más de quinientos años, describe su agricultura, su industria y su población casi en los mismos términos que los viajeros de hoy en día. Tal vez adquirió, incluso mucho tiempo antes, todo el conjunto de riquezas que la naturaleza de sus leyes e instituciones permite conseguir.

Y aún decía más: sus salarios siempre fueron insuficientes y las clases bajas especialmente pobres. Feudalismo. No se había potenciado la ciudad ni el burgués como se estaba haciendo en Europa. 

Pero detrás de todo esto, había algo más. ¿Por qué Europa sí, y China, no? ¿Por qué en el Mediterráneo Aristóteles, y en Asia Confuccio? ¿Por qué aquí la razón y en Oriente la sura y la superstición? La respuesta es obvia: precisamente porque la razón, una vez descubierta, es "crítica", pone en tela de juicio toda sentencia, toda afirmación. Cosa distinta será el juego de poderes: si este juego posibilita o no un cambio, un avance, una erosión de las viejas instituciones. Bien, pues ese cambio es el que se va produciendo poco a poco en Europa.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué allí prima la sura doctrinal y aquí el silogismo? ¿Son distintas nuestras mentes y las de los orientales? La respuesta es sí. Un sí rotundo... al menos hasta hoy. Porque con seguridad irá cambiando, probablemente esté cambiando ya, en estos mismos momentos, hacia un híbrido (razón/creencia) cuyas consecuencias no parecen muy previsibles. Pero, y ¿por qué nuestras mentes son distintas?  Sencillamente porque la lógica te obliga a extraer de todas las cosas tus propias consecuencias, mientras que la sura te las da hechas. El criticismo, en suma. Pero ¿por qué? Porque nuestra mente es más abstracta, porque la lógica es precisamente abstracta.

Aristóteles llega a lo que llega, primero porque aquellos griegos que le precedieron, se lo preguntaban todo. No se abandonaron a determinadas creencias ni emociones, eran observadores inquietos de la naturaleza.  Naturaleza que, en vez de inspirarles poéticas emociones o perniciosos agüeros, les despertaba una profunda curiosidad. Y, en segundo lugar porque tenía ya de por sí una mente abstracta, debido al alfabeto (pero a esto me referiré después). Una mente abstracta, en suma, que le llevaba de lo particular (la cosa) a lo genérico/abstracto (el concepto). Aristóteles no solo veía perros o peces, vislumbraba el concepto (la abstracción) de perro, pez... Y esa abstracción, ese concepto, esa "idea" -al contrario que Platón- tampoco se la creía: tenía una mera existencia lógica y mental: los peces y los perros, los hombres y las cosas solo existen individualmente considerados.  Con todo, la abstracción, la lógica o la gramática, como herramientas mentales, nos permiten funcionar, entendernos con los conceptos.  Entendernos y, además, discutirlos. 



3.- Una vieja aportación fenicia en la raíz de la mente occidental: el alfabeto

¿Y por qué nosotros tenemos una mente más abstracta que los asiáticos? ¿Por qué surge Aristóteles? ¿Por qué los occidentales pudimos dar aquel trascendental paso del mito al logos? He aquí la pregunta fundamental, de no fácil respuesta.

Pero tengo para mí  que una de las claves fundamentales, sino la fundamental, está en al alfabeto: con alrededor de escasos treinta signos podemos explicar y nos pueden explicar el universo. Y esto es para cada uno de nosotros no solo una realidad sino algo que manejamos con normalidad desde que tenemos cinco o seis años.

Qué capacidad de abstracción: la a, la b, la c..., las vocales, las consonantes... Con infinitas combinaciones, podemos contar y nos pueden contar la Biblia.  Occidente pasó de la representación gráfica de cada cosa al signo. Y eso es lo que aprendemos desde niños: en lugar de representar a un perro con una imagen, lo representamos con una combinación de signos: P-E-R-R-O.  Signos que ni juntos ni por separado nos evocan imagen alguna del perro. Todo son símbolos o signos: tanto las letras como el dibujo del perro. La diferencia entre ellos es el grado de abstracción. Cuanto mayor es, más nos realizamos racionalmente. El hombre es un animal simbólico (Ernst Cassirer).

Bien, pues los chinos carecen de alfabeto, de ese sistema que permitió al hombre occidental adelantarles.  Pero, por fin,  caminan indefectiblemente hacia él, o hacia un sistema parecido.  La escritura china consta de miles de caracteres (pictogramas), llamados en chino hànzì, que se han utilizado durante al menos tres mil años.  Y, afortunadamente, llevan un tiempo en el empeño de poner fin a semejante obstáculo paralizante. Porque tamaña deficiencia ha apresado el saber entre muy pocas y poderosas manos. E indefectiblemente los conocimientos, sin la riqueza que proporciona su difusión y la confrontación de ideas que tal difusión suscita, se congelan. 

El poeta Ezra Pound dice que Gaudier-Brzeska, un escultor franco-polaco, acostumbrado a contemplar la forma real de las cosas :


era capaz de leer una determinada porción de escritura china sin NINGÚN ESTUDIO previo.
'Pues claro -decía-, se ve perfectamente que se trata de un caballo' (o un ala, o lo que fuera). En las tablas que muestran los primitivos caracteres chinos en una columna  y los signos actuales y 'convencionalizados' en la otra, cualquiera se da cuenta de que el ideograma que representa 'hombre' o 'árbol' o 'amanecer' se ha desarrollado, o 'se ha simplificado a partir de', o se ha reducido a la esencia de la primera imagen de un hombre, un árbol o un amanecer (Ezra Pound: El ABC de la lectura, 1934).

Evidentemente, todo esto puede resultar algo exagerado, pero práctico y plástico para tener claro cómo empiezan a pensar los niños en nuestra civilización desde hace montones de años y cómo lo hacían los asiáticos. Cómo se modulan y moldean sus cabezas y cómo lo hacen las nuestras.

El método de escritura china ha sido más  un arte para iniciados (elitista y contemplativo), que una herramienta de comunicación (activa, dinámica y popular). Pero es que hasta los poderosos, esos privilegiados que dominaban el lenguaje escrito podían avanzar poco con una mente que, desde niños, no estaba familiarizada con lo abstracto, con lo conceptual, hasta el punto en que lo estamos los occidentales.



4.- Por último: un invento decisivo... pero solo operativo en Occidente

Pero aún hubo algo más, que para mí constituye la prueba capital de todo esto: la imprenta. El invento de la imprenta de tipos móviles.

Desde los hititas existen medios de impresión.  En cualquier museo vemos esos cilindritos que empleaban como sellos para estampar sobre arcilla determinados signos. La revolución viene cuando se inventa un sistema en el que en esos cilindritos puedes hacer cambios, permitiendo y posibilitando crear tus propios contenidos con dinamismo y facilidad: un cajetín en el que vas componiendo palabras y frases.

En Europa, Johannes Gutenberg dio con esta clave en 1440.  Y ello propició que los amanuenses de los monasterios y hasta los de las catedrales pasaran a mejor vida. Porque con la imprenta, la difusión de las obras científicas y literarias se hizo de la noche a la mañana mucho más barata y accesible.  Popular... casi.

Y esto terminó de cambiarnos y de distanciarnos aún más del estancamiento cultural asiático.

Sin embargo... Sin embargo  los chinos ya habían inventado esto mucho antes de que lo hiciera Gutenberg. Porque la primera imprenta de tipos móviles se atribuye a Bi Sheng, a principios del siglo XI.  Asombroso.  ¿Y entonces? Entonces, ¿por qué aquí sí y en China, no? ¿Por qué la imprenta de tipos móviles no tuvo en Asia la misma trascendencia que en Occidente?  Sencillamente, porque la aplicación práctica de la imprenta de tipos móviles resultaba inoperante para su abigarrado y extenso sistema de pictogramas. No es en modo alguno equiparable tal invento -o descubrimiento- para utilizarlo con tres mil pictogramas en lugar de solo con treinta signos.  

Y con esto creo que queda dicho todo. Bueno, casi todo, porque conviene aclarar que no estoy menospreciando la cultura china (a la que por lo demás admiro profundamente). Nada más lejos de lo aquí esbozado. De entrada porque no estoy diciendo que nuestra cultura sea mejor que aquella. Eso para empezar. Estoy diciendo que ha avanzado más la nuestra, lo que tampoco comporta en absoluto valoración alguna por mi parte: me limito a constatarlo (o a intentar constatarlo). Como tampoco digo que lo racional sea superior a lo emotivo o instintivo (faltaría más).  Incluso preveo un futuro universal asiático (por puras razones estadísticas y coyunturales) que acabará en un sistema híbrido (de hecho China está despertando, en gran parte con nuestros métodos). Por lo demás,  hace ya mucho que se cuestionan en Occidente las bondades de un saber ensayístico sobre las de un saber científico. Valgan como ejemplo estas palabras de Robert Musil:


Hay, pues, en realidad dos mentalidades que no se combaten mutuamente, sino que de ordinario -lo cual es peor- coexisten la una junto a la otra sin decirse palabra (...) La una se da por satisfecha con ser exacta y se atiene a los hechos; la otra no se contenta con esto sino que mira al conjunto y hace derivar sus conocimientos de las llamadas verdades eternas. La primera gana en éxito, la segunda en extensión y dignidad. (Robert Musil: "El hombre sin atributos", 1930-1942).

Quizá estemos -antes de que la cultura y la población china nos invada-, quizá estemos cuestionando por fin a Aristóteles para acercarnos más a Platón. No lo sé. No estoy seguro. Como no lo estoy tampoco de si eso sería bueno o malo. Ahora bien, lo que me parece  indudable (a punto estaba de añadir: "porque es algo  objetivo"), lo que me parece indudable, digo, es que la civilización europea ha alcanzado las mayores cotas de un amplio bienestar social y material jamás conocidas en la Historia de la Humanidad.  Lo que tampoco sé si es o no mejor para la condición humana.  Como tampoco sé si la era digital (quizá una aportación solo comparable con la del alfabeto) nos permitirá seguir evolucionando o nos conducirá de nuevo hacia el mono del que procedemos. Pero eso es otro cantar. Así, que aquí lo dejo.



Servando Gotor 
(01/12/2018)






2 comentarios:

  1. Bravo!!! Bien escrito y muy didáctico!!!

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  2. Un estudio serio y muy fundamentado, que en su final anticipa una segunda parte apasionante sobre el despertar del gigante asiático.

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