La población del planeta
actualmente estará sobre los siete mil millones de personas. Como consecuencia
de los procesos digestivos, cada uno de nosotros emitimos de media unos 600 ml.
de gas por persona. La composición química de estos gases es compleja, pero
predominan en ellos el dióxido de carbono y el metano, ambos causantes del
efecto invernadero. De modo que 600 ml x 7.000 millones es igual a 4.200.000
litros de gases contaminantes lanzados a la atmósfera diariamente. Eso sin
contar con el dióxido de carbono que emitimos por la respiración. Aparece claro
por qué el peo (tal como lo recoge el diccionario de la R.A.E.), flato,
ventosidad, o más coloquialmente, pedo, es un término tabú en nuestra
civilización occidental, por su peligrosidad para el género humano. Se trata
por todos los medios de ignorar el peligro.
A pesar de ser púdicamente
ocultado, existe un principio universal: cada uno se solaza de los suyos y
abomina de los de los demás; por otra parte, este fenómeno neumático ha dado
lugar a sustanciosas anécdotas. Aquí algunas:
Mozart escribía frecuentemente a
su prima Maria Anna Thekla. Ambos eran jóvenes de parecida edad y se expresaban
con la total libertad que les proporcionaba su parentesco. Mientras Mozart le
escribe una de sus cartas, expele uno de estos vientos, que suelen huir de
nuestro cuerpo con alguna alegría. Sin embargo, Mozart, genio y figura…,
expresa a su prima su sensación así: “¡qué nota tan larga y tan triste!”
La reina Victoria de Inglaterra,
ya anciana, en una audiencia, perdido ya, por razones de edad, el perfecto
control de su cuerpo, deja escapar un pedo. El embajador francés haciendo gala
de unos extraordinarios reflejos, envuelto entre los regios gases y poniendo
cara de circunstancias, exclama ¡Pardon! Cuando por segunda vez se pronuncia la
popa real, suenan otra vez los “mille pardons”. Cuando, por tercera vez se
pronuncia el regio trasero, el embajador alemán adelantándose a todos los
presentes, manifiesta, “¡Majestad! ¡En nombre del gran
Imperio alemán asumo este pedo y los cinco siguientes!”.
Cuenta Péter Esterházy que el
hijo, un niño, de un antepasado suyo, con ocasión de agradecer junto a su padre
el nombramiento de teniente de la guarda imperial, al arrodillarse ante
Catalina II dejó escapar una ventosidad. La emperatriz murmuró: ¡Por fin,
señores, una palabra honesta!
Don Cleofás
Parece que no te has tomado tu pastilla diaria, por eso desvarías....
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