jueves, 3 de junio de 2010

EN LA TRASNOCHADA 23 (María Jesús Mayoral Roche)


Villamayor de Gállego, 30 de mayo de 2010

En la trasnochada, en estas horas previas al sueño es frecuente que los recuerdos se apoderen de mis pensamientos. Soy una apasionada de Sicilia, de hecho, todos los años la visito una o dos veces. El pasado miércoles me tocaba ir a ver la versión digital de Robin Hood; sin embargo el cartel anunciador de la última película de Tornatore en la puerta del Cine Elíseos me disuadió de esta idea. No sabía de qué iba pero el contenido era siciliano, el título lo decía todo: Baarìa, nombre en dialectal de Baghería, una ciudad cercana a Palermo.

Baarìa. No, no puedo ni quiero ser imparcial con esta película, con este peliculón que dura dos horas y media. Tornatore, su director, ha querido rendir el máximo homenaje que un cineasta puede dar a la ciudad que le vio nacer y lo ha hecho sin dejarse nada. Baarìa es la historia de tres generaciones que comienza en la Italia fascista y termina en nuestros días, recreando la acción en la Baghería de principios del siglo XX hasta mostrarla tal y como es ahora. Tornatore, en esta ocasión, se ha convertido en un gran narrador que se vale de las imágenes para dejar constancia de los hechos históricos que han marcado la isla y lo ha hecho de una forma casi épica, tomando como referencia los trágicos sucesos que en su día convulsionaron al pueblo. La película es magnífica porque cobra vida, y esto es algo que debemos agradecer a la prodigiosa memoria retentiva de su director.

Cuando digo que no puedo ser imparcial con esta película, es que verdaderamente no soy capaz de hacerlo. He estado en Baghería tres veces y a la tercera va la vencida. La primera vez fui en compañía de unas amigas, necesitaba saciar mis fantasías literarias y no me costó mucho esfuerzo convencerlas. Quería visitar Villa Cattolica, una villa de tantas que en otro tiempo fueron residencia de verano de los nobles palermitanos. Mi decepción fue mayúscula porque estaban preparando una muestra internacional y en aquellos momentos estaba cerrada al público. Me quejé a un funcionario del ayuntamiento que trabajaba allí, le comenté que éramos españolas y que era un fastidio el haber hecho un viaje hasta allí en balde. Ya que no podíamos hacer otra cosa, le pregunté la forma de llegar a Villa Pallagonia. Me negaba a abandonar Baghería sin visitar, al menos, la famosa villa de los monstruos. El funcionario torció el gesto e intentó disuadirnos de la idea. Y es que ir a esta mítica villa resultaba algo complicado dado el trazado urbanístico de la ciudad. Me quedé más fastidiada de lo que estaba y pensé: Sicilia es Sicilia y no escarmiento. Él debió leer mis pensamientos y nos propuso acto seguido coger su coche para hacernos una visita guiada por Baghería, gratis, por supuesto. Mis fantasías literarias quedaron satisfechas en parte y mis amigas encantadas de cuanto nos había enseñado aquel guía improvisado.

Al año siguiente regresé de nuevo a Baghería, esta vez sola. Al salir de la estación me recibió un perro abandonado que ladrando desesperadamente emprendió una frenética carrera hacia mí; me quedé paralizada temiéndome lo peor. No tendría al animal a un metro de distancia cuando alguien lo llamó y se paró en seco. Respiré hondo. Tomé el camino para ir a Villa Cattolica con el convencimiento de que esta vez mi curiosidad quedaría saciada. Mi frustración fue todavía mayor, estaba cerrada. No entendía cómo se puede tener al personal sin hacer nada, tan sólo para decir que el museo estaba cerrado. ¿Motivo? Ninguno, ni muestra ni nada. Empezaba a llover y decidí regresar a Palermo.

A la tercera va la vencida. Fue el pasado año cuando mi sueño se hizo realidad: Villa Cattolica estaba abierta al público. Merecía la pena, ya lo creo. La obra de Guttuso, un pintor emblemático de Baghería, no me defraudó. Sin embargo lo que verdaderamente nos sorprende es ese algo con lo que nunca contamos, en este caso fue una extensa muestra fotográfica de la Baghería antigua, tradiciones, costumbres y personajes, acompañada de un interesante documental. Cuando llegué a Palermo comencé a interrogar a la esposa del gerente del hotel sobre todo lo que había visto y no había comprendido. Bianca es una erudita palermitana con la que intercambio impresiones sobre literatura y arte, todo siciliano, por supuesto. Ahora sí, por fin había saciado mi curiosidad.

Ahora, viendo la película de Tornatore comprendo toda la carga, todas las metáforas de las que se ha servido para mostrar la esencia de su tierra. Porque cada imagen de Tornatore es una metáfora; aquel intento que no pasó del tópico con Cinema Paradiso, lo ha conseguido ahora en cada fotograma. En cada imagen de Baarìa hay una marca, una seña de identidad dedicada a los sicilianos. No, no puedo ser imparcial cuando Tornatore me muestra el andén de la estación de tren de Baghería lleno de gente. Y es que inevitablemente me viene el recuerdo de una calurosa tarde de junio. Me encontraba yo en ese mismo andén comprobando el horario de trenes de regreso a Palermo, en aquel momento se me acercó un señor mayor y me dijo:

- Señora, ese horario no está actualizado, es el de invierno. Debe preguntar dentro.

Sicilia es Sicilia, tan bella como imprecisa. Con mi billete de regreso convalidado y esperando el tren de regreso a Palermo tomé la foto que preside esta trasnochada. Quería llevarme un recuerdo especial de Baghería, su esencia a jazmín y abandono.

Las críticas italianas han sido esta vez algo más condescendientes con Tornatore. Pero no le han perdonado que haya pasado el tema mafioso-siciliano de largo, comprensible por otra parte. Sicilia es conocida en el mundo entero por la Mafia y no por lo demás, algo de lo que lamentan profundamente los sicilianos. La ambiciosa película de Tornatore, parece ser, va a ser catapultada a nivel internacional, quizá su director ha optado por evitar referencias profundas a este tema. Y es que lo mafioso resulta tan recurrente como vergonzante para cualquier buen siciliano que se precie. Añadir también, que algunas sociedades protectoras de animales se le han echado encima por haber degollado una vaca, sacrificio que tuvieron que cometer para poder rodar las escenas del matadero.

Por mi parte sólo queda decir: ¡Bravo, Tornatore!



5 comentarios:

  1. Srta. Mayoral
    No se qué me gusta mas de su artículo si el punto de crónica viajera o el de crítica de cine.

    Aunque, para mas, el unir estos dos aspectos es el gran acierto del artículo.

    A los buenos días.
    La Conchaparis

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  2. María Jesús, pusto que veo que res una gran admiradora de esta zona en particular, supongo que también lo serás de Italia en general.

    Yo tengo una duda: en los museos de Roma y en general en los sitios turísticos, los guardianes de cada sala, o vigilantes, o lo que sean, parecen gente que está allí con una actitud mucho más legítima que la de u guardián normal.

    tienen ese aspecto de el que va a pasar allí un rato, a leer y ya de paso a vigilar. Y además sonríen y se les ve relajados.

    No, se, seguro que vas a pensar que soy bastante rara, pero ¿puede ser que esta gente sean voluntarios?


    Iré a ver la película.

    Gracias,

    Vdm

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  3. Gracias por seguir mis trasnochadas, Vladimira. No,no son voluntarios. Te lo aseguro. Prometo hacer un especial sobre el tema Museos de Italia y sus vigilantes. Tal vez sea en la próxima trasnochada.

    Saludos.

    María Jesús Mayoral

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  4. Con tu trasnochada, me apetece mucho ver la película, y espero disfrutar tanto como tú. Anónimo Anónimo.

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  5. Azulenca, he podido verla y... pues eso: cuando una película italiana es buena es que es muy buena. Y esta también. Me ha gustado un montón.

    Qué bueno que todavía haya películas que no sean efectos especiales y ruidos.

    Una maravilla.

    Gracias por la recomendación, por el aviso.

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