jueves, 14 de abril de 2011

VIA DOS ANDEN PRIMERO

SGS

Fue en su última carta.  Apenas una insinuación. Medias palabras, como siempre. Un niño blanco y regordete con la cabeza como un queso de bola devoraba un bocadillo de mortadela bajo la mirada atenta de su joven y también regordeta madre, mira mamá, Teruel.  Y ella, la madre, dirigiéndose más a nosotros que al propio niño: no hables con la boca llena...  Un rayo de sol iluminó la artificial sonrisa de la madre. Buenos modales. A veces vienen bien pero ¿por qué es todo tan falso? Quizá fuera eso precisamente, los buenos modales, la clave de todos sus fracasos. La falta de sinceridad. El tren giraba y los últimos destellos del atardecer arrugaban todas las miradas. Pues como el Gobierno no tome medidas más drásticas –se oyó- la vamos a palmar…  Era el caballero con aspecto respetable que se sentaba junto a la ventanilla de enfrente.  Se quedaba en Zaragoza donde tenía un taller de marroquinería y viajaba dos o tres veces al año a Valencia.  Empecé de tratante, había dicho y, de vez en cuando me doy alguna escapada recordando los buenos tiempos, además lo mío es la calle no el taller: nací tratando y así moriré. Los cables del tendido eléctrico ondulaban por las ventanillas como la superficie de un mar crispado. Lealtad, fidelidad… ¿sinceridad?  ¿Por qué andamos siempre ocultándonos?
Inés nunca hubiera comprendido ciertas cosas, pequeñeces sin importancia que se escondían detrás de una mirada.  Ese era el fallo, la otra cara de la moneda, todos tenemos dos caras, como Jano;  y, como la luna, una siempre permanece oculta. En Teruel jóvenes soldados se despedían de sus padres.  Otros de sus novias.  Todo eran lágrimas, algunas se escapaban empañando el ambiente pero las más se reprimían. Aquello le gustaba y se olvidó de Inés por un momento: los artistas somos espectadores de la vida, se dijo, sólo las prisas nublan el espectáculo... ninguna butaca mejor que el asiento de un tren.  TREN PROCEDENTE DE ALICANTE CON DESTINO A IRÚN EFECTUARA SU SALIDA DE LA VIA CUATRO, ANDEN SEGUNDO, A LAS ONCE HORAS QUINCE MINUTOS. Una parejita ocupó dos de los asientos que aún quedaban libres. La estación se alejaba poco a poco en un travelling perfecto. Los dos tenían las mejillas desbordadas de fuego.  Ella le susurraba cosas al oído y él reía sin disimulo.  A veces le bastaba una mirada seca para disipar las risas de su compañero.  Era muy hermosa y quizá demasiado joven.  Las manos del muchacho recorrían incansablemente su cuerpo buscando unos pechos incipientes que apenas se adivinaban bajo la blusa.  Una nueva mirada, más severa, de ella, bastaba para detenerlo.


Inés.  ¿Cómo convencerla? ¿Por qué convencerla? Tenía una imagen falsa de él como él la tendría de ella cuando se marchó. Los dos estaban acostumbrados a la soledad, pero a una soledad temporal, casi terapéutica.  Los rodajes eran breves:  un mes, dos a lo sumo.  La esperanza del retorno siempre reconfortaba.  Pero esta vez todo era distinto.  Dos años y sin aquella esperanza.  La agobiante actividad de esta época, premeditadamente buscada, no había sido sino un parche que en vano ocultaba las profundas heridas de su ausencia.

¿Me das fuego? La joven le despertó de repente.  Frente a él, un primer plano de sus labios.  Una sonrisa vital, simpática...  desbordante. Y el tratante de Zaragoza: muchacha ¿es que no lo has visto?: este departamento es de no fumadores,  NO-FU-MA-DO-RES,  ¿no sabes leer? Mientras le encendía el cigarrillo, el sugestivo primer plano se congeló: aquella cara, vista así, tan de cerca…  bastarían unos pequeños retoques y constituiría una viva réplica de Inés treinta años atrás. Y pensó que posiblemente la belleza es siempre la misma. También ella al aspirar fijó descaradamente sus ojos en los de él.  Estaba claro que lo había reconocido. Y expulando el humo hacia el tratante replicó: ¿y quién le ha dicho a Vd. que voy a fumar aquí?  Salió al corredor y bajó el cristal superior de la ventana.  Su compañero se había dormido.

La contempló de arriba a abajo.  Hasta su cuerpo era como el de Inés.  Como si intuyera que la estaba mirando, se volvió hacia él con una sonrisa insinuante y desde el corredor le ofreció un cigarrillo. Lo aceptó, indudablemente, y disfrutaron juntos del paisaje en silencio. Tampoco Inés hablaba cuando se encontraba a gusto.  Los encuentros en la estación apenas precisaban de palabras, incluso en una de sus numerosas cartas se pusieron de acuerdo en que así fuera:   "Y no te olvides:  en la vía dos, andén primero.  Sin hablar.  Como siempre." Hasta la correspondencia tendía a ser más breve, aunque no por ello menos comunicativa.  En las últimas cartas resumían el momento sublime del encuentro, con sus ritos accesorios, en una frase telegráfica:  y el miércoles, vía dos, andén primero.

Luego todo cambió.  Cometió la estupidez de irse de casa con una loca principiante que apenas sabía recitar una oración frente a una cámara.  Lo embaucó bien:  dos películas bajo su dirección y se acabó el cuento.  La madurez tampoco está exenta de inocencia.  Pero lo peor se lo llevó Inés, a quien le seguía enviando cartas clandestinas en las que trataba de justificar los motivos de su repentina marcha, lo de siempre:  el deterioro galopante de sus relaciones, la monotonía...      Ya antes de que aquella loca lo abandonara, le confesó estar hundido en la soledad más insoportable.  Y en la última estalló:  "me corroe el solo hecho de pensar que no estarás a mi llegada.  Si no te conociera tan bien como creo, volvería a... ya sabes: vía dos, andén primero.  Pero sé, aunque no termino de comprenderlo, que tu amor propio impedirá toda posibilidad de reconciliación.  En cualquier caso, quiero que sepas que vuelvo."
                        -Tú eres Arsenio Villuendas, ¿verdad?
En efecto, la muchacha le había reconocido.
                        -Me he dado cuenta cuando me dabas fuego.  Conozco casi todas tus películas.
                        -¿Sí?
                        -La que más me gusta es "Flores Secas"...  Ah y, por supuesto, "Vía dos, andén primero".

Se quedó estupefacto.  Nunca había dirigido una película con semejante título: "Vía dos, andén primero".  Es más, ignoraba que existiera.  No sabía como reaccionar.
                        -Lo que más me llama la atención es la presencia constante del tren, siempre sale el tren en tus películas.
                       
-----------------Era verdad aunque nunca había reparado en ello: en su obra siempre había una referencia, directa o indirecta, a trenes y estaciones.  Forzó su ingenio:
                        -Entiendo que te guste "Flores Secas", de hecho gustó mucho, pero lo que no entiendo, siendo como eres tan joven, es que una película tan intimista y tan ignorada de hecho por el público y la crítica como "Vía dos, andén primero", pueda pueda haberte gustado tanto  ¿Qué le has visto?
                        -No sé.  Tiene algo...
                        -¿Qué?
                        -No sabría explicarme…  La escena final...
                        -¿Qué le pasa a la escena final?
                        -El revuelo en la estación es...  Es extraordinario.  Queda la duda...  No termina de resolverse la situación.  Algunas amigas decían que ese ir y venir apresurado de la gente era debido a que la protagonista se había suicidado, otras en cambio lo veían como el revuelo normal de cualquier estación de cercanías en hora punta.  Es fascinante.  Genial.  Una película que deja al espectador con tantas dudas, con tantos interrogantes… si la relación entre los dos se salva o no, si ella se ha suiciado, no sé, quizá sea un poco morboso, lo reconozco, pero a mí me entusiasmó.
                        -¿Cuándo la viste? ... ¿Dónde?
                        -El verano pasado.  Me gustó tanto que la vi dos veces.
                        -Si... pero ¿dónde?
                        -En Zaragoza.  En el Monumental.

----------------Un sudor frío se apoderó de él. Conocía bien Zaragoza y sus cines. El  Monumental llevaba cerrado más de veinte años.
----------------Le ocurrió lo que a sus personajes:  El sonido exterior fue la primera referencia de su despertar.  Entreabrió los ojos y poco a poco se disipó la turbia imagen que tenía enfrente: la imagen sepia de una estación concurrida que adornaba el compartimento.  Volvió a cerrarlos:  era la estación a la que se dirigía. Su memoria se iba recomponiendo.  Recordó a Inés y, de inmediato, el episodio con su joven admiradora.  Se negó a abrir del todo los ojos.  ¿Habría sido todo un sueño?  En cualquier caso era una premonición.  Una fatal premonición.  Le envolvió de nuevo un sudor frío que esta vez soportó con fuerza y entereza.  ¡Terrorismo fiscal!, así lo llamo yo: el Gobierno está empeñado en que trabajemos cuatro para que vivan cuatrocientos. Era el tratante de Zaragoza.  El ambiente estaba cargado de humo.  Decidió abrir los ojos por fin y comprobó que, en lugar de la enigmática muchacha y su compañero, había dos ancianos con aspecto pueblerino que parecían hermanos gemelos. Qué, qué tal ese sueñecito, ¿está mejor?, les decía a estos señores que la política fiscal del Gobierno no tiene nombre... No salía de su asombro.  El tratante de Zaragoza disfrutaba con un enorme puro habano.  Buscó en vano la prohibición:  el letrero ya no estaba. La sensación de que todo aquello no era real contuvo sus lógicos deseos indagatorios y, antes de pasar por loco, optó por esperar.  Un ejército de farolas iluminó la noche y como atraída por su mirada, la estación se vino encima de golpe.  En el andén primero apenas quedaba sitio para los pasajeros que iban a apearse.  Desde la ventana escrutó rostros, intuyó sucesos y confundió miradas. Bajó del vagón y su primer contacto con el andén coincidió con un enorme alboroto.  La gente se arremolinó junto a la máquina.  El corazón lo sintió como nunca.

30/11/1987

4 comentarios:

  1. Nada mal, Maestro.

    El niño con la cabeza como un queso de bola (además, blanco y regordete).

    ¿por qué es todo tan falso?

    ¿sinceridad?

    El primer plano de la muchacha.

    Posiblemente, la belleza es siempre la misma.

    Sin hablar, como siempre.

    Dos viejecitos que parecían hermanos gemelos.

    Okis, he hecho de corrector de pruebas, en la primera lectura -intensa- salvo esto. Nada mal. Pero el resto
    no está lejos, no sucede como a veces que hay demasiada distancia entre el texto bueno y el malo, y parece una montaña rusa. Aquí está todo cercano.

    Hata me he quedado con ganas de leerlo... ¿y es del 87?

    Abzs , Maestro.

    loqax

    .

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  2. Loqax eres un demonio. El relato (creo que fue el segundo que escribí -el primero fue horrible-), el relato digo, es en efecto de la fecha indicada, si bien esta misma tarde antes de colgarlo le he dado dos o tres retoques y... qué cosas, llegas y los descubres (al final no me va a quedar otro remedio que matarte como debe matarse al padre, porque tus descubrimientos son los descubrimientos del maestro sobre el alumno y hora es que me deshaga de tu sombra). En efecto, digo: "la cabeza como un queso de bola" y "posiblemente la belleza es siempre la misma", son esas dos cosas -principalmente- que no estaban en el original. Reconozco que he estado inspirado en la imagen primera y la reflexión segunda (pero la reflexión me ha salido sola como si la lectura de lo que precede la escupiera).
    En todo caso me quedé satisfecho con la historia que se cuenta. Por eso lo he guardado y hasta lo he colgado.

    En fin, eso, gracias, maestro (que tú sí lo eres).

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  3. .
    jejejjeeje, pero no soy yo, eres tú el que has conseguido

    que en poco más de 20 años? con sólo leer un texto

    tuyo se pueda saber inmediatamente qué es lo

    nuevo:

    eso supone que la diferencia entre ambos es

    importante: has mejorado ostensiblemente. Y 20

    años es poco tiempo para tales mejorías.

    abzs, cuídate Maestro.


    loqax

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  4. "Qué veinte años no es nada..." decía el tango.
    "Era hermosa y quizá demasiado joven", eso es de hace veinte años, hoy quizá sepas que una mujer hermosa nunca es demasiado joven.

    Antonio

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