viernes, 15 de julio de 2011

DONDE FRACASA LA LÓGICA (Antonio Envid)

AEM



¡Teresita! Una cerveza para el padre Tomás y otra para mí. Un bar de barrio, donde todos se conocen y se gastan bromas y donde el ruido de las conversaciones y el de un televisor del que no hace nadie caso son como un bajo continuo amparador de confidencias. Es un local tan vulgar y acogedor como otros cientos de bares de barrio.



- ¿Porqué te empeñas en llamarme padre, si fuimos juntos al colegio de los maristas?       -Para que me llames hijo, me hace mucha ilusión. -¿Y si te llamara “Tiritas”, como te llamaban entonces? -¿Y la caridad cristiana, padre Tomás? -Para que veas que soy bondadoso, ni siquiera te llamo Aristóbulo, sino Aris, como a ti te gusta. -Gracias, padre. -¿Sólo dos cervezas, comisario? -Añádete tú a la comanda, Teresita, que cada día estas más guapa. -¿Y si pasa su señora? Ambos viejos amigos, el comisario y el cura, sonríen y entrechocan las dos jarras.



-Nada, que me he dicho, voy a ver que hace el viejo padre Tomás y lo saco un poco de esa oscura y tenebrosa oficina parroquial. -Pues aquí me tienes Aris, seguro que te preocupa algo. -Sí que me preocupa, Tomás, me da vueltas y vueltas por la cabeza y no le encuentro explicación alguna: ¿Porqué nos metimos los cristianos en ese jardín de la Trinidad? Todas las religiones modernas tienen un profeta que transmite la verdad que Dios le ha revelado: Abraham, Mahoma, Buda, Smith…y todos tan conformes, Dios en el cielo y los hombres de buena voluntad en la tierra ¿Porqué el cristianismo se metió en el berenjenal de hacer de Jesús un Cristo, un Dios él mismo, sin conformarse con que fuera un simple profeta, el Profeta, si quieres? Nos habríamos ahorrado tanta discusión, tanta sangre, incluso.



Tomás le pega un buen beso a su jarra antes de contestar y con cierto malhumor le dice: -Y para eso me sacas de mis quehaceres. Eres el gran bellaco que siempre has sido. Me quieres meter el dedo en el ojo para saber hasta donde llega mi paciencia. No soy teólogo, soy un simple párroco de barrio y no pierdo mi tiempo en entender o no el misterio de la Santísima Trinidad, es un dogma y punto, fue declarado así en el concilio de Nicea, como dogma de fe y a mi me basta. -¡A ver, a ver! Eso me interesa ¿en un concilio…? -Si, claro, había unos equivocados, que decían que el Cristo era hombre y el padre Dios, otros aseguraban, también errados, que ambos eran Dios pero de distinta naturaleza, en fin, un barullo, pero el Concilio lo aclaró todo. -¿Y cómo funcionan los concilios, por votaciones? -Exacto, Aris. -Entonces se declaró Dios a Cristo democráticamente, como se elige a un Presidente de gobierno, pongamos por caso, curioso, muy curioso… -Mira, no me vengas con coñas, no se puede utilizar la lógica policial en asuntos de religión. -Pero es que yo soy policía. -Y yo, cura y te podía hablar también de vuestros dogmas ¿tú has comprobado que no hay dos huellas iguales entre los siete mil millones de personas que andamos pululando por ahí?



-Pues ahí vamos, donde fracasa la lógica policial puede triunfar la intuición. Te voy a decir la verdad, precisamente necesito la ayuda de tu gran intuición, porque llevo un caso en el que nada encaja. Un pobre hombre, un mariquita, que aparentemente no se metía con nadie, aparece muerto de una paliza en su cuarto y nadie sabe nada de nada. ¿Un crimen pasional, Aris? Esa es la tesis oficial, o sea que no tengo mucho tiempo para investigar, si no encuentro pistas sólidas pronto lo archivarán, un vulgar crimen, uno más de los que no se descubren. -¿Y que te hace pensar que no sea así? -Eso es lo que necesito de ti, porque puedo estar equivocado, pero para mí que es un lío gordo. Mira, cuando lo encontramos tenía aferrado este trozo de papel en el que se leen unos versos. El comisario Domínguez muestra a su amigo el papel manchado de sangre, que el otro toma y lee con aprensión. -Los versos son buenos, vamos creo yo, nada vulgares. -Eso es lo que no encaja, Tomás. Un brutal crimen en un escenario sórdido, un personajillo vulgar, un mirón que frecuenta los urinarios para observar y en busca de algún chapero, alguien cuya muerte no parece conmover a nadie, pero que defiende un poema hasta el final o que se aferra a él hasta su último aliento, como si le diera fuerzas para aguantar el dolor y el sufrimiento. No encaja. ¿Crees que se trata solo de un vulgar crimen? -Mira, Aris, creo que no, desde luego, no, algo conozco del alma humana y esto te va a costar desentrañarlo, parece mucho más complicado que un asesinato por celos o por amor desairado.



Antonio Envid

(un fragmento de la novela “El caso del contemplativo”)


1 comentario:

  1. hace tiempo publicó el primer capítulo de esta novela, debe estar ya terminada

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