sábado, 4 de abril de 2020

BRUTO Y JULIO CÉSAR. SOCIEDAD E INDIVIDUO (Antonio Envid)



BRUTO. Altes Museum. Berlín (Fotografía: sgs)

Tal como Descartes, “me encontraba por entonces en Alemania donde me había embarcado en una guerra que aún no han terminado… retenido por el comienzo del invierno y no encontrando conversación alguna que me distrajese, permanecía todo el día encerrado solo junto a una estufa”; pues algo así me ocurre, retenido a principios de la primavera por una guerra contra un invisible enemigo, un virus que campea invencible por todo el país, encerrado en mi cuarto, sin encontrar conversación que me distraiga, también yo, como el filósofo francés, me entrego a mis pensamientos. Pero no teniendo el talento de Descartes para crear otro “método”, y no siendo filósofo para elaborar profundas teorías, y dado que mis pensamientos no siempre son agradables, me dedico a lo que los franceses llaman flâner, o sea que dejo deambular mis pensamientos por territorios ajenos a mi realidad.
Hoy me apetece hablar del Julio César de Shakespeare. No del césar romano, sino precisamente del César personaje. Las reflexiones de un mero espectador que una vez disfrutó de su representación.
Ante todo, hay que destacar que la tragedia de Shakespeare sigue siendo una obra moderna sin haber perdido ni un ápice de interés a pesar de los más de cuatro siglos que carga a sus espaldas. La discusión entre la libertad y la tiranía están en el candelero, nunca mejor dicho, tanto ahora como entonces.
Curiosamente, esto ya lo señalaron los críticos casi desde el principio, Julio César no es el protagonista de la obra. Aunque su presencia planea constantemente sobre la representación, creo que son tres breves escenas en las que sale, el verdadero protagonista es Bruto, con sus contradicciones y sus dudas; muy shakesperiano, por cierto.
Shakespeare sigue libremente el texto de Plutarco, pero yo no veo en el viejo escritor romano la exaltación de la libertad contra la tiranía, que encuentro en la obra del inglés. Plutarco afirma que en un primer momento el populacho huyó de la escena del crimen y se refugió en sus casas, y que al día siguiente escuchó a Bruto y los demás conjurados sin mostrar ni aprobación ni reprobación por el crimen, y con posterioridad, con ocasión de las exequias de César, el pueblo se amotinó contra los conjurados. Creo que el mito, convertido hoy en paradigma, de que Bruto y sus cómplices, perpetrando su tiranicidio, se convertían en adalides de la libertad del individuo, sufriendo martirio por ello, ha sido una creación del afamado dramaturgo.
Es cierto que la obra es sutil y juega con la ambigüedad. No se sabe si la derrota y posterior suicidio de los conjurados es un acto de expiación del pecado cometido o una consecuencia del desarrollo de los acontecimientos. La ciudadanía, en favor de la cual pretendidamente se ha cometido el tiranicidio, en un principio tanto aclama a Bruto en su discurso como a Marco Antonio por su elocuente discurso defendiendo al césar asesinado; luego el pueblo permanece ausente de la obra. Pero tengamos en cuenta que la tragedia se estrena bajo el reinado de la reina Isabel I, que era de armas tomar, Marlowe murió acuchillado en oscuras circunstancias, una riña con elementos del espionaje real, y la obra podía entenderse como una incitación al regicidio. El padre de la reina, Eduardo VIII, había dominado a la levantisca nobleza inglesa, incluso había eliminado la influencia del papado, consagrándose como cabeza de la Iglesia anglicana. La hija continuó esta política con mano de hierro, pero los nobles y pueblo católico conspiraban para volver a la vieja religión. Shakespeare debía nadar y guardar la ropa, pero gracias a su creación César quedará como el abolidor de la franqueza y libertad del ciudadano romano durante la república y el tirano que trajo el absolutismo del imperio, y Bruto, Casio y Lépido como los mártires de la democracia, quienes querían devolver al pueblo las libertades republicanas.
Quien esté algo versado sobre la verdadera historia me reprochará que los hechos no fueron así, que el pueblo estaba muy satisfecho con el cesarismo de Julio César, que había devuelto la paz y la prosperidad al imperio, y por eso no prestaron apoyo a los conjurados, que fueron derrotados y muertos. De acuerdo, pero yo cuento lo que he visto en la representación teatral, incluso acepto que otros espectadores saquen conclusiones distintas a las mías.
A pesar del control que la corona ejercería sobre algo tan popular como era el teatro en aquel tiempo, todas las obras de Shakespeare de asunto histórico tratan de regicidios, usurpaciones, intrigas palaciegas. Incluso Hamlet, que es mera ficción, trata de eso. La vulnerabilidad de la corona debía de respirarse en el ambiente.
Al hilo de lo que nos cuenta Plutarco, también hoy el concepto de libertad individual está en decadencia. Nada más hay que mirar como languidecen las democracias occidentales, la crisis política permanente de Italia, la extraña combinación que sustenta el poder en España, un partido tradicionalmente de izquierda moderada, el PSOE, coaligado con un partido de izquierda radical con dejes ácratas, PODEMOS, y sustentado por partidos separatistas poco respetuosos con el Estado y la Constitución, las derivas populistas de gran parte de los países europeos, un régimen dictatorial en Rusia, y el sucesivo descuelgue de la democracia material de algunos países sudamericanos, dejando para el final esa extraña dictadura, marxista en lo político y una mezcla de economía dirigida y capitalismo salvaje en lo económico, que es China.
José Antonio Marina analizaba en un artículo aparecido en El Mundo (22.11.2019) el aprecio actual por la libertad individual, para concluir que la población parece preferir una modesta prosperidad material a la libertad; es muy apetecible un sistema paternalista, que decidan arriba si me cubren mis necesidades a un nivel aceptable, y el sistema no es muy ineficiente. El conocido filósofo basa su apreciación en tres bases:
La tecnología actual, y especialmente la Red, que considera que es un gigantesco modificador (modelador, diría yo) de conductas.
En segundo lugar, la crisis de la democracia liberal, que confunde el liberalismo económico con el liberalismo intelectual, que incluso vería con buenos ojos una dictadura política con un sistema económico liberal, citando el pensamiento de Xavier Sala, “la falta de libertad política no es mala para el crecimiento económico. La democracia es un bien de lujo.” Añado, el paradigma de esta tendencia sería la llamada escuela de Chicago. No hay que olvidar la influencia de Milton Friedman, padre de la escuela, en las políticas económicas de la dictadura de Pinochet en Chile.
La tercera pata para Marina, sería el modelo chino, que según este pensador se ha alejado de Marx y se ha acercado a Confucio y piensa que la obsesión por la libertad ha sido una equivocación de la sociedad occidental, que propugna una cierta prosperidad, pero con la armonía, la unidad y la comunidad compartida como valores fundamentales.
Yo soy muy pesimista en cuanto a que ese modelo que surge en Grecia y que ha impregnado desde entonces todo el devenir de la cultura europea, creando un mundo de individuos libres donde el hombre es la medida de todo, pueda resistir a la bomba de la masificación del planeta. Se impondrá la sociedad sobre el individuo. Se salvará la especie y sucumbirá la persona.



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