domingo, 31 de agosto de 2025

EL ÚLTIMO SERENO (Antonio Envid)


(Imagen generada con IA)

Ha muerto a los 98 años el último sereno de Madrid, Miguel Amago, asturiano, como los serenos de los viejos sainetes y zarzuelas.
Con él perdemos la memoria de cientos de antiguas madrugadas, cuando alegres y, tal vez algo achispados trasnochadores tocaban palmas y gritaban, ¡sereno!, para que acudiera solícito a franquearles la puerta de su domicilio. Alguno, que había soplado más de lo conveniente, si no hubiera sido por la ayuda de Miguel, habría pasado al sereno el resto de la noche. También se lleva la fragancia algo marchita de la dama y su galán que vuelven de la ópera o del teatro al refugio del acogedor hogar con un vago recuerdo del romanticismo o la tragedia que acababa de ver representada. O el cansancio y la derrota del que acude a su casa tras el fracaso del día. Qué pensaría de los distintos cuadros de la farsa de la vida que contemplaba todas las noches. Necesariamente sería un filósofo.
Cuántas noches brujas y perfumadas de estío; cuántas frías noches de patear contra el suelo para que reaccionaran las extremidades entumecidas, cuando el gélido viento pela las orejas y adorna con un nimbo azul acerado los luceros; cuántas noches estrelladas con radiantes resplandores o veladas por la niebla. Todas se van con él.
Habrá vivido en los otros, de forma vicaria, miles de noches, gozosas o trágicas, lujuriosas, o meras francachelas, de locura y borrachera, radiantes de luz en elegantes salones, o en sórdidos tugurios, oscuras noches en lugares de vicio, o pulcras habitaciones burguesas, noches de amor, de rencor o de indiferencia, de amistad o de falsedad. Descanse en paz el notario de las noches madrileñas.

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