lunes, 10 de mayo de 2010

QUIS HOC LEGIT, STULTUS EST (Antonio Envid Miñana)

El artículo de nuestro amigo Servando “La sumisión de las masas” requiere bastante más que un comentario a pie de página. La estupidez humana ha hecho correr ríos de tinta y le queda bastante recorrido, tanto como nuestra especie. Empiezo pues con una estupidez, la del título, consciente de que no sólo estoy perdiendo el tiempo yo, sino que lo hago perder a cualquier posible lector.

En tiempos, la Universidad de Cervera, sensatamente, declaraba a Fernando VII: “lejos de nosotros la funesta manía de pensar”, remitiendo esta tarea al rey. Eran unos posmodernos “avant la lettre” Hoy que ya hemos superado esta primitiva fase (el Rey no está para pensar, sino para adornar determinados actos, y del Consejo de Ministros se dice que es “donde salta la liebre”, porque es el lugar donde menos se piensa) no vamos a retroceder a tiempos felizmente superados y ponernos a pensar los ciudadanos. Nada, nada… para eso se han inventado los estereotipos, los eslóganes, utilísimos inventos que han liberado a la humanidad de la fatigosa tarea de reflexionar.

Oscar Wilde ya advirtió de que la estupidez es el único pecado verdadero y yo recomiendo a quien no lo haya leído el “Stultitis laus” de Erasmo de Rótterdam, que en España conocemos como “Elogio de la Locura”. Quien no sepa latín, como yo, tiene a mano excelentes traducciones del elogio y es un tomito pequeño y de fácil y provechosa lectura.

El excelente historiador italiano Carlo Cipolla escribió por diversión un pequeño tratadito que tituló “Allegro ma non tropo”, que circuló entre sus amigos, teniendo tanto éxito que no tuvo más remedio que editar y desde entonces, traducido a todas las lenguas modernas, no para de reimprimirse. En él con explicaciones pseudocientíficas establece las grandes leyes de la estupidez humana: 1ª. “siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos que circulan por el mundo”. 2ª. “la probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier característica de la misma persona”. 3ª. “una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener al mismo tiempo un provecho para sí”. 4ª. “las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas y olvidan que, en cualquier momento y lugar, asociarse con estúpidos se manifiesta como un costosísimo error”. De todo esto saca el corolario tan conocido de que “el estúpido es más peligroso que el malvado”.

En fin, entre esto y lo que nos dice Servando Gotor, me parece que es suficiente para pedir, parafraseando al que fue popular locutor de tiempos que quizá no fueran tan grises, Alberto Olivera, ¡Háganme ustedes el favor de ser estúpidos!.

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