jueves, 9 de agosto de 2012

MUERTE A FREUD (O LA INEQUÍVOCA ROTUNDIDAD DE UN PARAGUAS) Servando Gotor

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- La inequívoca rotundidad de un paraguas, sí. Se siente, la siento. Pero en contadas ocasiones. Sólo en contadas. El puño fuerte y seguro de madera labrada. Las varillas frágiles y quebradizas. La tela sutil, palmípeda y alada. Pero sobre todo la visión total y definitiva; vampiresca si es negro, lepidòptera si femenino. La inequívoca rotundidad de un paraguas, sí señor. 

- ¿De qué materia están hechos los sueños, Sire?

- De incertidumbre, waiter. De la incertidumbre generada por la razón dormida. Porque está escrito. Está escrito que el sueño de la razón genera monstruos.

- Pues como no se explique más.

- No hay nada que explicar, waiter. Simplemente estar atento a la percepción. Experimentar.

- Aclárese.

- Aclárate tú. Estate atento cuando te invada el sueño y obtendrás la respuesta.

- Pero Sire, eso es una contradicción. Si el sueño me invade, cómo puedo estar atento.

- Waiter, no seas tan simple. Los simples lo único que hacéis es complicar las cosas. Búscate la vida.

- Cada vez lo entiendo menos.

- Pero es que, manda cojones waiter, jamás te has dado cuenta que cuando el sueño te invade, en un primer momento, los pensamientos se sueltan y entrecruzan. Es que no te has fijado nunca que en eso. Al relajarse la razón, o el consciente o lo que coño sea, se desconectan unos de otros y empiezan a volar aislados. No sé, al menos yo lo he experimentado así y he sacado mis propias conclusiones. Pongamos por caso que te acuestas y estás pensando en que mañana tienes que dar un cocktail en el Cuescos. Tú te acuestas con esa obsesión Al poner la cabeza en la almohada estás viendo el Cuescos con todo preparado, como lo has estado viendo todo el día pensando en el puto cocktail. Como un pensamiento lleva a otro pues, no sé, has podido pensar también en que ese día vendrá una mujer hermosa y que quizá con tu labia y con tu destreza en los cocktails te la puedes ligar. A la mujer te la imaginas a tu gusto, o al gusto del momento, que para eso la imaginación y el deseo son libres. Por ejemplo, rubia, con vestido para la ocasión, negro, ajustado y cortito. Todo va encadenado a través de la lógica; por eso, por ejemplo, te la imaginas vestida así y no con blusa y vaqueros. Y la memoria te va lanzando cosas que a veces nada tienen que ver con tu obsesión, en este caso con el cocktail. Si nos dejamos llevar por el nuevo pensamiento inconexo, si nuestra razón no lo desecha, pasamos a otra historia. Nos hemos distraído. Pero la razón, o la consciencia, manda y llevamos nuestro pensamiento, nuestro deseo, nuestro proyecto por donde queremos llevarlo. Bueno, pues cuando comienzas a dormirte, ese instante breve, brevísimo, en todavía no nos hemos dormido pero ya no controlamos, en ese momento ¿no lo has notado waiter?, por la cabeza pasan pensamientos de todo tipo sin conexión alguna. La tía rubia no está en el cuescos, de repente se cruza el recuerdo de tu madre, luego la chaqueta amarillo chevalier del Aliaga, la casa del río, la moto del Pito de la Capadocia, todo suelto por ahí, todo cruzado sin ninguna conexión y sin ningún dominio que deseche y seleccione los pensamientos hacia un proyecto, hacia un propósito concreto. Ese waiter, ese pienso yo que es el material de que están hechos los sueños.

- Pues ahora que lo dice, waiter, sí, es verdad, es como si alucinaras. Es verdad las cosas andan sueltas por ahí a sus anchas, sin que puedas dominarlas.

- ¿Lo ves?

- Sí, pero hay algo que no casa.

- El qué.

- Sí, hay algo que no casa, Sire. Porque los sueños tienen lógica.

- Je, por ejemplo que vuelas, je. Lógica. No, no es correcto lo que dices. Lo que quieres decir es que los sueños tienen su propia lógica que, unas veces puede coincidir con la nuestra y otras no.

- Exacto, Sire.

- También yo tengo mi idea al respecto, waiter. Yo pienso que no. Que los sueños no tienen ninguna lógica. Ni propia, ni interna, ni ostias. Yo sigo pensando que los sueños en realidad, forjados por ese material inconexo, en definitiva, no son más que eso, ese propio material.

- Pero hay sueños, la mayoría, que son una verdadera historia, o un hecho, no sé, como un relato.  

- Jé, sí. Hay sueños-verso, sueños-poema, sueños-relato y sueños-novela. Y, de vez en cuando, y esto es lo mejor que le puede pasar al creador, al científico y al inventor, sueños-ensayo, je. Que te revelan o te acercan a una teoría, a un descubrimiento, a algo nuevo, Je.

- ¿Entonces...?

- Te diré lo que pienso. Yo creo que de eso, nada. En los sueños ni hay historias, ni ideas, ni nada de nada. Sólo revoltijo de recuerdos. Nada más. Todo memoria, aséptica. Nada más. Lo de Freud, un cuento, waiter, que te lo digo yo.

- Pero entonces cómo se explican los sueños-poema o los sueños-novela que acaba de decir. 

- ¿Te lo digo, te digo lo que pienso?

- Por supuesto, Sire.

- Yo creo que esos los componemos sin darnos cuenta al despertar.  

- Pero qué me dice.

- Lo que oyes. Si al despertar no se te han olvidado los recuerdos aflorados durante el sueño; mejor dicho, si te acuerdas de alguno o algunos, ya despierto, involuntariamente o inconscientemente, tú mismo les das la coherencia que te interesa o que más se ajusta a ellos. Así de rotundo, waiter. No la inequívoca rotundidad de un paraguas, claro, pero... no sé, más o menos.

- ¿Y la incertidumbre qué decía al principio, Sire?

- Incertidumbre, waiter, en el sentido de, como te diría yo, el desasosiego, la inseguridad que nos produce todo lo que se nos escapa, todo lo que no controlamos.

- Sire, a veces alucino con las cosas que dice.

- Pues alucina menos, y experimenta más. Atiende más a tus propias experiencias, waiter.

 


Servando Gotor
Cuescos


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