domingo, 21 de julio de 2013

MASA Y CORBATA. Bárcenas en la pintura social de Nood (Truhán)



SIN TÍTULO (4)
Nood

Me gustaría que esto fuera el comienzo de una serie de comentarios sobre la obra de Nood, artista no por famoso profundamente desconocido. De hecho, estas pinturas son sólo una muestra más de los insondables misterios que su proteica personalidad encierra.

Y cuando digo que me gustaría, no me refiero a que la idea pueda truncarse por su sequía creadora sino, al contrario, porque mi imaginación no alcance la conveniente altura. Pero es que esta primera pintura, ya a simple vista, ha movido todas mis enfermas neuronas y me ha arrastrado al teclado para escupir inmediatamente lo que a simple vista me provoca.

Y -como diría Borges- tengo para mí, que esta obra habla de Bárcenas.  

Lo juro. 

Sí, es verdad que en estos tiempos todos andamos obsesionados con él, pero Nood no vive en España, no vive el día a día de aquí, en el que nos levantamos, desyunamos, trabajamos y nos acostamos (y para esto ya hace falta masoquismo) con Bárcenas.

La pregunta es cómo ha podido calar, allá por las tierras de Nood, el asunto Bárcenas hasta tal punto.  Pero enseguida nos llega la respuesta: igual que Shakespeare o la Biblia impregnan la mentalidad occidental sin haber leído uno ni otra, de la misma forma, la trama Bárcenas, llega hoy a cualquier occidental con raíces en España, siga o no nuestros telediarios.  Es así, lo impregna todo: la oficina, el gimnasio, la biblioteca, el aula... todo.

Y ahora no me digan que estoy loco o cuando menos obsesionado por el tema Bárcenas, por llegar a verlo también en esta pintura.

Para empezar, decir que no estamos ante una obra abstracta como a primera vista podría parecer.  No: el cuadro nos muestra figuras perfectamente representadas, si bien, desde un lenguaje naif.  En este sentido, sí, el artista quiere jugar con nosotros, lo admito.  Pero no engaña.

¿Y dónde está Bárcenas?  En la corbata, por supuesto.  

Porque la figura roja es una corbata (¿o también eso se me va a discutir?).  Bárcenas, es verdad, sufre de la ordinariez del nuevo rico, y digo nuevo rico porque aunque ya lo fuera hace años, no lo era tanto como hasta hace poco. Su levita color camello con cuello oscuro lo dice todo de él.  Y aunque hasta en la foto de la ficha policial sale con expresión soberbia (si le cogieran de cuerpo entero afloraría una nueva peineta), no es tan chulo como aparenta.  Esconde una falta de seguridad tal, que podrá prescindir del taxi a la puerta de su casa, de la gabardina y hasta de la levita color camello.  Pero de la corbata  ¡nunca!

La corbata va a acabar por erigirse, de verdad, en símbolo de aquellos inseguros incapaces de presentarse ante la sociedad como son.  De hecho Bárcenas, en su última declaración ante el juez Ruz, que venía de prisión (Bárcenas, no Ruz), pues, claro,  el hombre iba sin corbata.  Y ¿qué hizo? Pedir permiso al magistrado para calzarse una.  Yo no declaro sin ella.  Así de claro.

Lo que ya escapa a cualquier interpretación de nuestra pintura es el color de la corbata: ¡¡ROJA, OIGA!!...

¿Qué nos habrá querido decir el artista, al elegir de su egregia paleta, semejante color?  No hagan cábalas, ni siquiera busquen el gualda por el forro, no. Es roja sencillamente por la maldita horterez  de Bárcenas.  Nada más.

¿Y el fondo del cuadro? No, tampoco hay abstracción en él: es el mar inmenso con bruma entremezclada.  Ese ignoto oceáno que a Bárcenas le toca atravesar, con inicio sabido pero destino incierto.  Esa bruma, esa niebla mental de la que extraer lógicas arquitecturas que le permitan descansar algún día: concluir, si es que tiene fin, esta nueva y laberíntica singladura.

En todo caso, la corbata de Bárcenas navega segura hacia el juez Ruz.  ¿No lo ven? Pues está muy claro.

¿ Y... las bolitas que le siguen como los niños al flautista de Hamelin?  Bárcenas amenazó con tocar la flauta y la está tocando.  Y ahora todos (los implicados) le siguen como arrastrados hacia Ruz.  Todos: desde el pez chico al pez gordo, como brotes de olivo.  Los mismos que le seguían como masa idiota admirados por sus doradas corbatas, por la llave de la caja y por los sobres, forzosamente han de seguirle también ahora, ¿qué se pensaban?.  Y sus nombres se adivinan en cada una de esas bolitas ya sólo por su tamaño.

Impresionante esta primera reflexión de Nood, este análisis certero de una realidad que, aunque geográficamente lejana, mentalmente le toca, más bien le fustiga, igual que a cada uno de nosotros, españolitos de a pie: el artista sabe lo que va a pasar y nos muestra la crudeza no en abstracto sino con elocuentes símbolos.


Truhán
desdemibarricada



1 comentario:

  1. A mí, mirándolo de lejos y globalmente, con los colores y las dos bolas negras más grandes, como ojos, me parece un tiburón, de bolas, de mentiras, que esta vez es él, el lazarillo, no la corbata.


    Ángel

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