jueves, 4 de junio de 2009

El amor y las moiras (Servando)


Tendría once años cuando tomaron los republicanos la casa de mis padres como cuartel general. A nosotros nos reservaron una habitación. Mi madre había tenido la precaución de resguardar bien las imágenes religiosas para evitar que las destrozaran o, en el mejor de los casos, nos las arrebataran. En el pueblo se supo enseguida que las tropas que llegaban las encabezaba el General Cardenio Nogales, lo cual suponía un alivio para todos aquéllos que tanto temían a Castell.

La toma del pueblo fue correcta (?) y, sobre todo, incruenta. En casa no tardamos en comprobar que aquellos soldados nada tenían en común con los "demonios" que implantaban el comunismo libertario por donde pasaban, aunque sabíamos que, después de Cardenio Nogales, había de llegar la devastadora "Columna de Castell" salvo que, en virtud de algún milagro, las tropas nacionales consiguieran evitarlo.

Los meses que siguieron a la ocupación cambiaron a mi padre: un hombre con gran sentido del humor se convirtió en un ser introvertido, triste e imagino que aterrorizado. Su mirada se fijaba en mis ojos (inconscientemente risueños todavía, por la novedad) lánguida, inexpresiva, húmeda... El movimiento de la casa contrastaba ferozmente con la quietud y silencio de la plaza que, desde el interior de aquel improvisado cuartel, fue el único rincón del pueblo que vi durante una larga temporada. Los soldados, en general, me trataban cariñosamente, algunos hasta jugaban conmigo. El propio General, que había hecho suyo el despacho de mi padre, me trataba con una especial delicadeza. Lo recuerdo todavía como un buen hombre. Pero aquella aparente calma, se vio perturbada muy pronto y enseguida corrió de boca en boca una expresión que a todos (incluso a mí) se nos antojó maldita: "EJECUCION". Y, después, los disparos. Aquellos sonidos lejanos, secos, no muy numerosos pero quizá por ello más espeluznantes. Sabíamos que cada uno de ellos significaba la muerte de algún vecino. ¿Podría ser aquel gallardo y correcto General quien tomara semejantes decisiones? Yo nunca lo creí así y tenía algún indicio para ello. En la casa, como he dicho, había mucho movimiento. Pero no sólo de los soldados que la ocupaban. De vez en cuando venían nuevos con aspecto de malhechores (así me lo parecía a mí) y aquellas visitas solían preceder a las ejecuciones. También frecuentaban la casa dos vecinos del pueblo, a los que mi madre miraba con desprecio y sin disimulo, y se encerraban en el despacho de mi padre con el General y los soldados nuevos. Y aquellas reuniones eran seguidas igualmente de fusilamientos.

(Extracto del Capt. I -La ocupación-, de 'El amor y las moiras', Servando Gotor)

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