Nos vamos al huerto de los callaos más pronto que  tarde para nuestro gusto, y nos empeñamos en seguir con el simulacro de  que aún tenemos, estamos o somos algo que merezca la pena perpetuar.  Veánse si no las pirámides egipcias u otros templos funerarios de  barandas de peso que edificaban unos tinglados de la ostia para que les  sirviera de morada en el más allá, y de paso, para dejar constancia de  su importancia en vida. En nuestra modestia clasemedianera hacemos lo  que podemos. Los chalets se convierten en panteones, los adosados en  tumbas y los pisos en nichos bien apiladitos, en comunidad, como de  costumbre, todo bien organizado, para que cuando llegue el Día del  Juicio, quien organice la vista no tenga problemas para encontrar a los  comparecientes.
No pretendo ser irreverente con las creencias de cada quisque, pero una  vez más quizá convendría reflexionar con aquello de regalar flores antes  del funeral, hacer la vida aceptable, y dejarnos de historias cuando ya  no hay remedio.
Javi

Estoy totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarEl "caldo" (las flores, hacer la vida más agradable) para los vivos.
Los muertos, si fueron personas queridas, se alimentan mejor con y
en nuestros recuerdos