miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL COLOR DE MI CRISTAL: UNA ERMITA EN EL CAMINO (Mariano Berdusán)

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Imagen: lainformacion.com


Es el comienzo de una hermosa tarde de Septiembre. Mi amigo y yo estamos aquí, junto a la pequeña ermita de La Violada, en el recién estrenado pueblo de San Jorge, en Huesca, amorosamente cobijado bajo la sombra de Almudevar.  

Otrora era fácil oír y aún casi se adivina el galopar de caballos, el chocar de los alfanges y espadas, los gritos de moros y cristianos y la llamada con que el cochero detiene los alazanes de la vieja diligencia...

¡Llano de la violada! el de Almudevar, con sus gentes bravas y bodegas abiertas al sol de la mañana. El de Gurrea de Gállego, con sus sueños de tiempos feudales y anhelos de pequeños núcleos industriales. Con el agua del Canal de Monegros haciendo ubérrimas todas aquellas tierras y un no sé qué – tul o misterio – celando su belleza hasta donde la vista alcanza.

La tarde es magnífica y al conjuro de su luz difuminada, surge airosa, ante nuestra imaginación, la antigua villa así llamada desde antaño “La Violada” por los nobles y villanos del lugar.

Desde esta altura cuento a mi amigo la historia de la ermita que dice así: “Hubo aquí en este llano una villa, famosa por sus almenas, y por sus torres de las que nos hablan historiadores muy antiguos y por su Iglesia situada al borde del camino y dedicada a nuestra Señora de la Violada.

Presidiendo la Iglesia, sentada en su trono, la Virgen de la Violada sostenía en sus brazos al niño Dios. Y dando fondo a este conjunto, un hermoso retablo, a cuyo pié se podía leer la siguiente inscripción: “Este retablo e imagen se hicieron por mandato del noble señor Don Miguel de Gurrea”.

Daban fe de la mucha devoción de las gentes a esta imagen la capacidad de la iglesia y la afluencia de los pueblos de Almudevar, de Gurrea y de sus alrededores que acudían allí en busca de ayuda para sus necesidades espirituales y materiales. La tradición de los abuelos, verdades que se transmiten de padres a hijos, nos cuentan que eran muchas las rogativas que se hacían para pedir las tardías lluvias, para alejar las tormentas, en la elección de mujer para sus hijos...

Todo esto que así fue y que parece que no pudo ser de otra manera. Todo esto que tantas veces he contado a visitantes y amigos. Todo esto voy diciendo a mi amigo y siento que un corazón más queda prendido por el amor a esta morena Señora, cuya devoción nace hoy pujante, como en los años primeros, a la sombra de la Iglesia parroquial de San Jorge, cuando ya la noche de los tiempos no nos permite ver ni las altas torres de La Violada, ni la amplia nave de la Ermita que se alzaba junto al viejo camino, testigo de tantas grandezas que he ido contando a tantos en las quietas tardes del estío.


 Mariano Berdusán



NOTA:  La Virgen de la Violada se la conoce así por tres motivos:

1º Porque su Ermita estaba situada a la vera de la vieja calzada romana ( o como decían los romanos, Via Lata  = carretera ancha ).

2º Porque  en muchos kilómetros, alrededor de la Ermita,  había toda clase de flores y plantas de color morado, verde oscuro, etc., lo que daba a la zona un aspecto violáceo o violado.

3º Porque a los pies de la Virgen se acogió  la muchacha aquella que en su amor o en su desgracia había perdido lo mejor que tenía en su corazón.



(Artículo escrito y dedicado por mí a la Virgen de la Violada, en San Jorge, Huesca, y a los pies de su Ermita, en Septiembre de 1964 ).

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