domingo, 30 de enero de 2011

CONTRA LA INSOLVENCIA PERPETUA. UN AUTO DE LA AUDIENCIA DE NAVARRA. (Servando Gotor)

SGS
Una Plataforma de gente como nosotros,
sin casa y con una deuda eterna,
de gente condenada a la insolvencia perpetua,
quiere plantar cara

Terminó Derecho en el 2000. Tres años de morralla apenas mileurista y al fin el Banesto: 2.300 euros. Menuda, a este paso alcanza al Montorio, el de comisiones, medio siglo en el Santander. No está mal, no, que un buen curro hay que currarlo y meter la cabeza en un banco no es cosa fácil. Ahora, tres años después, con veintisiete tacos ya, Juanjo Lavilla se plantea con su novia Ana Guiral, diplomada en enfermería y empleada en un Carrefour, comprar piso. Un pequeño problema: el trabajo de Juanjo en el Banesto es en Castellón. Paciencia, dos o tres años –dicen- y de vuelta a casa, como el Montorio; la cosa, meter cabeza en la banca y salir del mileurismo. Dicho y hecho: en el 2006 Juanjo Lavilla, traje del corteinglés y corbata italiana –también del corteinglés “made in china”- atiende ahora flamante en la ventanilla de una oficina del Santander en Unceta, y encima con 250 euros más que en el Banesto, con un par; ah, y viviendo con los padres. ¡Tela! Bueno, queda por pagar el coche, el Twingo que compró en Castellón. Ahora no le haría falta, sin embargo piensa en uno más guapo, de gama media… de momento. En fin, con treinta tacos -que ya vale- piso y boda. Pero cómo está el ladrillo: trienta y dos kilos setenta metros, allá por donde Ángel Cristo nunca montó una carpa. Y encima sacando pecho, que el propio Montorio, apartamento en Ruiseñores, lo reconocía: Lavilla, qué, que con un canto en los dientes.

Hipoteca hasta la jubilación. Casi. Pero esto es la vida y hay que vivirla –estribillo del Montorio-. Ya llegarán las amortizaciones anticipadas si los niños vienen y lo permiten. Al tiempo.

Lo que no saben ni Ana Guiral ni Juanjo Lavilla es que a finales del 2007 un nubarrón del Atlántico traerá la desgracia. Paciencia, paciencia, Lavilla, siempre ha habido momentos malos, predica el Montorio, y aquí, con la Expo, el nubarrón si llega llegará muerto, que no hay crisis que cien años dure.

Enero del 2010: se acabó, todo se acabó. Juanjo Lavilla, Ana Guiral y un par de gemelos, monísimos, eso sí, pero se acabó. Silencio. Quietud. Él lee -por vez primera en su vida, lee- poemas de Nerval: “tendido en la yerba me escucho vivir”. Ana se ha ido a por pan, todavía pueden comprar pan y aún no los han echado del piso, él se ha quedado con los niños, con los ojos, con la mirada atenta y curiosa de los niños. Algo le dice que leer es peligroso… para el poder. Sí, bien, para el poder, pero también para él, y para sus niños, leer es peligroso porque te obliga a pensar. Ana vuelve con cierta sonrisa: una Plataforma, una Plataforma de gente como nosotros, sin casa y con una deuda eterna, de gente condenada a la insolvencia perpetua, quiere plantar cara. Sigue: es por lo del Auto de Navarra, sí, el que le ha dicho al banco que el piso y punto, y que dejen vivir al parado en su miseria. ¿Una Plataforma? Otros jetas. No, Juanjo, estos son como nosotros. Buena representación, pues. Juanjo… Qué. Que somos muchos. Ya. Esa es nuestra fuerza.

Y Juanjo vuelve a los poemas, “tendido en la yerba me escucho vivir”. Vuelve a pensar. Rilke, un poema de Rilke: “Arrojado a su suerte en las montañas / del corazón. Contempla qué pequeño, / mira, mira: el último poblado / de las palabras…”

Aleja la vista del poema. Silencio. Quietud. A lo lejos, el eco de una imagen: la mirada curiosa de los gemelos. Ana la rompe: el Montorio, dice. Qué. Lo acabo de ver. ¿Y? También sin trabajo. Esa Plataforma sí… somos muchos –ahora es Juanjo quien lo dice-: esa es nuestra fuerza.

El Comarcal del Jiloca
04/02/2011

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