jueves, 6 de enero de 2011

DISTINGUIDAS AUTORIDADES, QUE OS DEN (Javi)

El que suscribe es un currito sin empleo fijo, contratado por la administración hasta que le salga de los gemelos del sur, poco más que mileurista y ¡jódete! fumador.

Al parecer a sus señorias no les parece suficiente tenernos a la people en situación de empleo precario, jodidos y descontentos. Como se tienen que aburrir la hostia contándose los pelos pudendos, se ponen a pensar qué más pueden hacer para amargar la vida al personal y se les ocurre que sin humo de cigarrillo se vive mejor (el de la industria o el de sus coches oficiales no cuenta) y nos joden los pocos reductos en los que podiamos ejercer como fumadores. No entraré en la hipocresía que supone recaudar impuestos con el tabaco, que esa es otra, por hoy sólo recuperaré una pijadita que ya escribí en mi blog al entrar en vigor la ley anterior, ya que sigue plenamente vigente:

Soy fumador, pero desde hoy me he impuesto la terea de hacer campaña para que los demás dejen de fumar. Me propongo con esta medida que el colectivo de fumadores pase a ser una verdadera minoría minoritaria como lo son la etnia guachupichu, pongamos por caso, que vive en el profundo Amazonas u Orinoco o donde coño sea y que como su población se reduce a unas decenas de individuos, se protege desde todos los ámbitos su cultura y costumbres (menos la antropofagia, que es de muy mal gusto para todo quisque).

Y es que estoy cabreado con las autoridades sanitarias, (y con cualquier tipo de autoridad), porque se han empeñado que me muera de viejo, achacoso, alzheimeroso y babeante. Y me pregunto ¿por qué en lugar de tocar las narices con el tabaco no se dedican a renunciar al coche oficial que contamina un güevo, a meter mano a la industria o a meterse mano entre ellos, sin más?

 

2 comentarios:

  1. Javi, estoy leyendo "1984" de George Orwell. Ya se sabe: un Estado totalitario que tiene a todos cogidos por ahí. Bueno, pues el protagonista (se llama Winston) consigue una conversación rápida con la mujer que ama en el comedor social, cambián cuatro palabras rápidas para una cita amorosa clandestina.

    Transcribo cómo acaba la conversación a hurtadillas:

    ------------------
    —¿Dónde podemos vernos?
    —En la Plaza de la Victoria, cerca del Monumento.
    —Hay muchas telepantallas allí.
    —No importa, porque hay mucha circulación.
    —¿Alguna señal?
    —No. No te acerques hasta que no me veas entre mucha gente. Y no me mires. Sigue andando cerca de mí.
    —¿A qué hora?
    —A las diecinueve.
    —Muy bien.
    (...) No volvieron a hablar y, en lo humanamente posible entre dos personas sentadas una frente a otra y en la misma mesa, no se
    miraban. La joven acabó de comer a toda velocidad y se marchó. Winston se quedó fumando un cigarrillo.

    -------------------

    Si le cuentan esto a Orwell... (por lo demás vaya cigarrillo bueno..., ya sólo faltaría que Winston fumara Marlboro).

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  2. Matizo el final de mi comentario anterior: cuando digo si le cuentan "esto" a Orwell, me estoy refiriendo a lo que estamos viviendo hoy, claro.

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