viernes, 23 de septiembre de 2011

ÍTACA, UNA IMPRENTA CLANDESTINA (Servando Gotor)

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SGS
En algún lugar del barrio, en la noche, cuando el insomnio se me apodera y vuelvo a oír el silbido del tren cruzar los tejados, alguien está componiendo la portada de Ítaca.  Alguien que a la mañana siguiente amanecerá con los ojos cansados, pero satisfecho del trabajo. Porque hasta al cura, a don Alejandro le gusta el formato, la composición de Ítaca. Para su hoja parroquial la quisiera. Por los clavos de Cristo, si algún día llegara a saber quiénes son, les encargaría a ellos la Hoja Parroquial.
También en casa teníamos siempre no uno sino varios números de Ítaca.  Y tú disfrutabas con ellos, leyéndome un artículo, recomendándome otro, explicándome siempre los contenidos y emitiendo tus propias críticas.  Porque siempre hay que ser crítico con todo, me decías.  Recuerdo que los leías y releías y los guardabas como un tesoro. Y también a ti te encantaba su presentación, su grafía, y me hablabas del tipo de letra, sencillo pero elegante, de las imprentas antiguas, las viejas minervas, del sistema offset... ¡de todo!  Y, como la Historia te entusiasmaba, como todo en la vida y en especial lo de nuestra ciudad, tus ojos brillaban cuando me contabas que la primera imprenta que hubo en España, el primer texto impreso, se hizo aquí:  el “Manipulus Curatorum”,  en el siglo XV.  Una especie de manual dirigido al espíritu, escrito por un clérigo turolense en el siglo anterior. Y enseguida aparecieron otras imprentas, famosas en toda España: las de Jorge Cocci, Pedro Bernuz, Domingo de Portonariis...  Lo de Gracián no es una casualidad, está detrás la imprenta, me decías.  Hasta un ilustrado de nuestra tierra, Joaquín Ibarra, creó una tipografía propia.  ¡Ah! Y Servet.  ¿Sabías que Servet tenía una imprenta clandestina escondida en el bosque? Y luego  insistías en esa primera imprenta en Zaragoza.   Y a mí me parecía que Ítaca era la sucesora de aquel primer artilugio, de aquel primer vómito, de aquel primer descaro. Porque las imprentas siempre han resultado molestas, insolentes.
Y luego me hablabas de tu imprenta.  Porque tú empezaste trabajando en una imprenta y llegaste a tener la tuya. Una ruina, me decías.  Una ruina. Y con enorme dolor me contabas cómo tuviste que dejarla.  Deshacerte del negocio.  Menos mal que luego vino lo del ayuntamiento...  Bueno, en realidad allí, en el ayuntamiento, te enclaustrarías hasta la jubilación, protestando por ello muchas veces, pero también satisfecho porque con aquel trabajo sacaste a flote a la familia. Y entonces te acordabas del abuelo Juan.  De la fortuna que llegó a hacer vendiendo mulas. Que igual que la hizo se disipó entre tantos hijos que tuvo, sobre todo los del primer matrimonio con Constantina Calmarza.  Tú, el más pequeño, apenas lo conociste porque murió cuando sólo tenías seis años.  Para mí el abuelo no era más que una referencia vaga, muy vaga. Un fantasma gélido y lejano.  Un ricachón que se paseaba ufano por el pueblo montado en su buen caballo, con una elegante capa de fieltro.  No, no me gustaba el abuelo. 





Servando Gotor
La ciudad sin faro

5 comentarios:

  1. Índice

    Presentación. Por José Antonio Vizárraga


    LA CIUDAD SIN FARO.........................9
    Martes, veintisiete. El regreso.........13
    Mañana lluviosa.........................23
    La abadía..............................127
    Im abendrot............................235
    Recortes de prensa.....................279

    Adenda: Reconocimiento de deudas.........283



    Pero para que entiendas
    para darte mi vida
    tengo que contarte una historia
    (Virginia Woolf, "Las olas")



    (CONTRAPORTADA
    Impacto del reencuentro de un hombre con la ciudad de su infancia y juventud (Zaragoza), a la que ha regresado definitivamente con el mismo sentimientode búsqueda y fracaso personal con que la dejó unos veinte años atrás. Durante una jornada completa de intenso recorrido por sus calles conjura recuerdos importantes pero no consigue encontar la ciudad ni encontrarse a sí mismo.

    Paralelamente, las autoridades locales organizan, con gran bulla y aparato, el recibimiento de un intelectual que también regresa, pero éste tras una exitosa carrera artística y profesioanl en el extranjero.

    Como telón de fondo de dicho encuentro -más bien desencuentro-, dos ciudades: la abjecta pero esperanzada Zaragoza del estertor franquista y la democrática pero frustrante de finales de siglo.)

    isabel

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  2. Gracias, siempre, por tu atención, Isabel.
    (Ángel he metido el link de tu atractivo blog musical -"Melódicamente"-).

    Besos

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  3. todavía recuerdo como al gemio de impresores se les llamaba "del arte de la imprenta"
    ...esas antiguas imprentas con su dulzon olor a tintas, su silencioso personal de ojos enrojecidos, no se sabe si por la atención de su trabajo o por uina eterna fiebre producto de ocultos saberes, enfundados en sobrios guardapolvos azules marchando al ritmo sempiterno de las máquinas conformando un moderno ballet
    esa atmósfera de misterio que tan bien ha sabido recoger Servando Gotor en este y otros capítulos su poliédrica novela
    Antonio

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  4. "El arte de la imprenta" ¡Qué bonito!

    D. Antonio, le sugiero, le recomiendo, que se haga con la autobiografía profesional de mi querísimo D. José Martínez de Sousa. Lástima que sea tan cortito. Quedará pasmao...
    Cómo de una caja de imprenta se puede llevar lejos, lejos, lejos.
    Es de la Editorial TREA, se titula:
    "Antes de que se me olvide. Una aventura tipográfica y bibliológica personal e instransferible"
    ISBN 84.9704.161.5

    No se arrepentirá. Solo lamentará que sea tan corto.

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  5. !Me alegra que te guste Servando¡, me esmeraré todo lo que pueda, pues el sitio lo merece.

    Un abrazo

    angel

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