Fotograma de Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941) |
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento,
el coronel Aureliano Buendía había de recordar
aquella tarde remota en que su padre
lo llevó a conocer el hielo
(Gabriel García Márquez.
Comienzo de Cien años de soledad)
Muchos años después, frente al grupo de wasap, el influencer Victoriano Medina había de
recordar aquella tarde de 1999 en que su amigo Pepe Arnau lo llevó a conocer internet.
En el principio no existía Google, y aquellos
primeros internautas (palabreja que presagiaba otro vellocino de oro)
navegábamos con una vieja barquichuela llamada AltaVista ―271 pesetas hora―, que tantas veces se envaraba… Y entonces cogía uno el montante y
decía: ¡Que le den!, me voy al cine, Víctor. ¿Qué ponen? Ciudadano Kane. ¿Dónde? En la Filmoteca. Vamos.
Y a Victoriano nunca se le olvidaría aquél mítico final: «¿Quién era
realmente Kane? Lo único que sabemos es lo que ha hecho. Quizá en su lecho de
muerte, con su última palabra, nos explicó toda su vida. Si pudiéramos saber
qué quiere decir rosebud sabríamos
quién fue Kane». Rosebud. ¿Rosebud?
¿Qué significaba? Resumía su niñez pobre, su casa humilde, su familia sencilla…
Su trineo. En el umbral de la muerte, al poderoso y corrupto magnate que había
llegado a ser Kane, rodeado de lujo y riquezas, solo le vino a las mientes una
palabra: rosebud. Su elemental trineo.
Ese era Kane.
Muchos años después, frente a un tuit, el coach Armando
Forcén había de recordar también aquella tarde remota en que su amigo, Fibicio
Rodríguez, le regaló Nubes y claros,
un CD de Tam-Tam Go!, que contenía Atrapados
en la red… Los discos de vinilo eran ya cosa del pasado. Pero Armando acabó
la tarde con su viejo vinilo de los Rolling, bailando pegadito a su
novia Rigoberta Visús, al calor de LadyJane: Arman. Qué. ¿Por qué no pones mejor a los Tam-Tam Go!? Porque
te quiero, Rigo.
Muchos años después, frente a su editor virtual, el periodista José
Antonio Vizárraga había de recordar aquella tarde remota en que un joven Charles Foster Kane ("El ciudadano"), en sesión de cinco, le mostró
entusiasmado el taller de impresión de un periódico familiar. Y yo no dejo de ver a un también joven, casi
púber, José Antonio entusiasmado ante dos emociones que lo marcarían para
siempre: el cine y el periodismo. Él no quería fama, ni dinero, ni poder. Todo
lo contrario a lo que Kane acabó deseando. Él solo quería hacer buen cine
(arte) y buen periodismo (criterio y libertad). Y, vaya si lo consiguió. Porque
a estas alturas de la película está claro que lo consiguió. Baste un paseo por
filmotecas y hemerotecas. Pero vamos al periodismo. El Comarcal es… Lo diré
en un tuit: “El Comarcal, es un
periódico vintage. Manufacturado como
en los buenos tiempos pero con herramientas modernas, imagen auténtica y, sobre
todo, independiente”.
Independiente, sí. Porque está al margen de todo poder. Ejemplo
vivo de periodismo, hoy bajo mínimos por esa atroz mezcla de capitalismo
monopolista y administración cómplice, raíz de una asfixiante censura social
que degenera en una sociedad cada vez más inculta cuanto más alfabetizada. Porque
visto lo visto y leído lo que hay que leer, alguien se tendrá que preguntar de
una vez por todas para qué nos enseñan a leer, si para ser más libres o para anularnos. Nada nuevo: no hay crítica sin criterio, y
el criterio solo se forja al fuego de una verdadera libertad de expresión.
En fin, muchos años después, hojeando El Comarcal, recuerdo aquella tarde remota en que también yo vi por
vez primera la película de Wells, con aquel aplastante final. Y fantaseo
imaginando a José Antonio, su cine, su periódico, sus sueños. Los de siempre…: José
Antonio. Qué. ¿Por qué el cine? Porque expresa y denuncia lo humano. ¿Y el
periodismo? Por eso mismo. ¿Y la infancia? Porque cierra y encierra nuestros
sueños. ¿Nuestros sueños? Sí, ese extraño material del que está hecho lo
humano.
Servando Gotor (*)
________
(*) Artículo publicado en la edición especial del periódico dirigido por José Antonio Vizárraga, El Comarcal del Jiloca, de mayo de 2019, con ocasión del 20 aniversario de dicha publicación, en la que Servando Gotor colaboró entre los años 2007 y 2011
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