martes, 19 de mayo de 2020

EPIDEMIAS HACE 2500 AÑOS. NADA HA CAMBIADO. UN TESTIMONIO DE PRIMERA MANO: TUCÍDIDES


Atenas, siglo V antes de Cristo. El testimonio de primera mano de un enfermo: el propio Tucídides, en el Libro II de su "Guerra del Peloponeso":  desconocimiento, desorientación, los médicos las principales víctimas, recurso inicial a ayudas espirituales y material desenfreno final.
Eso sí, entonces no tenían test...  Algo hemos avanzado. 

46. Pocos días después, sobrevino a los Atenienses una epidemia muy grande (...). Jamás se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia ni que tanta gente matase. Los médicos no acertaban el remedio, porque al principio desconocían la enfermedad, y muchos de ellos morían los primeros al visitar a los enfermos. No aprovechaba el arte humana ni los votos ni plegarias en los templos, ni adivinaciones, ni otros medios de que usaban, porque en efecto valían muy poco; y, vencidos del mal, se dejaban morir. 

47. (...) Poco después, invadió la ciudad alta, y de allí se esparció por todas partes, muriendo muchos más. Quiero hablar aquí de ella para que el médico que sabe de medicina y el que no sabe nada de ella declare si es posible entender de dónde vino este mal y qué causas puede haber bastantes para hacer de pronto tan gran mudanza. Por mi parte diré cómo vino, de modo que cualquiera que leyere lo que yo escribo, si de nuevo volviese, esté avisado, y no pretenda ignorancia. Hablo como quien lo sabe bien, pues yo mismo fui atacado de este mal y vi los que lo tenían.

50. Quedaban los cuerpos muertos enteros, sin que apareciese en ellos diferencia de fuerza ni flaqueza; y no bastaba buena complexión ni buen régimen para eximirse del mal. Lo más grave era la desesperación y la desconfianza del hombre al sentirse atacado, pues muchos, teniéndose ya por muertos, no hacían resistencia ninguna al mal. Por otra parte, la dolencia era tan contagiosa que atacaba a los médicos. A causa de ello muchos morían por no ser socorridos, y muchas casas quedaron vacías. Los que visitaban a los enfermos morían también como ellos, mayormente los hombres de bien y de honra que tenían vergüenza de no ir a ver a sus parientes y amigos, y más querían ponerse a peligro manifiesto que faltarles en tal necesidad. A todos contristaba mal tan grande, viendo los muchos que morían, y los lloraban y compadecían. Mas, sobre todo, los que habían escapado del mal, sentían la miseria de los demás por haberla experimentado en sí mismos, aunque estaban fuera de peligro, porque no repetía la enfermedad al que la había padecido, al menos para matarle; por lo cual tenían por bienaventurados a los que sanaban, y ellos mismos por la alegría de haber curado presumían escapar después de todas las otras enfermedades que les viniesen.

51. (...) Nadie se cuidaba de religión ni de santidad, sino que eran violados y confusos los derechos de sepulturas de que antes usaban, pues cada cual sepultaba los suyos donde podía. Algunas familias, viendo los sepulcros llenos por la multitud de los que habían muerto de su linaje, tenían que echar los cuerpos de los que morían después en sepulcros sucios y llenos de inmundicias. Algunos, viendo preparada la hoguera para quemar el cuerpo de un muerto, lanzaban dentro el cadáver de su pariente o deudo, y la ponían fuego por debajo; otros lo echaban encima del que ya ardía y se iban.

52. Además de todos estos males, fue también causa la epidemia de una mala costumbre, que después se extendió a otras muchas cosas y más grandes, porque no tenían vergüenza de hacer públicamente lo que antes hacían en secreto, por vicio y deleite. (...) Y pues la cosa pasaba así, les parecí mejor emplear el poco tiempo que habían de vivir en pasatiempos, placeres y vicios.



La Guerra del Peloponeso, II
(Tucídides)



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