domingo, 2 de enero de 2011

El IRASCIBLE EN ACCIÓN (Servando Gotor)

SGS

Brígida ronda los cincuenta.  El Irascible, el comisario que siempre fuma 46, la ha sacado de la cama a las tres de la madrugada, de la cama se supone por el camisón y la hora aunque no por el peinado que más parece arreglada para una soiree; esto es como en el cine, el Irascible no recuerda ninguna escena en la que el personaje se despierte o se levante de la cama despeinado (¿y el camisón?, el camisón, le habrá costado un pico, blanco, de satén; de satén blanco como la canción: interminables noches de blanco satén...); es como una aparición, tanto que hasta le ha asustado a él; y ella también, también parece asustada o, como mínimo, sorprendida; hombre, él ha llamado educada, cortésmente a la puerta y, bueno, no es que sea un galán pero tampoco da miedo; (la sorpresa, debe ser la sorpresa, aunque por la cabeza tan arreglada casi parece que me estaba esperando), así que los dos andan extrañados, brujuleando, ella parece que estaba despierta, como en guardia, pendiente de algo, de alguien; aunque de él no, por supuesto... (¿de quién, entonces?); le ofrece un 46 y lo acepta

¿y Pascual? (pregunta él)
últimamente anda despendolado (contesta ella sin mirarle a los ojos)
eso ya lo sé, pero dónde está ahora, ahora mismo
¿no estaba en el monasterio, con la cuadrilla esa?
no, en el monasterio no
y doña Ángela, ¿le han preguntado a ella?
no, pensé que no era necesario, que lo encontraríamos en el monasterio

Como siempre, en los interrogatorios del Irascible es él quien acaba por ser el interrogado

¿y el coche? ¿no han visto el Dos Caballos?
no

La interrogada no sólo interroga sino que, además, llega a convincente deducción:

entonces, es que no ha vuelto, pero no tardará, no tardará en volver, seguro; al final siempre acaba volviendo (y pretende concluir la sesión con un seco) ¿algo más? (lo que termina por desquiciar al Irasciblecuarentayséis)
mire señora, basta ya de juegos, estamos investigando un crimen, ¿de acuerdo?
¡un crimen... !

Brígida se derrumba, por fin parece derrumbarse; un golpe, un duro golpe, sí; tanto que el Irasciblecuarentayséis casi acaba por apiadarse (pobre mujer), pero de repente ella se pone a gritar como una loca, (como en el cine, como en el cine también, escupiéndolo todo):

lo sabía, sabía que esto acabaría mal, pero...

La mirada desorbitada, como si quisiera hipnotizar al Irasciblecuarentayséis:

pero... y quién, ¿quién ha sido... ? ¿quién ha podido ser?
doña Laura.
¿doña Laura, dice... ?
sí, doña Laura
imposible; no, no puede ser, imposible; ¿qué interés podría tener ella por quitárselo de en medio... ? la otra sí, pero doña Laura...

Ahora, ahora va comprendiendo el Irascible; un poco torpe pero va entendiendo: Brígida cree que el muerto es Pascual y Laura quien lo ha matado; no está mal, no esta mal; que siga en el error a ver como reacciona (en el cine negro, mentirijillas de estas hacen que la gente lo suelte todo); y ella:

Pascual, ¡mi Pascual!

(ya está, ya lo ha soltado, el mi delator, aquí hay más barro del que parece, pero a ver, a ver, que siga, que esto se pone bueno, en las películas siempre dejan que siga y terminan por escupir todo) y acierta:

la puta esa, doña Ángela, doña Ángela; te lo tenía dicho, mira que te lo tenía dicho, Pascual, pero tú, nada, ni caso; sólo yo, sólo yo te abría las puertas al final, cuando la zorra esa te rechazaba...

(esto se pone de miedo, que siga, que siga)

... pero dios mío, si parece imposible, imposible, si es que te veo, todavía te estoy viendo entrar por esa puerta... (al Irascible se le ponen los pelos de punta) ... ayer mismo (el Irasciblecuarentayséis respira), allí, en esa misma puerta; yo esperándote, como siempre (como siempre, ¿eh?, muy bonito, piensa el Irascible); a las tres, a las cuatro, a las cinco de la mañana, cuando fuera; yo esperando y tú que dónde está la llave; y yo que no, que doña Ángela no está, que se ha ido a Zaragoza, que para qué quieres la llave; ya ves, la llave... (ni en las películas largan tanto, el Irascible está por pedir palomitas y una cocacola); se ha ido con él, te lo tengo dicho: con él; y lo sabes, tú lo sabes, a ti sólo te utiliza, imbécil... la llave... además no la tengo, no, no tengo la llave; que no Brígida, dámela, no me engañes, que está en la habitación y no quiere abrirme... y al final se lo creyó, era mentira pero se lo creyó, y cogió el trompo y a Zaragoza (de aquí a la gloria; se van a enterar ahora esos del casino, Bartolo incluido, se van a enterar todos de una puta vez quién soy yo, casi dice en voz alta un Irasciblecuarentayséis inflamado); a Zaragoza, así, sobre la marcha, borracho de celos (todo se va cerrando, respira) enfebrecido el muy cabrón, hinotizado (¿hinotizado?), hinotizado por esa puta. Y luego, luego fue demasiado tarde, sí; cuando me asomé al balcón (no, si al final, si sigue así, acabaré por taparle la boca yo, cómo se enrolla), cuando oí el coche ponerse en marcha para rendirme otra vez, que no, Pascual, que no, que está aquí, ¡aquí!, pero de qué te sirve la llave si la tiene atrancada por dentro, la puerta está atrancada... pero ya era tarde, demasiado tarde; no me oíste y ahora, ahora ya no cruzarás más esa puerta.

(cabrona, quien no cruzará nunca esa ni ninguna otra puerta será doña Laura, la pobre)

Le ofrece otro 46.

cálmese señora, póngase cómoda que todavía tenemos para un rato... ¿no tendrá algo de beber?

Brígida señala a la cocina; el Irascible, se sirve una cerveza y prepara el arma y los grilletes, luego se sienta junto Brígida, detrás de ella, frente a la puerta. Y espera.


La ciudad sin faro

2 comentarios:

  1. Creo que es la primera vez que pones algo de tu novela: 'La ciudad sin faro'.

    A mí, otro trozo que me gustó es ese en que uno de los personajes nos habla de las 'kindertotenlieder' de Gustav Mahler.

    isabel

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  2. Este trozo de tu novela, que leída de corrido, pasa despaercibido, revela lo distintos que son nuestros estilos. El tuyo es más literario, el mío más narrativo.
    Lo digo porque estoy atascado en el cuarto capitulo de "El contemplativo", más perdido que Zapatero en una clase de economía, y tan desorientado como el experimentado comisario Domínguez, y veo que no me puedes echar una mano.

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