sábado, 8 de noviembre de 2008

La eficaz comunicación


(El Comarcal del Jiloca, 14/11/2008)

Que nuestra juiciosa Reina debe estar callada, parece lo más prudente. Que verdaderamen-te haya dicho según qué cosas, permítanme dudarlo. Máxime por voz de una periodista que me merece escasa confianza. Pero es que, aun de ser cierto, bien podría perdonársele a la Reina un desliz en su luenga y ejemplar trayectoria. (Los monarcas de hoy ya no tienen sangre azul).

Ahora bien, que al pan deba llamársele pan y al vino vino me parece el imperativo categórico más vulnerado por nuestros políticos. Que llaman al trasvase: transfusión, reasignación del uso del agua, captación de aguas y hasta tubería; al Constitucional: “tribunal”; a la Corona de Aragón: Confederación catalano-aragonesa; a los reyes de Aragón: reyes de Cataluña; a quien discrepa argumentando: fascista; a Otegui: hombre de paz; al eslogan: argumento; al cambio de sexo: reasignación de sexo; a un vil atentado: accidente, y a la unión de homosexuales –legítima por lo demás-: matrimonio... Retroceso mental y cultural de peligrosas consecuencias.

Pues bien: la lengua, por mucho que se empeñen algunos, es un instrumento imprescindible para el desarrollo humano. De forma que si empezamos a simplificar llamando a las cosas no por su nombre sino por otro o a todas por el mismo nombre, desharemos el largo camino andado por el homo sapiens.

Malo es que la cultura de la imagen nos empobrezca porque devalúa la comunicación humana a cotas irracionales (léase: animales). Pero si a un banco, una silla, un sillín, una banqueta, un taburete un escabel, una grada, un banquillo, una mecedora, un sillón, un orejero, una peana, un asiento, un sofá, un diván, un canapé, un confidente, un trono, un escaño... si a todo ello le llamamos simplemente “asiento” empobrecemos nuestra comunicación, Y si al taburete le llamamos trono la destrozamos. Y una comunicación adulterada no es eficaz. Y si no es eficaz, retrocedemos y nos animalizamos (también habrá que pedir perdón a las sociedades defensoras de los “derechos” de los animales).

El hombre se ha alejado del animal por la eficacia de sus comunicaciones. Y la comunicación no sólo es fruto de la inteligencia sino también causa de ésta porque al comunicarnos crecemos intelectualmente. Además, un “concepto” no es una tontería circunstancial, sino el sedimento de experiencias y reflexiones que los pueblos han ido acumulando.

Conclusión: una unión entre homosexuales no ha sido, no es, ni será, un matrimonio. Regúlese, otórgenle cuantos derechos sean necesarios, (faltaría más). Pero no le llamemos “matrimonio”, porque nos empobrecemos. “Matrimonio” no es sólo una palabra. Es un concepto.

Ahora insúltenme: ¡facha! Pero reflexionen: en California, tradicional paraíso gay y decisivo cuando en mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud excluyó la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud, no sólo ha elegido en las últimas elecciones a un respetable “negro” (qué cosas, hacía tiempo que no se empleaba la palabra “negro” para designar a un “negro” –al final lenguaje y verdad se imponen-), bueno, pues en California, digo, en estas mismas elecciones han votado NO a los denominados “matrimonios” gays.

Admito contra-argumentos, refutaciones, objeciones, impugnaciones, réplicas, oposiciones, respuestas, contestaciones, divergencias, discrepancias, disconformidades... Pero, por favor, no me vengan con eslogans y frases hechas que, porque salgan de bocas supuestamente progresistas, se toman como verdaderos axiomas, aforismos, máximas, adagios, sentencias, proverbios o apotegmas.

A propósito: tampoco confundamos al homosexual con aquellos que dan a los muchachos “gotas de sucia muerte con amargo veneno” Me refiero a los “Faeries de Norteamérica, Pájaros de la Habana, Jotos de Méjico, Sarasas de Cádiz, Ápios de Sevilla, Cancos de Madrid, Floras de Alicante, Adelaidas de Portugal”, que refiere Lorca, admirado poeta homosexual y universal cuyos restos quiere desenterrar un mal llamado “juez”. Yo me conformo con desenterrar su poesía, su belleza y su verdad.

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