Una tarde senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié. (A. Rimbaud)
domingo, 15 de febrero de 2009
Convocatoria (Narciso)
‘Si estás cansado y roto y tu vida es un aguacero y no puedes, no quieres dormir, y los vecinos te odian, y el panadero te odia, y anochece para ti mucho antes que para los demás; si vives en la soledad porque te lo mereces, si caes mal incluso a la gente que no te conoce, si te sientes por dentro como una lata caducada de alcachofas, si cambiarías tus recuerdos por los de tu peor enemigo; si a tu alrededor casi todo es mentira y tu no eres una excepción; si has olvidado hasta el nombre de tu madre, y tu casa está sucia, tu calle está sucia, tu vida entera está sucia; si allí donde vas se acaba la alegría cuando tú llegas, si los paisajes que te gustan están siempre extrañamente nublados, si no reconoces tus manos, si vives siempre en lunes y crees que toda la ciudad está conjurada contra ti; si las flores se esconden a tu paso, si a tu paso se apagan las luces de los escaparates; si ya no recuerdas el tacto enamorado de una piel, si todo lo que comes te sabe a ceniza y tierra, si los días son para ti una extensa herida del tamaño del viento; si ya nadie te conoce, si ya nadie te recuerda, si eres como un náufrago que llega después de muchos años a una tierra extraña, si no reconoces ya el lenguaje de los hombres; si lo mejor que hay en tu vida es meter las manos en los bolsillos vacíos; si no tienes a nadie a quien visitar en el cementerio; si no tienes que ir a recoger a ningún niño a la salida del colegio; si el peluquero te devuelve el pelo que te ha cortado; si a tu alrededor hay siempre, siempre, un aroma de metales fríos; si miedo es la palabra que más usas; si la primera y la última gota de lluvia caen siempre sobre ti; si te llegan telegramas urgentemente azules donde sólo pone stop; si los semáforos están rojos sólo para ti; si todos tus pañuelos son negros, y tus zapatos y tus camisas y tus calcetines y tu abrigo son negros como mortajas; si, cuando vuelves a casa por la noche, los macarrones secos de la comida te apuntan como cañones; si cada día cambian tu dirección, tu teléfono, tu nombre; si, de pronto, te encuentras rodeado de vinagre; si buscas tus motivos, tu razón de ser, la velocidad de tu sangre, y sólo encuentras hogueras sin fuego, caminos que acaban, lugares malditos; si buscas tu querer, tu sitio, tu fuerza, y sólo encuentras animales devorados, cuerdas infinitamente largas, colores de invierno; si buscas tu reposo, tu estatuto, tu poder, y sólo encuentras derribos, habitaciones malignas, metros de oscuridad; si buscas tu armonía, tu hueso central, tu argumento, y sólo encuentras facturas, minutos peligrosamente verdes, rastros de cianuro; si cada día te despiertas cubierto de telarañas; si te ocurre todo esto y de verdad estás solo, solo, solo, acude esta noche al Guacamayo Azul, en la orilla del río, a partir de las dos de la mañana’. (Extraído de El Guacamayo Azul)
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