- Esas cosas no tienen explicación ni respuesta, Finca, nadie se hace esas preguntas.
- Qué quieres que te diga, Vurdo, tal vez es que soy una perpleja o una asombrada o una curiosona sin más, pero, vamos a ver, por qué los tomates tienen que ser rojos. O los limones amarillos o naranjas las naranjas, en fin, para qué ese escándalo de color, esa falta de discreción repentina que tienen algunas plantas, algunos árboles, algunos humildes vegetales. Que, de pronto, de un árbol normalito, como todos los demás, crezca algo como un limón me sigue pareciendo absurdo, injustificable, equivocado. Es como si el arbolito se hubiera vuelto loco, no me digas.
- No, si te entiendo, creo que te entiendo… que un simple y sencillo arbolito del que nadie espera nada fabrique de pronto algo tan perfectamente complicado como un limón, la pura acidez distribuida en bolsitas empaquetadas con exactitud y envueltas en papel de regalo absolutamente amarillo escándalo, es algo que se escapa del todo al sentido común. De dónde saca un limonero esa inspiración y ese descarado golpe de carácter para fabricarse un limón, manda cojones.
- Pues eso, Vurdo, son cosas que asustan a cualquiera o, por lo menos, que hacen pensar. A ver, otra. Tú vas andando tranquilamente por el mundo, un campo aquí, una colina allá, bien, vale, ya estás metido en el paisaje de un paseo cualquiera, ¿no? Pues de pronto un río. Hala. No es sólo que mucha agua a la vez se haya encontrado, sino que además se ha puesto de acuerdo para ir deprisa a un sitio. A mí es que estas cosas me acollonan, Vurdo, qué le vamos a hacer.
- Mujer, lo del río se entiende del todo, el agua no tiene más posibilidad que un río.
- Tú es que lo ves desde la explicación racional… a mí lo del río me sigue pareciendo una barbaridad. Prueba, anda, coge un charco e intenta que vaya diez metros más allá… recuerda que el agua es insolidaria por naturaleza, siempre quiere ir a la suya, enseguida se esparce y se esconde y se pierde…
- Mira, Finca, a mí lo del río no me asombra ni me acollona, me parece muy normal.
- A ver, un escarabajo… no me digas que un escarabajo no es algo completamente absurdo y fuera de lugar, una locura viva. Y no me vengas con las necesidades de adaptación evolutiva y todo eso… tú mira directamente un escarabajo, sin prejuicios, y dime si es lógico que exista algo así.
- No, si te entiendo, pero ahí tienes al escarabajo. Se explica a sí mismo existiendo, empeñado en vivir. Ya está, Finca, ¿te parece poco?
- Hombre, si me dejara llevar y ante todo lo que viera me dijera solamente: pues mira qué bien, que cosa más rarita, realmente no pasaría nunca nada y enseguida me acostumbraría a los mayores absurdos y barbaridades y como si oyera llover…
- Pues eso, chata, que no está la magdalena para tafetanes, que esto de la vida está muy achuchado como para preguntarse por los limones: lo partes, lo exprimes y a otra cosa, cielo.
- Ya.
(Extraído de Cuescos -Narciso-)
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