Una tarde senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié. (A. Rimbaud)
domingo, 17 de mayo de 2009
El Comarcal del Jiloca cumple diez años
(El Comarcal del Jiloca, del cuadernillo especial del 15 de Mayo, con motivo del décimo aniversario)
Diez años, quinientas veinte semanas, doscientas sesenta citas quincenales con nuestros lectores
Incumpliendo una de las primeras afirmaciones de aquel editorial de nuestro primer número, volvemos aquí a hablar de nosotros, diez años después, porque la ocasión lo merece y porque creemos justo mostrar nuestros agradecimientos a tantas personas que han pasado por nuestras páginas.
Aclararemos, previamente, que la sujeción a nuestra periodicidad, imprescindible en cualquier medio de comunicación que se precie, se vio sólo quebrantada por el percance sufrido en nuestra oficina de la calle Ramón y Cajal de Calamocha, que dejo fuera de uso varios de los ordenadores. La inundación causada por los fuertes hielos de aquel invierno del año 2000 impidió que nuestro quincenal pudiera cumplir con una de sus fieles citas. Fuera de esta ocasión, desde aquel 14 de mayo de 1999 nuestro periódico ha llegado puntual a los quioscos y suscriptores; y vaya desde aquí este sincero agradecimiento a todos los que en estos años lo han estado haciendo posible.
En particular, a Maribel Lario, administrativa y redactora ocasional y durante tanto tiempo con nosotros, y a Marisa Yubero, periodista que acompañó los primeros años de existencia de nuestro periódico, los más duros, como en casi todo que empieza, y los de mayor esfuerzo. Aquellos años de continuos desplazamientos entre los municipios de nuestras comarcas en los que había que dar a conocer nuestra existencia y mostrar nuestra utilidad. Fueron los años de secciones como “La memoria comercial del Jiloca”, dedicada a recoger la larga vida de algunos de los comercios de mayor veteranía de nuestra zona; “Así somos, así estamos”, que recogía reportajes sobre nuestros pueblos; “El otro turismo”, que se destinó a mostrar la oferta de turismo rural de nuestras comarcas con reportajes de varias de las casas existentes por aquel entonces, o la que reflejó el estado de la mayoría de los castillos de estas tierras fronterizas, tantos de ellos en ruinoso u olvidado estado frente a otras joyas, como Peracense.
Pilar Esteban, calamochina de adopción y amiga, tomó el relevo de Yubero y aportó, a una redacción ya más experta y bregada por entonces, un conocimiento mucho más preciso de la realidad de la zona y una enorme capacidad de organización, redacción y trabajo.
Vicente Añón y Víctor Sanroma, también calamochinos, se sucedieron en la redacción, cuando Esteban tuvo de dejarla, y con ellos, otros tantos compañeros y compañeras, de colaboración más puntual y de otras localidades de nuestras comarcas. A la labor de todos ellos, nuestro mejor reconocimiento.
Gracias también a todos los vecinos que eligieron nuestras páginas para dejar sus opiniones, denuncias o elogios y, en especial, a los colaboradores fijos que pasaron por ellas. A Emilio Benedicto, la primera firma con que contó nuestra publicación; al incombustible Pablo Marco, valiente y comprometido; a Juan A. Usero, de prosa marcadamente lírica y variadísima temática; a José Mª Lainez, con sus aportaciones concretas de gestión y trámites, y, cómo no, a Servando Gotor y Olga Sánchez, que hoy nos acompañan desde posiciones tan dispares como valiosas, así como a Javi y su humor.
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