Una tarde senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié. (A. Rimbaud)
sábado, 13 de diciembre de 2008
El bobo de los bolones (María Jesús Mayoral)
"El Gomoso" y Tomasa Salido terminaron viviendo juntos, la gente murmuraba y en el bar donde, de tarde en tarde, se dejaba caer "El Gomoso" y durante el transcurso de una partida de cartas, se atrevieron a insinuarle la evidencia. El sacó una navaja trapera y la mostró a todos, diciendo.
- Achantar la mui que os convé. Sonsí.
Nadie comprendió sus palabras, pero si el mensaje del empalme de casi medio metro.
La Tomasa se quedó preñada al poco tiempo, él no quería saber nada de críos, así que la mandó a una bruja. Ella estaba muerta de miedo, era de noche y en el rostro arrugado de la vieja se reflejaban las llamas de la hoguera, sobre la que había clavado unas trébedes que servían de soporte a una marmita que humeaba y echaba un pestazo de mil demonios. La vieja comenzó a musitar ensalmos.
- Lucifer, por caridad, que este engendro deseo de tu mal llegué a ver la luz de la noche.
Tomasa, no entendía nada: pedir al diablo por caridad. No pudo callar.
- He venido aquí a malparir y le pide al diablo por caridad que lo que quema mis entrañas llegue a gallinero.
La vieja se echó a reir, mostrando sus encías encallecidas.
- No seas tonta, el diablo por caridad no da nada. Esta noche cuando te acuestes estarás limpia.
Así fue, antes de las doce notó como el vientre se le retorcía, se sentó como pudo en el mugroso retrete, echó un cuajo de sangre y tiró de la cadena.
Una mañana, cuando Tomasa se levantó, se encontró sin hombre, sin dinero y con la tripa llena. "El gomoso" cureló la gran timba que Felicísimo tenía guardada debajo de una baldosa y se dio el piro con una jovencita del barrio. Tomasa llena de desesperación salió al rellano y se tiró por las escaleras, con tan buena suerte que no se hizo nada, la ingresaron y dado su estado, estuvo internada hasta que se le presentó el parto. Mariano, se llamó la criaturita nacida de la desdichada Tomasa.
Mariano pertenece a la generación de los Planes de Desarrollo. Creció entre el Franquismo y la Democracia, aunque a él nada de esto le afectó; ni para bien ni para mal. Nunca reparó en las fotografías del dictador y más tarde del monarca que presidían el aula, ni echó en falta el crucifijo cuando lo quitaron. Acudía a clase cuando llovía o hacía frío, en cuanto llegaba el buen tiempo se perdía por la ciudad o por alguna escombrera cercana a su barrio. Su maestro tenía como lema: "La letra con sangre entra". A Mariano la letra no le entró, pero la sangre le salió a borbotones. Este pobre tonto fue siempre la risa de todos, los niños le decían que había nacido en un campanal y que una cigüeña le pisó la cara y que por eso era tan feo. A él, estos comentarios le hacían gracia, parece ser, porque cuando los oía ponía una mueca que denotaba agradecimiento.
El maestro cogía la regla y le señalaba diciendo:
- Nene, nene ven aquí.
Mariano se acercaba a la tarima con la cara encogida y el cuerpo encorvado abanicando los brazos al andar, como un simio después de la comida. El maestro le preguntaba.
- Dime los continentes.
Mariano ponía cara de duda y esforzaba su retorcida mueca para pensar, pasaban eternos los minutos y él permanecía callado. La inspiración se le presentaba de pronto y contestaba con la misma pregunta que le había formulado el maestro. Don Florián, le decía.
- Extiende la mano.
Mariano con expresión inocente, como si esperase recibir un caramelo, ponía la sucia y ajada mano. El maestro descargaba con fuerza la regla sobre las yemas de los dedos del pobre idiota y éste soltaba un grito similar al aullido de un animal. Don Florián con aire resignado, le decía.
- Siéntate y escucha.
- Sí, do-don Orián.
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