(Aunque como todo artículo periodístico envejeció inmediatamente, la información sobre China, extraída de un libro que se menta expresamente, resulta verdaderamente espectacular).
MAO MAO
Pasaron las Navidades. Y si hemos hecho caso al gobierno de España, “obrero” y “socialista”, habremos comido conejo en nuestra casa de treinta metros, embutiditos en nuestro jersey de mezcla para ahorrar energía.
Hogar, dulce hogar. Algo así como mi barricada: unos treinta metros y en lugar de calefacción, bufanda. Y ahora, en el 2008, las subidas: luz, gas, teléfono... Fruslerías. De hecho, cuando dan estas noticias en televisión siempre lo hacen sonriendo, ¿lo han notado? Qué graciosa la inflación, qué cosas tiene.
Bagatelas. Lo principal, que ha llegado el 2008 y las miradas del universo estarán pendientes de... -Chachán, redoble de tambores-. Pendientes de... ¡China!
Sí, de Pekín. Que de nuestra Expo mejor ni hablar: la noche de fin de año me deprimió la patética imagen que ofrecimos en Telecinco. Pero me consuela saber que, gracias a los Juegos Olímpicos de Pekín, poco se hablará de nuestra Expo (“summa intelligentia”). Sí, porque este año va a ser el de la presentación y puesta de largo del próximo imperio. Ya Napoleón -cuentan- predijo hace doscientos años que el XXI sería el siglo de China. Atrás queda Roma, la Monarquía Hispánica, la Commonwealth británica y el Imperio colonial francés. Y en cuanto a USA, 2008 anuncia el principio del fin.
Lo importante es que no va a ser sólo un cambio de imperio, no. Lo que se nos avecina es, nada menos que un relevo de civilizaciones (sí, “relevo”, no “alianza”). Inaudito: Confucio y taoísmo en vez de Aristóteles, ahí es nada. Y no sólo eso: por vez primera un estado rico y poderoso regirá los destinos del mundo sin ningún antecedente cristiano. Así, que se acabó. Ya vale. Que Occidente llevaba muchos siglos como ombligo del mundo (ónfalo cósmico). Ahora, China: un “estado socialista de derecho”, una “economía socialista de mercado”.
Ya lo dijo Deng Chiao Ping en 1980, pasando página a la Revolución cultural: “Es glorioso hacerse rico”. La sentencia -dicen- es de Confucio, dos mil quinientos años atrás. ¡Dos mil quinientos!
Y es que hablar de China es hablar de números brutales. Vean estos (la fuente: “El Enigma Chino”, de Marcelo Muñoz): oficialmente se reconocen 1.300.000.000 de habitantes aunque, de hecho, andan por los 1.600.000.000, cifra similar a la población de toda América (la del Norte, Centro y Sur) más la de Europa, incluida Rusia. Buena parte de esa población vive ya en grandes ciudades: siete de ellas superan los 10.000.000 de habitantes (más que Alemania); dieciocho, entre 4.000.000 y 9.000.000; veinticinco entre 2.000.000 y 4.000.000; ciento veinticinco -¡ciudades!- entre 1.000.000 y 2.000.000. Y 108 -nótese bien: 108 ciudades- superan los 500.000 habitantes. Sólo en Pekín, Shanghai y Cantón se están construyendo más de cuarenta ciudades satélite para absorber a la inmigración campesina.
Más: se calcula que 2007 habrá terminado con cerca de un millón de personas con un patrimonio superior al millón de euros, de las que más de quinientas se acercan a los cien millones (hablamos de China, claro). Y unos ciento treinta millones tienen un poder adquisitivo superior a la media española.
Más: el chino es el idioma más hablado en el mundo. China, el mayor país de habla inglesa: 250 millones de escolares estudian inglés, más que en USA. El salto al ordenador ha sido vertiginoso: de los 4.000.000 de internautas que había en 1999 se ha llegado a más de 200.000.000 en el 2007 y se calcula que cada día -¡cada día!- se estrenan 100.000 internautas.
Más... ¿Más? Hay mucho más. Pero como muestra, vale.
En fin, no desfallecer (“siempre nos quedará París”): nuestro estado se fortalece día a día... pero frente a nosotros, los ciudadanos. Nos tiene más controlados. Las libertades más recortadas. Y los pisos de treinta metros, creciendo como setas. Vamos, algo parecido a la China... de Mao.
(El Comarcal del Jiloca, 11/1/2007)
No hay comentarios:
Publicar un comentario