domingo, 21 de diciembre de 2008

Montalbano sono (María Jesús Mayoral)

Montalbano sono (Montalbano soy).

Así responde al teléfono el comisario más famoso en Italia. Porque no es lo mismo decir Montalbano sono, que decir Sono Montalbano. Cuando un italiano antepone el apellido se delata: es siciliano

Salvo Montalbano es un personaje creado por Andrea Camilleri tomando como patrón a Pepe Carvhalo, el detective que salió de la mano de Manuel Vázquez Montalbán. En honor a su amigo y aprovechando que Montalbano es un apellido muy español y muy común en Sicilia, Camilleri da vida a un comisario que mantiene en vilo a toda Italia. Y decide reconvertirlo en comisario de policía porque el escritor, como buen siciliano, sabe que un detective en Sicilia no tiene futuro y probablemente ni presente. La Isla es la Isla y tanto las formas como las acciones son para entenderlas: los prejuicios, la superstición y la costumbre son viejas raíces atávicas que caracterizan los sicilianos. Otra novedad en la obra de Camilleri es la elección de un lugar imaginario donde desarrollar la acción: Vigata. Quizá lo hizo con el fin de evitar las típicas suspicacias isleñas, aun así retrata magistralmente la Sicilia que tan bien conoce este agrigentino nacido en Puerto Empedocle.
Salvo Montalbano es un comisario de policía casi cincuentón, con una eterna novia -que vive en el norte de Italia- a la que deja plantada en más de una ocasión por un buen plato de pasta a la Norma. Camilleri carga con sutil ironía las historias y hazañas en las que se enreda un héroe limitado por la edad, es decir, la acción para él no entraña un riesgo sino un serio peligro. Puede tirarse de un coche en marcha, derribar una puerta con el hombro, saltar un tapia; pero sale magullado y renqueando durante algún tiempo. Pero el mayor atractivo de Salvo reside en los clásicos prejuicios meridionales con los que sabe adornarse y ampararse. Astuto y tierno el comisario consigue mantener la atención de una lectura rápida y entretenida.
Añadir también que el ambiente en la comisaría de Vigata resulta encantador: un tonto en la centralita, un joven responsable y teórico, un solterón que se mete en líos de faldas, un fitipaldi como conductor… En fin todo un despropósito.
Lo cierto es que Italia la gente siente fervor por Salvo Montalbano. Colabora a ello la magnífica serie de televisión que ha hecho RAI: quince capítulos, a los que hay que añadir los cuatro que emitieron el pasado mes de noviembre. Hasta tal punto es famoso este comisario, que en una entrevista le preguntaron a Camilleri, si las mujeres deberían llevar luto por la muerte de su personaje, ya que en una de sus últimas novelas hacía presagiar un trágico final. El escritor le contestó con su característica ironía: “El final de Montalbano sólo lo sabe mi mujer, mi editora y yo”.
Aunque la traducción española es buena, no transmite el sarcasmo de Camilleri, mejor dicho, resulta imposible transmitirlo. Y es que Camilleri utiliza y maneja el dialectal con una soltura que hasta los mismos italianos se pierden leyendo las aventuras de Montalbano. Y es en el dominio del lenguaje donde Camilleri descarga su sarcasmo, llegando a emplear registros magistrales. Algunos fundamentalistas del italiano no consideran muy académica esta forma de escribir, pero lo cierto es que sabe desatar la carcajada de manera natural, yo me atrevería a calificarla de bárbara.
En estas fiestas que se avecinan y en las que tan necesarias se hacen las compras como el recibir regalos, os recomendaría algunos títulos de Montalbano que ha editado Salamandra: El perro de terracota, La forma del agua, El olor de la noche, El ladrón de meriendas, La voz del violín. También podéis escoger la económica versión de bolsillo.
Espero que os enganche mi comisario favorito.

María Jesús Mayoral Roche

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