Negros.
Negros paseando por Zaragoza.
Por El Gancho.
Buhoneros.
A mi me recuerdan a aquellos otros americanos de los sesenta que pululaban por la ciudad con dólares y chicles. La comparación resulta inevitable ya que por muchas "monis" que estos tuvieran y por mucho que representaran al imperio yanki, unos y otros, víctimas del sistema, se representan a sí mismos, representan el hambre y la pobreza... Por eso tuvieron que dejar a sus casas y a sus gentes. El de la foto, Jorge (entrañable Jorge), murió pocos años después en Vietnan. Muy joven, claro...
Afinidad y contrastes entre unos y otros me sugirieron un relato: "San Pablo fusion, morna-blues". Aquí va un corte en el que recreo la carta de una de aquellas pobres chicas zaragozanas (tan víctimas como ellos) que para huír de la pobreza y de la prostitución se casaban con esos pobres americanos y, como ellos, también tuvieron que abandonar esta su tierra y estas sus gentes.
* * *
Preciosa,
estabas preciosa en el anden
cuando partí.
Preciosa
¿Te acuerdas, nena? ¿Lo recuerdas?
Ibas de domingo y llevabas bolso
Intento recordar una imagen de John, del pobre John, pero sólo me viene la de Dondieu. Llevaban siempre corbata, iban con traje y eran buena gente. John. Nunca los vi de militares. Poor Johnny, se enamoró locamente de Priscila, nombre de guerra de la Menchu, una morenita de Boquiñeni que vivía en las Fuentes, teñida de amarillo manzanilla y que conoció en un bar de ambiente, de mal ambiente... un club de alterne... barra... ¿americana...? Se casó con ella, alquilaron una chalecito en una moderna urbanización en Ohio y tuvieron tres niños: Tomás, negro como la caoba; Menchu, preciosa morena, casi una negrita desteñida y el mayor, Mariano, ojos azules y rizos dorados y sedosos... ¿A quién habrá salido?, preguntaba mosca el buen John. Al abuelo, Johnny, contestaba la Menchu, al abuelo Mariano, no seas malpensado, si lo hubieras conocido en persona lo tendrías claro; sí, ya, pero las fotos... en fin, hay gente que nunca sale como es. Se adoraron fueron felices y comieron perdices en aquella urbanización de clase media americana que para la Menchu era lo mejor que había visto en su vida. Si sus amigas de Boquiñeni la vieran, si vieran el chalecico en que vivían, con un jardín y todo en la parte de atrás... Bueno, pues lo vieron, claro que lo vieron, ya se encargó la Menchu de que media Zaragoza lo viera: hizo fotos instantáneas y en color con una polaroid cuando aquí aún faltaban años para que salieran las kodac instamatic. En los Estados Unidos de América se ve la televisión en color y con mando a distancia, algún día sabréis de lo que os hablo, decía a su madre en una de las cartas. Vivimos en un pueblo todo de chalés nuevos y modernos, la gente vive entrampada para toda su vida y aunque no tenemos iglesia hay en su lugar una tienda enorme que venden de todo; supermarket, la llaman, es como un vegé pero a lo bestia, hay comidas rarísimas, si supierais lo que echo de menos la borraja y los garbanzos, las madejas y las morcillas, el ajo y el aceite... Pero hay también cosas muy buenas, por ejemplo unas rosquillas pequeñicas muy blandicas que les llaman donnuts, riquísimas... Cuando vuelva a España llevaré alguna para que la probéis. También hay tiendecicas en las que todo está a cinco o diez céntimos. Hay tantas cosas... Y eso que esto no es como Chicago. ¿Os dije que estuve en Chicago? Igualito, igualito que en los Intocables. Fuimos a ver a la familia de Johnn. Pero lo mejor cuando vi un teatro que el cartel era como el del cine Coso, y ¿a qué no sabéis cómo se llamaba el teatro ese o lo que fuera? Aragón, ¡sí, se llamaba Aragón! No lo pude evitar, se me puso la carne de gallina y lloré como una tonta. Ah, y no os creáis, que aquí todo el mundo viene como yo, como nosotros, de lugares muy sencillos. Ah, y los maricas no llevan sombrero, ¡habráse visto!. En fin, ya os contaré. Lloro mucho porque echo de menos el barrio y el pueblo, y porque con John fuera me siento más sola que las moscas. Además, aquí es como si no hubiera vecinos: nadie habla con nadie. A John le digo que los americanos tienen la sangre de cocacola y John me ha dado un libro, en español, claro, que habla sobre una familia americana para que me vaya adaptando, unos tal Wapshot... Pero no me puedo quejar, sobre todo cuando me acuerdo de la Puri, la pobre, ella sí qué, allí en Alemania con el Paco, los dos trabajando tanto, qué triste. Nosotros, por lo menos, no somos extranjeros aquí. Fíjate que hasta puedo votar. Sí: yo puedo votar para elegir al Presidente de los Estados Unidos. Ya os contaré, ya os contaré qué es todo eso de la democracia... ¿Y sabéis a quién voy a votar? A Kennedy. ¿Habéis oído hablar de él? Bueno, muchos besos y espero que podáis cambiar por pesetas estos veinte dólares que os mando. Tu hija Menchu que tanto te quiere...
Y entonces grité llorando
Asomado a la ventanilla grité.
Tú me decías adiós, adiós
Me decías adiós
Y el bolso se soltó de tu hombro y por poco lo pierdes
Pero no se cayó, nena
No, no, el bolso no llegó a caerse
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