jueves, 12 de noviembre de 2009

El eterno retorno (Servando Gotor)


También yo, como Stocovick, tenía mi propio estanco, el mío, con ruidosos goznes y empañadas vitrinas. En plena calle de los Peligros, la misma en que alquilé una vieja buhardilla cuya renta engullía el mísero jornal que como cobrador de la compañía de tranvías conseguía los fines de semana, completando así el sueldo fijo en la construcción. También yo escribí cartas de amor ridículas y versos románticos que al momento era necesario destruir por insoportables pero que eran bien vistos en el estanco, donde los días de lluvia (también los días de lluvia) formábamos un corrillo con miras literarias porque al estanquero, ay, le gustaba Bécquer y nos recitaba poemas de Pessoa, por dentro no dejamos de cambiar. Yo veo en mí a quien antes nunca vi. Y me sobraba tiempo para estudiar, suspender y soñar, leyendo a Faulkner y envidiando desde mi ventana al tranviario que pilotando entre la lluvia repetía eternamente el mismo trayecto, la misma canción.

(Extraído de "El olor de tu pelo entre la niebla")

Foto: Minetta Street en Greenwich Village (sur de Manhattan)

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