Villamayor de Gállego, 6 de abril de 2010
En la trasnochada la luz se alarga, vamos hacia el verano. Las propuestas turísticas despegan en mitad de la crisis; aunque la oferta que va a batir el record este año va a ser el Camino de Santiago, todos a ganar el Jubileo. En esta trasnochada voy a contar mi peregrina experiencia, más inhumana que divina.
Tengo una “amiga” obsesionada por hacer el Camino de Santiago una y otra vez, para ella es una meta espiritual desde que se leyó el libro de Shirley MacLaine, en el que relataba sus vivencias haciendo el Camino de Santiago. Le emocionó tanto aquella lectura, que se empeñó en que me lo leyera. No pude terminarlo. Opino que las experiencias espirituales jamás deben contarse; este es el primer principio. De hecho los más grandes profetas de la historia no dejaron nada escrito: Buda, Jesucristo. Añadir, que lo que nos relata Shirley MacLain es un cuento de ciencia ficción a lo bestia que no aporta nada nuevo, salvo la fantasía. Reconozco que soy una mujer de fe, pero nunca me he sentido atraída por el Camino de Santiago. La vida del peregrino es muy dura y eso de pasar penurias y estar a expensas de los rigores climáticos no me va, tampoco me va dormir en albergues ni llevar cargas a la espalda. No obstante, esta “amiga” fascinada por el libro de la MacLaine, me convenció para hacer un tramo del camino: Somport-Jaca, el más duro.
Quedamos un viernes por la tarde en la antigua estación de Agreda para ir a Jaca en autobús. Mi sorpresa fue mayúscula al verla aparecer cayado en mano, con la vieira colgada de la mochila y toda una serie de distintivos peregrinos en los aparejos que llevaba. Nunca la había visto de esa guisa. Lo cierto es que aquella presentación me pareció poco seria. A eso de las tantas de la noche llegamos a un albergue que hay en Somport, un alma nos abrió la puerta, nos cobró y pasamos allí la noche. En cuanto amaneció nos echamos al camino, porque aquello era echarse al camino; meterse entre el fango y las ovejas, cuesta abajo y en ayunas. Un montañero apareció y mi “amiga” con gran regocijo le dio los buenos días del Camino. Él contestó secamente que no hacía el camino, que él hacía senderismo. Llegamos a Canfranc y desayunamos en un bar, poco rato, a mi amiga se le enfriaban los miembros y luego no podía caminar. Aquello comenzaba a no gustarme, eso no era lo que me había contado del camino, no era lo convenido. Esas no eran las condiciones que yo había puesto y ella había aceptado. Cada uno conoce sus limitaciones y yo conozco las mías, yo no puedo correr o ir a marchas forzadas, y cuando ando necesito comer. Pues bien, a marchas forzadas llegamos a Villanúa. Los pies, que en la vida me habían ocasionado problemas, me pedían auxilio: estaba machacada. Mi “amiga” daba por sentado que esto me iba a pasar; aunque eso no era lo que ella me había contado. Como estimó que yo estaba mal y que no podía seguir andando, ella decidió seguir adelante a su paso sin decirme más. Yo, como pude, seguí adelante sola. Ni un alma en el camino y las flechas del Camino mal indicadas. En aquellos momentos me sentí desfallecer y me preguntaba si era posible lo que me estaba pasando, si era real. Me di cuenta de que estaba completamente sola y que cada paso era un dolor. Entretanto mi “amiga” había desaparecido. Después de perderme, como pude, llegué a Castiello de Jaca; allí estaba mi “amiga espiritual” sentada en una piedra comiéndose un melocotón. Le pregunté si íbamos a comer en Castiello y me respondió que ella se daba por comida y que se iba a Jaca para reservar sitio en el albergue. Para terminar de adornarla, añadió que cogiera el autobús para ir a Jaca y que una vez allí preguntara dónde estaba el albergue. Valoré la posibilidad de cabrearme y estimé que no iba a servirme de nada, preferí tomarme aquel suceso como una lección más que nos da la vida. Pero en cuanto llegué a Jaca le dije: lo siento no puedo seguir, mañana me voy a Zaragoza.
Esta es mi experiencia del Camino de Santiago. Decir que se me cayeron las uñas de los pies y que durante dos años colearon las secuelas de este episodio en mis dedos. Desde entonces todos estos seres superiores que se declaran espirituales me dan miedo. Lejos de lo que se pueda pensar no dejé de ser amiga de este ser espiritual, todo un ejemplo de ir a su bola.
Pos ¿y tú qué te pensabas kera el camino? ¿Lautopista de Vinarós...?
ResponderEliminar(Ahora en serio: muy bueno... sobre todo lo de las uñicas de los pies).
Este problema que te surgió es muy frecuente. Lo cierto es que la persona que más fuerza o aguante tenga es la que debe adaptarse a la que no la tiene. Así debería ser la convivencia. Lo de tu amiga -pedona que te diga- se llama egoismo.
ResponderEliminarEsto es como cuando van a esquiar dos amigos y uno que no sabe y el otro es experto. Está claro que el que no sabe no puede bajar las pistas más difíciles, por lo tanto el otro se tiene que adaptar al que no sabe. Y si se aburre, haberlo pensado antes.
El problema es el egoismo -pienso yo-.
Salud!!!
Vladimira
Ciertamente es un problema de egoísmo, pero ante todo de no saber estar sola. Yo, cuando quiero hacer lo que me da la gana, ver lo que me interesa, comer lo que apetece; no arrastro a nadie para que me acompañe, ni intento convencer a quien sea por el hecho de ir en compañía: cuando quiero ir a mi bola me voy sola.
ResponderEliminarMaría Jesús Mayoral Roche
Uy, eso que dices es una verdad como un piano de cola!!!
ResponderEliminar¿por qué hay tantas personas que no saben estar ni disfrutar en soledad?
No se.
Vladimira
Siempre he odiado las caminatas, los deportistas de pro que luego estan todo el día enfriados y con la "Baja", siempre, desde mis años estudiantiles me las ingeniaba para no aparecer por la clase de gimnasia. Me gusta andar a mi manera y dormir en cama, !SOY DE PUEBLO! y la verdad, me va bien, hasta hoy a mi edad jamás un mal trago. Eso si, me alimento de productos naturales y me ASCO LOS PARTIDOS DE FUTBOL Y EL DINERO QUE SE LLEVAN, !Bueno! seguimos siendo un país de Berlanga.
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