X.- IN TABERNA QUANDO SUMUS
Antón se hallaba ojeando de forma distraída el periódico, cuando un titular le llamó la atención: “EL VERDADERO GOL DE MARCELINO” .
El periodista daba cuenta de cómo uno de los acontecimientos más celebrados en la España de su infancia, repetido hasta la saciedad en todos los medios de comunicación, uno de los mayores logros de la España franquista, una de las mayores ocasiones que viera la historia, la derrota del comunismo ateo por el nacional-catolicismo, hubo de ser amañado para poder ser transmitido por el NO-DO, aquel tedioso noticiario que había que tragarse previamente a la proyección de la película en los cines.
El hecho fue que el 21 de junio de 1964 se disputó el campeonato de Europa de fútbol, en el estadio “Santiago Bernabeu”, entre los equipos de España y la U.R.S.S. Cuando Marcelino marcó el segundo gol, asegurando la victoria para el equipo español, todo el estadio y todo el país se elevó a la más alta cima de su historia. El NO-DO ofreció un reportaje, que se emitió durante meses en todos los cines españoles. En él, Amancio lanzaba el balón desde la banda y lo recogía Marcelino con la cabeza marcando el gol. Cuarenta y cuatro años más tarde se confesaba el amaño chapucero que suponía tal reportaje. Quien despejó desde la banda fue Pereda, pero como no se había grabado ese despeje, se hizo un montaje con otra jugada de Amancio y así quedó inmortalizado para la historia.
No es que le sorprendiera conocer semejante grosero chanchullo en aquella España de burdas mentiras y que se le hurtara al pobre Pereda, que se guardaría muy bien de protestar, la parte alícuota que en la hazaña le correspondía, sino que el secreto fuera guardado durante tanto tiempo y que su país escondiera tantos cadáveres (no solamente morales) en su sentina.
No pudo por menos que evocar aquellas tediosas tardes de domingo releyendo viejos tebeos de El Jabato, mientras su padre, con la oreja pegada en el aparato de radio, lápiz y quiniela en mano, seguía, por aquél programa de radio “Carrusel deportivo”, los avatares de los distintos partidos que se jugaban, con la vana esperanza de acertar los catorce resultados, que le sacaran de la pobreza y le catapultaran, a él y a su familia, a una vida feliz y desahogada, para terminar el día con la amarga decepción de que la suerte había pasado otra vez de largo y volver al domingo siguiente con renovada ilusión.
El periodista daba cuenta de cómo uno de los acontecimientos más celebrados en la España de su infancia, repetido hasta la saciedad en todos los medios de comunicación, uno de los mayores logros de la España franquista, una de las mayores ocasiones que viera la historia, la derrota del comunismo ateo por el nacional-catolicismo, hubo de ser amañado para poder ser transmitido por el NO-DO, aquel tedioso noticiario que había que tragarse previamente a la proyección de la película en los cines.
El hecho fue que el 21 de junio de 1964 se disputó el campeonato de Europa de fútbol, en el estadio “Santiago Bernabeu”, entre los equipos de España y la U.R.S.S. Cuando Marcelino marcó el segundo gol, asegurando la victoria para el equipo español, todo el estadio y todo el país se elevó a la más alta cima de su historia. El NO-DO ofreció un reportaje, que se emitió durante meses en todos los cines españoles. En él, Amancio lanzaba el balón desde la banda y lo recogía Marcelino con la cabeza marcando el gol. Cuarenta y cuatro años más tarde se confesaba el amaño chapucero que suponía tal reportaje. Quien despejó desde la banda fue Pereda, pero como no se había grabado ese despeje, se hizo un montaje con otra jugada de Amancio y así quedó inmortalizado para la historia.
No es que le sorprendiera conocer semejante grosero chanchullo en aquella España de burdas mentiras y que se le hurtara al pobre Pereda, que se guardaría muy bien de protestar, la parte alícuota que en la hazaña le correspondía, sino que el secreto fuera guardado durante tanto tiempo y que su país escondiera tantos cadáveres (no solamente morales) en su sentina.
No pudo por menos que evocar aquellas tediosas tardes de domingo releyendo viejos tebeos de El Jabato, mientras su padre, con la oreja pegada en el aparato de radio, lápiz y quiniela en mano, seguía, por aquél programa de radio “Carrusel deportivo”, los avatares de los distintos partidos que se jugaban, con la vana esperanza de acertar los catorce resultados, que le sacaran de la pobreza y le catapultaran, a él y a su familia, a una vida feliz y desahogada, para terminar el día con la amarga decepción de que la suerte había pasado otra vez de largo y volver al domingo siguiente con renovada ilusión.
(...)
(Antonio Envid Miñana El tenue aroma de la acacia)
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