o tal vez ayer
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Hoy ha muerto mamá, o tal vez ayer. No lo sé.
Me costó más de diez años darme cuenta de que realmente era estúpida.
Y papá ha elegido uno de los ataúdes más baratos.
Cuando íbamos a patinar, ella siempre se quedaba sentada
fuera de la pista: ‘A mí me gusta mucho patinar, pero por el otro lado
del hielo’, ¡dios mío, lo decía de veras!
-
La echo tanto de menos.
Y aquella navidad en la que me regaló papel de regalo
envuelto en papel de regalo envuelto en papel de regalo.
‘Sorpresa de Moscú’, me dijo. Estuve varias semanas intentando
averiguar el presunto mensaje profundo del fascinante obsequio.
-
Después del funeral, al salir de la iglesia, el ataúd se ha desfondado:
y mamá rodando por las escaleras, con los muslos a aire
y un crisantemo en la boca.
Ella, que no soportaba que la vieran despeinada.
-
Se sentaba en su sillón preferido, mirando al jardín, y así se pasaba
toda la tarde, sin moverse, sin parpadear: ‘Me gusta ver cómo crecen
las rosas’, decía siempre: ¡y hablaba en serio!
-
Cuando vio el tatuaje que Lorna se había hecho en la nalga izquierda,
mamá se empeñó en que quería un tatuaje ¡de sí misma! y de cuerpo
entero, pero ¡siete centímetros más alto que ella!
-
La echo tanto de menos, la odio tanto.
Cada cierto tiempo nos contaba la anécdota del coche de su padre,
del abuelo: decía que le puso un motor nuevo, pero olvidó sacarle
el viejo y… desde entonces corría a más de trescientos por hora:
¡para mamá no era ninguna broma!
-
Le gustaba tanto la historia de aquel vecino que le había puesto
a su perro una lentilla en el ojo derecho con la silueta de un gato,
¡y se pasaba el día entero corriendo en círculos!
-
Mamá, mamaíta, te odio tanto, te hecho tanto de menos.
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Hoy ha muerto mamá, o tal vez ayer. No lo sé.
Me costó más de diez años darme cuenta de que realmente era estúpida.
Y papá ha elegido uno de los ataúdes más baratos.
Cuando íbamos a patinar, ella siempre se quedaba sentada
fuera de la pista: ‘A mí me gusta mucho patinar, pero por el otro lado
del hielo’, ¡dios mío, lo decía de veras!
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La echo tanto de menos.
Y aquella navidad en la que me regaló papel de regalo
envuelto en papel de regalo envuelto en papel de regalo.
‘Sorpresa de Moscú’, me dijo. Estuve varias semanas intentando
averiguar el presunto mensaje profundo del fascinante obsequio.
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Después del funeral, al salir de la iglesia, el ataúd se ha desfondado:
y mamá rodando por las escaleras, con los muslos a aire
y un crisantemo en la boca.
Ella, que no soportaba que la vieran despeinada.
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Se sentaba en su sillón preferido, mirando al jardín, y así se pasaba
toda la tarde, sin moverse, sin parpadear: ‘Me gusta ver cómo crecen
las rosas’, decía siempre: ¡y hablaba en serio!
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Cuando vio el tatuaje que Lorna se había hecho en la nalga izquierda,
mamá se empeñó en que quería un tatuaje ¡de sí misma! y de cuerpo
entero, pero ¡siete centímetros más alto que ella!
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La echo tanto de menos, la odio tanto.
Cada cierto tiempo nos contaba la anécdota del coche de su padre,
del abuelo: decía que le puso un motor nuevo, pero olvidó sacarle
el viejo y… desde entonces corría a más de trescientos por hora:
¡para mamá no era ninguna broma!
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Le gustaba tanto la historia de aquel vecino que le había puesto
a su perro una lentilla en el ojo derecho con la silueta de un gato,
¡y se pasaba el día entero corriendo en círculos!
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Mamá, mamaíta, te odio tanto, te hecho tanto de menos.
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Paula Parcial
O tal vez ayer
De Cazador de faisanes, R. y P. Parcial, ‘Las Parcialas’
Ediciones Inéditos Definitivos, Zaragoza, 2008
De Cazador de faisanes, R. y P. Parcial, ‘Las Parcialas’
Ediciones Inéditos Definitivos, Zaragoza, 2008
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