Una tarde senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié. (A. Rimbaud)
sábado, 5 de septiembre de 2009
El bueno de Jules (Narciso)
Jules siempre había preferido lo simultáneo. Lo sucesivo le parecía una prolongación injustificada que lo ponía muy nervioso. Necesitaba imágenes completas, que la mirada pudiera abarcar todo al mismo tiempo. No toleraba siquiera que las cosas tuvieran un detrás, una cara oculta, y mucho menos que tuvieran un luego, un después. Vuelva usted dentro de un rato, que ya estará arreglado. Pero Jules no podía visualizar un rato. Mire, yo sólo le dejo que me cambie el tubo de escape si me deja ver cómo lo hace. No se preocupe, hombre; este es el nuevo, el que voy a poner en su coche, y cuando usted vuelva dentro de un rato, le enseñaré el viejo, el que habré sacado de su coche. No es eso, no es eso, explicaba Jules. Yo confío en usted, pero necesito estar viendo como cambia el tubo de escape. Quizá tenga usted muy claro que este tubo de escape nuevo que ahora me enseña será el mismo cuando ya esté instalado, pero yo no, ni mucho menos. En un rato, como usted dice, caben cientos de tubos de escape… ¿son todos el mismo? Lo dudo. ¿Pero dónde están los cien tubos de escape?, preguntaba perplejo el mecánico. Sólo hay dos: el nuevo y el viejo. ¿O tal vez quiere usted decir que en un rato voy a cambiar el tubo de escape de su coche y de otros noventa y nueve? Déjeme el tubo de escape, decía Jules al mecánico. Y ahora dese la vuelta un segundo, por favor. El mecánico, de mala gana, se daba la vuelta un segundo. ¿Es este el mismo tubo de escape? Claro, respondía el mecánico. Es usted un insensato y no me va a cambiar el tubo de escape.
(Extraído de 'Cuescos' -Narciso-)
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