Fin de vacaciones. Cambio de libros. Ahora ando por mi barricada con manuales de consulta. Busco uno que defina de la forma más sencilla el concepto “progresividad fiscal”. Y hay tantos, tan buenos y tan claros que me resulta difícil quedarme con uno.
¿Qué es la “progesividad fiscal”?
A modo de ejemplo, que si tú ganas 100, pagas 10, pero si ganas 1000 no pagas 100 sino 120, y si ganas 10.000 no pagas ni 1.000 ni 1.200, sino 1500. Es decir, no se contribuye “en proporción” a lo que ganas, no se paga aplicando a tus rentas un porcentaje fijo, sino que se establece una escala por tramos aplicando a cada tramo un tipo más alto. ¿Por qué? Pues porque se entiende que aquellos que más ganan, aquellos que más se han beneficiado de la sociedad, más deben devolverle. Así de sencillo. Este es el principio de “progresividad” fiscal. En resumen, que quien más gana más debe pagar al fisco.
El sistema –como toda obra humana, por lo demás- plantea sus problemas. Faltaría. De entrada, siempre hay un tope, un techo o plafón, a partir del cual todas las rentas contribuyen ya con un porcentaje fijo inamovible: la escala tiene un límite y todo lo que se gane a partir de diez millones, por ejemplo, tributará ya a un tipo fijo, pongamos que del 50%, ganes mil o cien mil. Otro problema es la arbitrariedad con que se establece el punto en el que cerramos un tramo y abrimos el siguiente (¿por qué a partir de 100 el primero y no a partir de 150, o por qué a partir de 1000 el segundo y no de 1.500 o de 3.000…?). O el porcentaje mismo en cada tramo (¿por qué en el segundo ponemos un 12% y no un 14, por ejemplo?). O el establecimiento de lo que se denomina el “mínimo exento”, que no es otra cosa que eximir de pago a las rentas que no alcanzan una cifra determinada.
La determinación, pues, de estas divisiones resulta arbitraria y está al servicio de aquella suma total que el Estado quiere recaudar. Este es el interés principal. Y establecida dicha suma, y a su servicio, se confeccionará la escala progresiva del impuesto. Progresividad esencial por “social”. Pero, insisto: la división de los tramos y el establecimiento de porcentajes (los “tipos de gravamen”) es harina de otro costal. Si bien, depende de ello el que el sistema sea “más” o “menos” progresivo.
La intención social, en todo caso, resulta incuestionable. Y su filosofía, de una elementalidad casi pueril: que pague más quien más gane. Eso es progresividad fiscal.
Pues bien, aquí, un socialista licenciado en Derecho llegó a Presidente del Gobierno sin tener claro concepto tan simple. El experto de su equipo (Jordi Sevilla) le dijo, que tranquilo, que en dos tardes lo aprendería. Pero yo dudo que pueda aprenderlo quien no lo consiguió ni al abrigo de tantos años de militancia socialista ni después de haber pasado por la Facultad de Leyes. De hecho aquel experto que le dijo lo de las dos tardes, como el resto de los escasos expertos con los que en principio se rodeó, ya no está en su equipo, la economía brama, y nuestro Presidente sigue con la misma sonrisa flamante con la que afrontó su vergonzosa laguna cultural y –lo que es peor- social. Ahora se hace acompañar por otras “expertas”. Expertas en fotografiarse con el puño tan alto como el tramo fiscal acorde a sus ingresos. ¿Socialistas? Ja.
Pero, en fin, como decía Oscar Wilde: ya que no podemos cambiar el mundo… cambiemos al menos de conversación.
(El Comarcal del Jiloca, 18/09/09)
No hay comentarios:
Publicar un comentario