sábado, 5 de septiembre de 2009

LA VECINA (Antonio Envid)


La luz filtrada por los visillos de la ventana, su perfume, los adminículos sobre el tocador, objetos litúrgicos sobre un ara, todo contribuía a hacer de su dormitorio la cámara sagrada de una femenina deidad. Me sentaba sobre sus rodillas y frente al espejo me acariciaba, con la ternura con que una joven acaricia a su muñeco de trapo, me peinaba y me perfumaba con agua de colonia. Yo la contemplaba a través del espejo y a veces veía extrañado temblar en sus ojos una lágrima.

De tarde en tarde se oía el ruido de un llavín en la puerta del apartamento. Un hombre de mirada fría, incluso hostil hacia mí, llegaba. De pronto me encontraba en la soledad del rellano de la escalera, expulsado del paraíso, impotente y dolido.

Fue mi primer amor. Ella ni siquiera podía llegar a suponerlo.

(Extraído de 'El tenue aroma de la acacia' -Antonio Envid Miñana-)

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