domingo, 18 de octubre de 2009

EL GRITO EN EL CIELO (Servando Gotor)


El pueblo en cuanto tal no existe. Es una entelequia, un tropo, una sinécdoque. Sólo ocasionalmente, cuando se producen manifestaciones colectivas, parece vislumbrarse como una realidad. Las revoluciones, como caso extremo, y las elecciones, como supuesta normalidad democrática, son las dos manifestaciones punteras de esa ilusión.

Si ahora que los ejercicios nemotécnicos andan tan en boga nos trasladamos a nuestro origen más próximo, concluiremos que la sociedad que sufrimos arranca de la oposición de determinados “grupos” (en el sentido más amplio del término) al régimen dictatorial impuesto tras la Guerra Civil. Aquella dialéctica, denominada “transición”, fue otra manifestación original y extraordinaria de esa ficción llamada “pueblo”. Y esos “grupos” –de extrema heterogeneidad- se unieron bajo una única voz: “libertad”.

Pero ¿qué entendían por “libertad”? El devenir de la historia nos ha demostrado que, aquello que entonces parecía tan claro, describía dispares ilusiones si bien bajo un común denominador: la “liberación” de la dictadura (el “pueblo”, en cambio, lo que entendía por “libertad” era el logro de un “régimen de libertades”). Así, mientras unos concretaban esas ilusiones en una democracia cristiana, otros aspiraban a una democracia liberal, y si algunos soñaban con una social democracia otros reclamaban una democracia socialista o comunista de tintes marxistas. Dejo al margen grupos extremos, como anarquistas, leninistas, maoístas o fascistas, por insignificantes.

El PSOE (“en ti tengo puestas todas mis complacencias”) que, con buena financiación externa (el caso Flick), irrumpió en el ámbito político como un toro bravo por el que apostó la mayoría de aquella España liberada, se amansó al roce del poder, el beso de las instituciones y la calma de un lecho constitucional. Nos metió en esa OTAN que ellos mismos habían vilipendiado, se desmarcó del marxismo, apostó por Europa y ocupó y hasta compartió un céntrico espacio con esa derecha liberal que igualmente optaba por la moderación. Fuera lo que fuera, izquierda y derecha intentaron “centrarse” y, mal que bien, se convivió con cierta calma, alterada sólo por la voracidad (y esa sí que siempre fue extrema) de los nacionalismos.

Luego, conforme se iba asentando “el régimen”, se consolidaban prebendas y expectativas. La democracia estaba bien como grito contra la dictadura y mucho mejor como medio de vida y herramienta de poder. En cuanto a la libertad, sólo un sueño. Y, además, dispar. Así que saboreados los frutos de ese poder (“el árbol de la codicia”), nadie se ha mostrado dispuesto a abandonarlo. De ahí parten los enfrentamientos encarnizados, la compra de favores y la feroz judicialización de las disputas. Declarada abiertamente la sádica lucha por el poder, todos se han olvidado de que lo principal es la democracia y –sobre todo- la “Libertad” con mayúsculas, hoy en horas bajas por la denominada “escuela del resentimiento” (Harold Bloom), ese “grupo” de minorías extremas que gobiernan de facto con sus escasos pero decisivos votos. Extremadas las posturas nos encontramos con que lo que el actual PSOE y el PP persiguen no son “libertades” sino “poder”. Y como tal, “interventor”, “controlador”, “fiscalizador” de ese individuo alienado y reducido a “ciudadanía” por mor de la incultura y una degenerada idea de igualdad. El PP persigue exactamente lo mismo: el mantenimiento de este “régimen” que poco a poco va calando en “el pueblo”. Ese pueblo enajenado que vota y calla.

Ya no es, pues, una cuestión de ideas ni de partidos. Es el régimen: el de listas cerradas, sistema electoral injusto; poder alienante, igualdad extrema, letargo cultural, dictadura del resentimiento y de lo políticamente correcto, descarados monopolios, prensa amordazada y nulas libertades. Como decía Ortega: “¡No es esto, no es esto!”.

Por eso pongo el grito en el cielo y apelo a barricadas. Pero barricadas de verdad. Las que se merecen toda esta cuadrilla de ineptos y amorales que nos mandan o aspiran a ello.



(El Comarcal del Jiloca, 02/10/09)

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