sábado, 31 de octubre de 2009

JULIA (por Fabiola A.M.)



Julia no es una persona…

Tal vez lo fuera…

Nos dicen que la diferencia entre personas y animales es que las personas tienen razón. Razón, “de pensar”. Por eso Julia no es una persona. Tal vez lo fuera… tal vez tuviera razón, pero la ha perdido. La ha perdido y ninguno sabemos dónde la ha dejado.

Julia vive en un universo paralelo que, de refilón, se junta con el nuestro. Físicamente vive en la misma casa que hace treinta años, pero en su universo está “en la otra casa”. Es una casa particular en la que su hija es su hermana, en la que la gente saluda por una ventana que hay en el salón y que, en nuestro universo, llamamos televisión.


Julia se pasa el día buscando cosas, aunque se olvida de qué eran antes de encontrarlas. Busca sombreros en tazas de café, se levanta de la mesa para buscar un abrigo de piel, busca frascos que ella misma ha escondido minutos antes porque cree que alguien se pone sus cremas.

Julia se despide muchas veces antes de irse a dormir. Dice "buenas noches" una y otra vez. Creemos que es pesada. Nos cansa. Pero ella cree que se ha ido a la cama sin decir nada, vuelve a levantarse y a decir "buenas noches".

Lo peor del universo de Julia son los agujeros negros. Los puntos en los que su mundo cae, los resquicios que aún le quedan por conocer, o por desconocer. Porque a veces Julia cae en uno de esos agujeros negros y se da cuenta de dónde está, o de dónde ha dejado de estar.

Se da cuenta de que se olvida de las cosas, se da cuenta de que no puede estar sola, de que es totalmente dependiente, de que no sabe cocinar, no sabe vestirse, no sabe peinarse, se le olvida su nombre… Y a veces llora. A veces pide ayuda. Otras se enfada.

Creo que cada vez cae menos en esos agujeros negros. Y no sé qué es peor.

Lo peor, para Julia, tiene que ser darse cuenta de que no es Julia. Pasar a verse desde nuestro mundo. Darse cuenta, de repente, de todas las películas que se monta por no entender lo que sucede en realidad.

Lo peor, para nosotros, es asumir que Julia no volverá nunca. Es no desesperarnos porque deje las cosas en los lugares más insospechados, porque haga veinte veces la misma pregunta, y porque esa pregunta no tenga ningún sentido.

¿Cuándo muere realmente una persona? ¿Cuando deja de vivir, o cuando deja de ser una persona?

Julia no es una persona. Perdió la razón y ninguno sabemos dónde la ha dejado. Tal vez ella sí crea saberlo, y es eso lo que busca en las tazas de café.

A veces, cuando no me ve nadie, miro yo también. Por si las moscas.

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