-¿Sabes qué te digo, Froilán? Que esto del alzheimer que tú tienes es lo mejor que te podía pasar. Ya quisiera yo olvidarme de algunas cosas para recordar mejor las otras. Y anda, eso de escagarruciarte donde te viene, que toda mi vida he deseado yo cagarme en la cocina, en la escalera, en el microondas, sobre la vecina del segundo izquierda. Y pasarme la noche cantando joticas, como tú, que no hay Dios que te detenga, Froilán, y yo ni lo intento porque te comprendo, que si pudiera cantaría jotas y martinetes toda la noche, todas las noches, a pleno pulmón partido, y que se jodan los vecinos, que para eso tienes alzheimer. Lo que más te envidio son dos cosas: comer a todas horas, sin parar, y, sobre todo, no conocer a nadie. Lo que pagaría yo por no conocer a nadie, por quedarme mirando a mi hermana como si fuera una desconocida avutarda y a mi cuñada como si fuera un corredor abisinio de maratón.
(Narciso de Alfonso, extraído de "Cuescos")
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