miércoles, 24 de febrero de 2010

Cuarta convocatoria (Fabiola A.M.)


No creo en las brujas. No creo en Harry Potter. No creo en Karlos Arguiñano. No creo en los 902, en los e-mails en cadena, ni en No es broma, es usted el cliente nº 10.000 y hoy a las 18:21 ha ganado un millón de euros.

En realidad, no creo en nada que no se pueda comer. En nada que no sea masticable: soy tan escéptica que me fío más de morder que de tocar. Magia es levantarte un día más y descubrir que sigues viviendo. Mi realidad no necesitaba polvos (mágicos) ni fenómenos paranormales.

Por eso cuando Chuck apareció en mi casa diciendo que íbamos a aprobar Introducción a la Econometría, la que nos quedaba para terminar la carrera, desde hace dos años; volví a cerrar la puerta y a sentarme en el sofá. Cambié de canal, por costumbre, y regresé al mundo feliz de Ya No Merece La Pena Estudiar, En Dos Días No Puedo Hacer Lo Que No He Hecho En Tres Convocatorias.

Chuck volvió a llamar al timbre.

Subí el volumen de la televisión.

Chuck volvió a llamar al timbre. Desde que se hacía llamar Chuck, estaba de lo más extraño.

Abrí la puerta y entró hasta la cocina.

- Gracias – saludó, enfatizando cada sílaba con cortante ironía. – ¡Vamos a aprobar! ¡Introducción!

Odiaba profundamente todas las asignaturas que se llamaran “Introducción”.

- ¿Cómo se llama la película, Chucky?

- Chuck. Lo he visto, Cat.

- Cata. – Siempre había sido Cata. Me llamaba Catalina, y eso había dejado de tener solución 25 años atrás. – ¿En la tele?

- ¡No! Lo he visto en sueños. – Puede que fuera mi mirada de sarcasmo, o la bestial carcajada que la sucedió, la que automáticamente le concedió el derecho a réplica. – Ayer. Me quedé dormido en el sofá. Soñé que saltaba al vacío. De repente, paraba. ¿Sabes cuando sueñas que caes y te despiertas como si hubieras aterrizado en el colchón? – asentí, manteniendo mi expresión escéptica – Pues desperté, pero antes de caer.

- Porque saltabas al vacío… ¿recuerdas?

- Y cuando desperté – continuó, emocionado, como si no me hubiera oído. – La tele estaba en el canal 38 (sin emisión), el vídeo en el 13, y el reloj digital de la mesita, el que compré en Londres, parpadeaba a las 14:37. Me levanté al baño y me reflejé en el espejo del lavabo, llevaba la camiseta de Rams 23, la verde. Aún no me había sentado en el sofá de nuevo, cuando los números se ordenaron delante de mí, uno debajo de otro, rollo vector columna. Y los sumé.

- Amazing… - ironicé.

- Volví a quedarme dormido ipso facto. Pero, antes incluso de ser consciente de ello, seguí cayendo.

- ¿Al vacío?

- Seguí cayendo, y justo antes de frenar… lo vi todo clarísimo. Y aquí viene donde entras tú.

Puede que fuera el aburrimiento. La rutina, que al final nos hace más fuertes. El cercano fin de la vida universitaria, y sus locuras… puede que la improvisación no fuera una forma de vida sino un estado de ánimo… Y yo me sentía improvisada.

Acepté.

Al parecer, yo era la clave final. Mi voz, la voz que le iluminó: "chucky":

- ¿¿¿No lo ves??? Vale, yo también salté a por la calculadora. Atenta: 38+13+14+… – su expresión de satisfacción aumentaba con cada sumando - … +37+23 = 125. ¡Ciento veinticinco! Y ¿qué dijiste tú?, recuérdame, ¿qué dijiste tú?

- Raíz cúbica.

- Y, Catalina, amiga mía, ¿cuál es la raíz cúbica de 125? ¡Sssht! Yo te lo diré, oh sí, la raíz cúbica de 125, redoble de tambores, es… Cinco-Punto-Cero… Aplausos, Gracias… – ignoró mis risas – Segundo Acto: Qué tenemos que hacer, o, como me gusta llamarlo,… “Factor P”.

No lo hice por aprobar. No… tampoco lo hacía por Chuck. Es decir, sí, lo hacía por él… Él me lo había pedido, y él se había inventado la película. Tenía ese punto soñador y altruista que me encantaba. A lo que voy, es que no lo hacía para conseguirle. No estaba perdidamente enamorada de él en secreto, ni me hubiera tirado por un puente solo porque él me dijera que lo hiciese. Bueno, lo segundo tal vez sí.

Ese era, exactamente, su plan.

Era lo más estúpido que había oído en la vida. Por eso. Por eso lo hacía.

(continúa aquí)

1 comentario:

  1. Dios mío ¡qué raudal!

    Anonadá toy

    La Conchaparis

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