miércoles, 3 de abril de 2013

MERODEANDO A... Los hombres del frío (Narciso de Alfonso)

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A los hombres del frío es que solamente les crece el frío, y eso los pone como hostiles, como cabreados, y les genera por dentro aquella secuencia fea que ya describió el bueno de Nietzsche: envidia, resentimiento, venganza. No pueden dar crédito –o sólo con unas cláusulas leoninas- a que en los países calientes, marginales y periféricos, en vez de frío nos crezcan los trigos y los olivos y las vacas, pero lo que de verdad no soportan porque ya les resulta intolerable, es que, encima, no sólo sigamos vivos, sino mucho más vivos que ellos, con una vida mucho más rica y cachonda, mucho más despreocupada e intensa.


Los hombres del frío es que confunden la vida con la producción, funcionan con el principio del resultado, que es del todo contravital: quieren estar vivos sin gratuidad, sin generosidad, sin el desperdicio de la abundancia, sin el sentido de la fiesta. 

A estas alturas ya no sabemos si rescatan país tras país para que el euro no se les vaya por el desagüe o porque, sádicamente, disfrutan torturando a los países que ya han convertido en sus reservas, en sus colonias, en sus granjas inhumanamente humanas. Torturan a los chipriotas para que digan que sí o que no a la esclava esclavitud, y cuando va a ser que no, alegan que la quita no es un impuesto y todos de rodillas y callando, que aquí mandan los amos de la cosa, coño, aunque sólo les crezca el frío por dentro y por fuera del alma. 

Los hombres del frío tienen las pestañas heladas y las cejas más heladas, y sólo ven ese humo siniestro que sale del hielo y sólo respiran un vapor frío que los acartona por dentro y les llena el corazón de témpanos, qué frío, que hasta el fuego de las hogueras se les queda tieso, congelado, y se les quiebra entre las manos como una lámina de cristal.

Los hombres del frío son gente que no vale la pena, sin gracia, sin sustancia, sin atractivo, a los que basta con verlos pasar desde lejos, siempre ocupados en sacarse la escarcha de las orejas, de los agujeros de la nariz, de las crenchas del pelo. Afortunadamente, alguna vez estornudan, y eso los hace parecer menos inhumanos, quizá hasta algo más humanos. Quizá. 


Narciso de Alfonso
El Merodeador, III






1 comentario:

  1. Don Nar, no comento sus merodeos porque se me ha creado un atasco. Es usted mas rápido en crear que yo en meter la cuchara en ellos!

    Pero que toy ki y leo.

    PD. ¡Qué suerte la mía no ser Infanta de España!

    La Conchaparis

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