Llega el nuevo día
pero sus horas ya están viejas,
arrugadas, sobadas,
chorreando sucia grasa
de rutina.
La boca del metro,
Leviatán urbanita,
con impía crueldad
engulle a gentes
somnolientas
El niño ajeno y satisfecho,
que con cariño usurpado cuida,
le regala una sonrisa.
Una vez al mes le llega
por un hilo más sutil
que la seda
la voz de sus hijos,
atravesando
un océano de tristeza.
Llegará un nuevo día,
pero sus horas ya serán viejas.
(febrero 2010)
Un poema tan sutil coo el olor de la melancolía.Como el olor de esos hijos que están lejos. Qué animicamente difícil tiene que ser cuidar a esos otros niños con ese cariño que sustraen del recuerdo.
ResponderEliminarY después ver cómo llegan sus padres y tú te vas a casa, donde los tuyos no están esperándote.
Admiro a esas personas y también admiro y mucho a aquéllas que cuidan de nuestros mayores como si fuera los suyos -algunos incluso mejor-.
Gracias por este poema. es bueno reflexionar sobre el sufrimiento de estas personas.
salud!!!
Vladimira
Quienquiera que seas, que tan recatadamente te escondes tras esa Vladimira, quiero que sepas que leo tus poemas y los sigo con atención. ¿Quién lee a los poetas, hoy? Otros poetas. Interesante república formada por seres que habitan distantes esferas de cristal. Un saludo envíado con banderitas desde esta isla.
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