-¡Acelera, los alemanes no van a esperar toda la vida! La perentoria orden del déspota sentado a su lado interrumpió y se confundió con la rememoración de la tarde anterior cuando Clara hacía sus maletas: “Yo necesito alguien que sepa dónde quiere ir y no voy a esperar toda la vida”
El familiar calambre en el estómago no le mejoró el estado de ánimo. Aquella úlcera era el testigo de demasiados apremios. Miró a su jefe que tenía el rostro congestionado por la exasperación que le producía la extremada lentitud. Le sonrió, miró hacia el barranco y cumplió sus órdenes.
Javi
No hay comentarios:
Publicar un comentario