Villamayor de Gállego, 8 de marzo de 2010
En la trasnochada repaso el día, pienso y reflexiono, como hacen los niños en el “cole”. Hoy he comido con unas amigas hondureñas ilegales que se están buscando la vida como pueden. Son dos hermanas, la una acaba de llegar y ya se las han dado todas en el mismo lado. Apenas recién llegada, la tomó a su servicio una familia como canguro de fin de semana, contenta con sus servicios, decidieron contratarla para pasar las navidades en la montaña. En teoría era para hacerse cargo de los niños y nada más. El resultado final fue pasmarse de frío, trabajar de buena gana para diez personas, cuidar niños y pasar hambre porque apenas le daban de comer. A este tipo de contratación cómo deberíamos de llamarla, ¿explotación solidaria?
Los españoles llevamos fama de ser muy solidarios, pero debe ser sólo cuando acontecen tragedias en el extranjero. Hace un mes, esta amiga hondureña acudió a una entrevista para cuidar a una señora mayor, la clásica viejecita impertinente, como lo seremos todos cuando lleguemos a los noventa, si es que llegamos. Como la inmigrante fue del agrado de la señora, el hijo decidió contratarla en las siguientes condiciones: atender a la anciana veinticuatro horas al día al módico precio de ochocientos euros al mes. La hondureña estaba contenta, por fin había encontrado un trabajo y una buena casa. Al día siguiente le dieron la infausta noticia de que su puesto había sido dado a otra en mejores condiciones: era legal y la prefirieron. Lo peor de todo fueron las formas de quitarla de en medio. Ni siquiera la llamaron para decirle que se lo habían pensado mejor y que el puesto iba a ser para otra, menos mal que casualmente no había renunciado a su trabajo temporal mal pagado.
El perfil de esta gente que contrata inmigrantes ilegales a bajo precio suele ser casi siempre el mismo: cierto estatus social, buena crianza, casas lujosas, en fin, señores/as con pasta y buenos modos, que no dudan en sacar partido de esta pobre gente que llega y se ve obligada a trabajar en lo que sea para ganar dinero y mandarlo a su familia, amén de pagar el vuelo a España.
Quizá seamos muy solidarios a la hora de engordar las cuentas corrientes de las ONG,s cuando azotan las catástrofes en el Tercer Mundo; pero la solidaridad empieza con los que están aquí, con los que piden en las esquinas, con los transeúntes que frecuentan los comedores benéficos, con los inmigrantes que se han jugado la vida para llegar aquí. Por qué ponemos la vista al otro lado del mundo cuando tenemos gente desatendida en cada rincón de la ciudad, filas de hombres y mujeres a las puertas de los comedores sociales, gente sin patria ni trabajo. Cada inmigrante es una historia, una tragedia; casi todos han emprendido una huida hacia delante pensando que aquí encontrarían una solución. Lo triste, ahora, es que han dejado su país, su familia y aquí no tienen futuro. Nos estamos adentrando en unos tiempos sin futuro, sin futuro laboral para nadie.
No pretendo hacer una defensa a ultranza de los inmigrantes, legales o ilegales. Pienso que este mundo es lo suficientemente grande y está lo suficientemente mal repartido como para que cada uno tenga un puesto en él donde poder salir adelante dignamente. Y aquí, en este país, la solidaridad la practican algunos única y exclusivamente con su bolsillo, luego mandan dinero a obras benéficas en el extranjero para acallar su conciencia o para desgravarse fiscalmente. Eso sí, a la hora de ofrecer esos trabajos basura que nadie quiere hacer buscan inmigrantes ilegales para pagarles cuanto menos mejor. Esa es la realidad, la hipocresía que se practica a diario.
Creo que ha llegado el momento de que dejemos de ser solidarios y empecemos a recuperar una virtud olvidada que nunca debimos abandonar: La Caridad.
Nunca me imaginé a mí misma diciendo est que voy a decir. Nunca. Pero no me gustan las generalizaciones, porque son injustas para aquéllos que independientemente del estatus social -o a pesar del mismo- son buenas gentes que no explotan a nadie.
ResponderEliminarMe vienen a la mente dos casos:
Tengo una amiga, en el perfil del que hablas, que no sólo arregló los papeles a una señora inmigrante -las gestiones las pagó mi amiga- para que pudiera quedarse al cuidado de su hijo mientras ella trabajaba. Por cierto: le pagaban un sueldo decente -podría ser mejor, pero no era muy malo- por ello, 900 euros. Ellos es decir: el matrimonio, le pagaban la seguridad social-, por supuesto, por tabajar de 9 a las 15h.
Al cabo de unos seis meses, la mencionada señora inmigrante, les llama por teléfono y les dice que no va a poder acudir duante dos meses, a contar desde ese mismo día, porque se iba de vacaciones a su país.
Mi amiga, a pesar de esos malos modos y de tener que buscar a alguien de un día para otro, cuando volvió la señora, la admitió de nuevo porque su hija la quería mucho.
Bien, pues un buen día, el marido de mi amiga llegó antes a casa y encontró a su hija, de algo más de un año, durmiendo. No había nadie en casa.
La señora se había ido a tomar un café a la cafetería de abajo. La niña pudo haberse despertado, y al desconcierto de la soledad, añadir alguna caída de la cuna u otras cosas peores.
Ese mismo día, el marido de mi amiga preguntó en la cafetería y resultó que la señora había bajado más veces a tomarse un café. Ah! y por supuesto en la casa de esta amiga la señora tenía a su disposición la nevera, el café y todo lo que necesitara.
El otro caso es diferente, el matrimonio en cuestión ha contratado a una señora a la que quieren muchísimo, la tratan muy bien, le pagan muy bien -más de lo que cobran algunos españoles: 1200 €/ mes-. La señora está encantada y eso se nota.
Lo único que quiero decir, es que no se puede generalizar porque hay buena gente en todas partes. Y mala, por supuesto. Y mucha gente que se aprovecha de la necesidad ajena.
Conozco a muchos inmigrantes y su situación y el trato que reciben. Lo conozco y créeme que me duele igual que a tí.
Lo único que quería decir es que no es justa la generalización.
Y la caridad es fantástica, pero parece que es elección de cada uno tener esa virtud. No se puede imponer. Para mí, es mejor la justicia. Ellos tienen derecho a ganarse la vida dignamente, como todos, independientemente del país del que vengamos.
Y, bueno, quizás, desgraciadamente, hacer justicia, ese tipo de justicia, depende también de cada uno.
Y esa es la cuestión, desde mi punto de vista, que a los que no son justos con el prójimo, no se les impone esa justicia, que es verdad que se aprovechan de los inmigrantes, de su miedo a que los delaten si están ilegalmente o a no encontrar otro trabajo mejor pagado. Y por eso no protestan.
Eso es lo que duele: que, teniendo derechos, estén a merced de la conciencia de los demás.
Perdón por la extensión. En la cuestión de fondo estoy contigo, es la generalización lo único en lo que difiero.
Salud!
Vladimira
He contado un caso puntual. El perfil del contratante también es puntual. ¿Quiénes pueden contratar a inmigrantes en tiempos de crisis? Por supuesto hay contratantes y contratados con cara y desvergüenza por ambas partes; pero es muy importante tener en cuenta, que el inmigrante practica la subsistencia, que es lo más primario en el ser humano. Con esta teoría tampoco pretendo justificar al inmigrante, esto sería de otro debate.
ResponderEliminarQuiero añadir, que a veces somos muy ingenuos a la hora de contratar personas de confianza. Pero el chasco también te lo puedes llevar en una contratación doméstica con el personal nacional.
Tampoco pretendía imponer La Caridad, sino resaltar los matices entre solidaridad y caridad.
Mi conclusión es mucho más simple: tenemos la miseria al lado y mandamos dinero al otro lado del mundo, donde en la mayoría de los casos sirve para engordar la corrupción política del Tercer Mundo. Y mientras se engordan los corruptos los desarrapados siguen pasando hambre.
Muchas gracias por leerme y colgar su opinión.
María Jesús Mayoral
Desde que me parapeté en la barricada leo tus trasnochadas y me gustan por la sencillez con que planteas tu opinión. de una forma comprensible para todo tipo de lector.
ResponderEliminarInsisto en que lo único que pretendí es resaltar que no estoy deacuerdo en la generalización. Aclarado que no estabas generalizando, en todo lo demás, estoy deacuerdo.
Saludos cordiales,
Vladimira.
Estoy de acuerdo en que las personas son, independientemente de la nacionalidad, buenas y no tan buenas, casos de los dos lados existen, es decir tanto del empleador que se extralimita y de la empleadora que está en casa sola y hace lo que quiere, porque nadie le controla, y depende de la ética de cada uno. Creo por otra parte que es cada persona la que tiene que defenderse, y poner los límites, y que cuando te ofrecen un trabajo señalar el tiempo y qué vas a hacer, la explotación y el miedo siempre ha existido, independientemente de la nacionalidad.
ResponderEliminarEso mismo estaba pensando esta mañana...pero tengo la impresión de que estas personas inmigrantes, en la actualidad están doblemente explotadas y extorsionadas:
ResponderEliminarPor el lado del empleador: les explotan porque en muchos casos, les amenazan con denunciarles, no les hacen los papeles, y les dicen que se encargarán de que no encuentren otro trabajo.
Y por otro el de las mafias con las que contrajeron una deuda para pagar el viaje a precios astronómicos en condiciones infrahumanas. Y si no pagan en el plazo...la peor amenaza: hacer algo malo a alguien de su familia. Ellos mismos dicen que por ellos denunciarían estas injusticias pero que tienen miedo a las consecuencias.
Pienso que el arma que utilizan para esta doble extorsión-explotación es el miedo.
Muchas veces ellos estarían dispuestos a denunciar y a sufrir cualquier consecuencia pero necesitan alimentar a sus familias y pagar a las mafias.
Son tal multitud que, si verdaderamente de unieran...se acabaría el miedo.
No quiero pensar en que sean quimeras.
Salud
Vladimira