El friki es el resultado de una larga y selectiva evolución. Se dice que ya un hijo de Adán, silenciado por la Biblia, tenía una personalidad con inequívocos rasgos friki (1). Sin embargo, los puristas niegan que pueda hablarse de este fenómeno antes de que Bill Gates popularizara el Windows. Pero no se trata de escribir la historia del friquismo, que exigiría años de investigación y llenaría gruesos tomos, sino de dar alguna noticia del fenómeno.
Desechando la sugerente teoría de que el friqui es de origen extraterrestre y que lleva conviviendo con nosotros, adoptando distintos disfraces, desde hace siglos, lo más comúnmente aceptado es que se trata de una especie del género “homo” que se desgajó hace miles de años y ha seguido una evolución paralela a la del “homo sapiens”. Ambas especies, dada su similitud, hasta el punto de que solo sometiendo a un espécimen al “frikitest” puede distinguírsele, han convivido pacíficamente.
Los antecedentes cercanos de los actuales friquis se encuentran en los snobs ingleses de la época victoriana. Estos seres “sine nobilitate” trataron de mostrarse bajo la apariencia de lores, sin conseguirlo. Es preciso varios siglos para obtener un buen lord inglés, son necesarias muchas capas de estupidez e insustancialidad, que se van depositando en un individuo generación tras generación, de modo que cada progenitor vaya añadiendo en su hijo una capa de inutilidad social, y éste en su progenie, y así sucesivamente, sin que haya contaminación alguna de sangre plebeya, al modo que actuaría un buen criador de perros. Es claro que el snob, por mucho que se esforzara, no podía conseguirlo en tan solo una o dos generaciones y valga como ejemplo el de aquel millonario norteamericano que quería poseer un césped como el que alfombraba un castillo inglés para rodear su espléndida mansión, sin percatarse de que habían sido necesarios cuatro siglos para conseguirlo.
El snob no llegó nunca aclimatarse bien a nuestro país (en realidad la propia aristocracia española había ocupado su puesto) en lugar de ello mutó en una nueva raza, el hortera. Gran parte del éxito de la supervivencia del friqui estriba precisamente en su gran capacidad de adaptación a nuevas circunstancias geográficas y sociales, mediante el fenómeno de la mutación. Gracias al fracaso del snob español hemos podido contar con una raza propia, la del hortera ibérico, éxito semejante al spanier entre la población perruna. El hortera ya es mencionado a principios del siglo veinte por Rubén Darío y este vocablo encontró pronto carta de naturaleza en nuestro idioma, como ocurre con todas aquellas palabras afortunadas por su certera eufonía, y continúa gozando de buena salud, aunque últimamente ha de disputar su puesto con el anglicismo “friqui”, a pesar de las palmarias diferencias entre ambos conceptos.
En realidad el hortera, como ocurre en cada mutación biológica a las que ha sido sometido el friqui para llegar a su concepción actual, supone el descenso de un grado en la progresión de la evolución. Ya no se trataba de pasar por un lord, sino camuflarse de burgués español, y en ello, precisamente por su aparente sencillez, estribaba su gran dificultad. Es como cuando la mayoría de los políticos en Galicia se empeñan en “falar galego”, emitiendo una jerigonza digna de la placa al mérito hortera. Cuando uno se encuentra con un auténtico hortera, con un hortera de raza, no es necesario que se lo indiquen, se descubre al momento. Se dan magníficos ejemplares de hortera ibérico, como El Fari, Belén Esteban y Bibiana Aido, aunque, desgraciadamente, lo que abunda sobre todo es el horterilla de bajo pedigrí.
Gracias a otra mutación, esta vez hacia lo tecnológico, llegamos al friqui actual, pero acaba de avisarme mi iPad que va a comenzar la partida de World of Warcraft con Chuk Norris y he de dejaros, pues me tengo que vengar de que ayer me echara con 3.000 puntos de vida, de modo que ya continuaremos en mejor ocasión.
Antonio Envid
__________________
(1) La grafía es todavía vacilante, unas veces aparece como “friki” y otras como “friqui”. Adoptaré desde ahora la forma castellana friqui, ya que está destinada a insertarse pronto en el Diccionario de la RAE.
Para mí, un friki es una persona que tiene una afición, preferencia, atuendo o incluso, una característica que exalta y desarrolla hasta eclipsar el resto de características y aficiones. lo mejor lo exhiben sin ruborizarse, casi con alegría.
ResponderEliminarMe resultan simpáticos y valientes. En esta sociedad de la homogeneización en el que sólo nos permitimos pequeñas diferencias que creemos nos hacen especiales -el narcisismo de las pequeñas diferencias- estas personas son valientes.
Quizás no tenga claro lo que significa ser friki. Hay palabras que no interpreto bien.
Salud!!
Vladimira
Nos espera nuestro cochero
ResponderEliminarfrente a la iglesia mayor,
y a trotecito lento recorremos el paseo,
tu saludas tocando el ala
de tu sombrero mejor,
y yo agito con donaire mi pañuelo.
No se estila, ya se que no se estila,
que te pongas para cenar
jazmines en el ojal
Canta Mª Dolores Pradera en "agarraditos". Añadamos a la agalería al dandi (aceptado por la R.A.: Hombre que se distingue por su extremada elegancia y buen tono) extremos opuestos, y por tanto tan próximos, al hortera. Yo conozco alguno y me hace mucha gracia, tienen aspecto de galanes trasnochados, son caballerosos, cabales, aunque en situaciones extremas se comportan como el mejor patán.
Siento una gran simpatía por todos estos tipos: horteras, dandis, caballeros, damas de alta cuna y de baja rama, friquis; pero han de ser de "raza", convencidos, no meras poses circunstanciales o un "quiero y no puedo". Les reconozco el valor de presentarse bajo una envoltura diferente, y frecuentemente, también con un contenido diferente, desafiando el poder del homogéneo, que es poderosísimo y hace falta mucho valor para oponersele.
Me alegra coincidir contigo.