“La medida de nuestro amor es la medida de nuestro engaño”, ya ves. No recuerdo si esto es de Roberto Plural o del entrañable Ricino Rampante. Tanto da, las verdades como puños son patrimonio de la humanidad. Lo seguro es que la teoría de las “Democracias selectivas” pertenece a Rampante, hombre del pueblo, leído y talentoso donde los haya, romántico y sagaz y lector incansable de Goethe en cuya novela “Las afinidades electivas” se inspiró para el título de su teoría. Hay que decir no obstante que la expresión “afinidades electivas” tampoco pertenece a Goethe porque la sacó del tratado químico De attractionibus electivis (Torbern Olof Bergman, 1775), donde se expone el fenómeno por el que ciertos átomos o moléculas tienen tendencia a agregarse o enlazarse. Fenómeno que aplica el poeta alemán a las relaciones humanas, especialmente a las amorosas.
Ricino Rampante hace teoría de la teoría y mantiene, como buen liberal, que no se pueden extrapolar conceptos individuales al terreno colectivo porque lo colectivo no existe: mera ilusión, ya ves. No existe España sino españoles, tampoco memoria colectiva sólo recuerdos personales. Por la misma razón dice que la democracia es una ficción que como tantas otras puede resultar, y resulta en ocasiones, práctica. La democracia es -sobre todo- el gobierno elegido por la mayoría y, por tanto, la teoría democrática parte y da como bueno ese fenómeno por el que, ya ves, ciertos individuos tienen tendencia a agregarse o enlazarse.
Una ficción, sí, reconoce Rampante, ya ves. Pero si funciona, chapeau. Ahora bien, cuando no marcha, cuando la democracia hace aguas porque los individuos que se enlazan son unos indocumentados y, como tales, se agregan bajo la férula de los otros cuatro indocumentados que eligen para gobernar, ¿qué hacer? En este punto, Ricino Rampante traga saliva y cree ahogarse en lo políticamente incorrecto: ¿qué hacer cuando la democracia no funciona porque las afinidades electivas son horribles? Entonces sale por peteneras y apelando a la libertad se inventa lo de las “democracias selectivas”. Miren –dice- yo no tengo por qué estar gobernado por aquellos que elige –por ejemplo- una masa enorme de idiotas. Que me olviden y elijan los suyos, que yo elegiré a los míos. Libertad. Así, gracias a la teoría de las “democracias selectivas”, cada uno tendrá el gobernante que se merece. Unos irán por la calle cantando, porque han elegido bien y otros llorando y jodidillos porque han elegido mal. Pero Rampante, por Dios, ¿te imaginas cuatro o cinco gobiernos, cuatro o cinco ayuntamientos, cada uno de su color? Hombre -replica- si es ese el problema, la solución es obvia: fuera las administraciones intermedias (autonómicas, provinciales y comarcales). Se acabó. Ya ves. No, si pensar piensa, Ricino Rampante. Eso sí, la libertad siempre como bandera. Hoy lo he vuelto a ver, hombre del pueblo, pegado como siempre a una barra de bar. Al acercarme recita triste un hermoso poema: “Ya ves que voces diferentes se cruzan en el alba buscando la verdad. Ya ves que fuimos puente herido de abrazos detenidos por ver la libertad”. Y abatido musita que los versos no son suyos, dos vermús. Ya. De Labordeta. Claro. Se fue, ¿lo sabes?, ¿sabes que se fue? Lo sé, lo sé. “Ya ves”, esta ronda es mía.
En fin, también, desde aquí, “Desde mi barricada” desde este periódico cuyo director vivió la experiencia de trabajar con Labordeta en “Carambú” (José Antonio Vizárraga, 1991), única incursión del cantautor en el cine como protagonista, con su entrega y dignidad habituales, desde aquí, digo, una sincera muestra de dolor, una más, y un humilde recuerdo, otro más, exento de rimbombancias. Como él quería: “recuérdame, como un árbol batido, como un pájaro herido, como un hombre sin más”. Así lo dijo en su canción “Ya ves” (*).
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(*) YA VES (José Antonio Labordeta)
Ya ves
que vamos avanzando
cumpliendo este camino
no lo sé
ya ves.
ya ves
que vamos recordando
creciendo hacia el ocaso
no lo sé
ya ves.
Ya ves
qué pálidas palabras
se pierden en la noche
sin hallar solución.
Ya ves
que hemos ido surgiendo
de inciertas duras voces
de desesperación.
Recuérdame
como un árbol batido
como un pájaro herido
como un hombre sin más;
recuérdame
como un verano ido
como un lobo cansino
como un hombre sin más.
Ya ves
que fuimos agrietando
los muros mantenidos
no lo sé
ya ves.
Ya ves
que estamos añorando
unos niños perdidos
no lo sé,
ya ves.
Ya ves
que voces diferentes
se cruzan en el alba
buscando la verdad.
Ya ves
que fuimos puente herido
de abrazos detenidos
por ver la libertad.
Estoy de acuerdo en que Labordeta ha sido un hombre del pueblo y por eso se le ha querido, se ha sentido aragonés y eso le honra, porque los aragonese tenemos el defecto de valorarnos muy poco, sin embargo creo que su legado, aparte de las canciones, no ha sido tan importante como ahora se pretende hacer ver, hay muchos aragoneses, a lo largo de la historia que han querido dar todo por su tierra y no se les ha reconocido, no quiero citar a nadie en concreto, pero seguro que todos conocemos a alguno que permanece en el anonimato.
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