jueves, 14 de octubre de 2010

LA PISCINA (Mariano Berdusán)

SGS

Me resulta curioso observar que, salvo confusión o error por mi parte en la lectura de los Evangelios, sea precisamente San Juan, tan místico él, el único de los cuatro evangelistas que recoge el episodio de la piscina cuando, al comienzo del capitulo 5, versículos 2 –9, nos dice:

“Hay en Jerusalén una piscina con cinco soportales, llamada en hebreo Bezatá, junto a la puerta de las ovejas.”

Así, a primera vista, esta piscina me sugiere tres cosas:

1º Que no es una piscina cualquiera. El evangelista, nos da varios datos exactos de ella: nos dice cómo se llamaba, dónde estaba ubicada y que tenía cinco soportales ( y me pregunto yo ¿serían esos soportales algo así como el número de estrellas o de tenedores en los hoteles y restaurantes de nuestro tiempo? ).

2º La piscina con sus cinco soportales no era para las ovejas, sino que estaba situada junto a la puerta de la ciudad, al comienzo del camino por donde iban y volvían las ovejas de sus pastos.

3º Que aquella piscina, más que piscina, era un sanatorio, pues había allí- nos dice el Evangelio – muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Todos ellos, por decirlo en lenguaje de nuestros días, enfermos “de larga duración, en verdadera lista de espera”. Todos ellos vivían con la esperanza de ser el primero, o al menos, de los primeros, que se metieran en la piscina cuando el agua se agitaba.

El caso es que entre esos enfermos había uno que llevaba, nada más y nada menos, que 38 años a la espera. Jesús lo vió echado en el suelo y sabiendo que llevaba tanto tiempo, le dijo:

-¿Quieres curarte?
-Señor, no tengo a nadie que me ayude a bajar a la piscina y cuando yo llego, otros han entrado antes que yo.

Jesús le dijo:

-Levántate, toma tu camilla y anda.

El se levantó, tomó su camilla y se puso a andar.

Por supuesto, que a estas alturas del tiempo y de la historia, no sé qué habrá sido de la piscina aquella con sus cinco soportales donde tantos enfermos esperaban el movimiento del agua y se lanzaban a ella buscando ser los primeros. Tengo la impresión de que ahora -como entonces- en la gran piscina de la vida, no con cinco, sino con muchos más soportales, hay muchos más necesitados esperando el agitar del agua y son casi siempre, o mejor dicho, son siempre los mismos, los poderosos, los que consiguen lanzarse los primeros y curarse y son también casi siempre o mejor dicho siempre los que, cuando llegan, si es que consiguen llegar, ya no hay nada que hacer. Porque los primeros, una vez curados, no están ya, se han ido a lo suyo y no han esperado al siguiente movimiento del agua, para decir a cualquiera de los segundones:

- Amigo, ¿quieres curarte?. Este es tu momento. Yo te ayudaré. Luego, levántate, toma tu canilla y anda.

Pienso que quizás sólo por el hecho de llamarle amigo y tener con él esos gestos de atención y de ayuda, sería un gran bien para esa persona. Pero Jesús no vaciló en preguntar al enfermo y curarlo y éste, a su vez, no vaciló en reaccionar: Tomó su camilla y echó a andar.

El color de mi cristal
Mariano Berdusán

1 comentario:

  1. Vaya! y eso que dice la Iglesia Católica que el rebaño no sabe interpretar sólo el Evangélio, que nos los tiene que traducir ella.
    De todas formas, creo que es gravemente peligrosa su lectura. ¡Habiéndo tantos videojuegos!
    Como siempre es una delicia leer sus comentarios, que tan avaramente administra.

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