martes, 23 de marzo de 2010

EN LA TRASNOCHADA, 13 (María Jesús Mayoral Roche)

Villamayor de Gállego, 22 de marzo de 2010

En esta trasnochada todavía siguen los ecos entre toreros y detractores de la Fiesta. Allá en los años cincuenta y sesenta los toros eran la imagen más exportable de España. Casi todos los extranjeros carismáticos que visitaban nuestro país querían asistir a una corrida, el NO-DO se encargó de inmortalizar las imágenes. Mujeres bellísimas y muy sonrientes como la Gardner, Jackie Kennedy o Grace Kelly contemplaban la faena llenas de emoción desde la barrera. Hombres de la talla de Ernest Hemingway y Orson Welles seguían con interés el mundo de los toros. En aquellos tiempos el torero era una figura casi mítica y la tauromaquia un arte.

En el siglo XXI las cosas han cambiado sensiblemente. En algunas regiones españolas como Cataluña se está cuestionando la prohibición del espectáculo taurino. Que lo cuestionen es una cosa, pero que se prohíba me parece que es sacar las cosas de quicio. Si los catalanes prefieren bailar sardanas en la plaza de Sant Jaume y levantar castillos humanos en el aire me parece muy bien; pero por otra parte hay un público que llena hasta la bandera La Monumental de Barcelona cuando torea José Tomás. En la variedad está el gusto y hay gente para todo, gente que baila sardanas y gente que va a los toros. En este debate, más antitaurino que otra cosa, los toreros han querido entrar al trapo y en mi modesta opinión han bajado un escalón ético-profesional. El arte no se cuestiona.

Siempre que visito Italia me formulan la tópica pregunta. ¿Qué piensas de los toros? ¿Qué sentido tiene la Fiesta? Siempre respondo lo mismo. Ante todo hay que ser español para entender la Fiesta y segundo, el toreo para mí es un arte. Ante mis palabras me encuentro con el rostro estupefacto de mis interlocutores. A continuación añaden. ¿Pero no es muy sanguinaria? Esta es, lo reconozco, una pregunta que me puede.

Me pongo muy seria y empiezo a describir la Fiesta. En el ruedo el toro y torero se desafían, el toro va armado y el torero se defiende con un simple engaño, un capote; el hombre lo muestra y el animal se lanza sobre él con fuerza y bravura. El torero debe defenderse con habilidad y valentía haciendo de cada pase con el capote un arte. La parte sanguinaria de la Fiesta son las suertes de varas y banderillas; pero el animal acude una y otra vez, acomete contra el caballo, intenta derribarlo, no se doblega, es su naturaleza. Tampoco se doblega ante las banderillas; aunque se duela el toro lucha de forma natural hasta llegar al último tercio, el de la muerte. El torero muleta en mano debe someter al toro jugándosela, poniendo su figura entre los cuernos, dando capotazos con arte y trapío, como debe ser. El reto se hace a espada, ha llegado la hora de la verdad y el torero se la juega con el toro en un cara a cara. Es el momento más serio de la fiesta, el auténtico desafío entre el hombre y un animal bravo, con casta. En la plaza el silencio es sepulcral. El sentido de la Fiesta es una emoción, es el arte hecho tragedia. El torero puede morir en la arena, de hecho algunos han muerto en el ruedo. Pero esta es, por así decirlo, la parte más trágica de la Fiesta; luego está la otra cara, la alegre: el sol, la plaza, el albero, el paseíllo, los trajes de luces, los caballos enjaezados, el pasodoble, el ¡olé, olé y olé! El entusiasmo de la gente ante una buena faena, el abucheo cuando el torero o el picador hacen sufrir al animal. Pero decir esto de la Fiesta sería decir muy poco, los toros tienen un origen ancestral, se remontan a la Grecia del Minotauro y no es un patrimonio exclusivo de los españoles. Hay toros en Francia, en Portugal, en Sudamérica y pronto habrá en Japón. El toro como animal vive gracias a la Fiesta y para ella.

Tal y como lo explicas, -me dicen mis amigos italianos- la cosa cambia, viendo las cosas desde esta perspectiva dan ganas de asistir a una corrida.

Para mí el toreo es un arte. Puede que sea un arte de difícil comprensión para los extranjeros y quizá una región como Cataluña que va para nación se añada a dicha incomprensión sobre la Fiesta Nacional. Pero mal que nos pese sin toros no hay pasodoble, sin toros no hay ¡olé! que valga.

6 comentarios:

  1. María Jesús, la verdad es que ha tocado usted un asunto casi casi tan delicado como el del aborto. A mí lo que me llama la atención es que haya mucha más radicalidad en los antitaurinos que en los antiabortistas.
    En todo caso, hay dos cosas claras: la primera que la lid (la lidia) no se plantea en términos de igualdad no ya por el estoque con que el torero va armado (la cornamenta, fuerza y constitución física del toro es superior a la del hombre); no, la diferencia está en la inteligencia del hombre gracias a la cual se ha impuesto al resto de animales vivos ya desde la prehistoria en que la caza era la principal ocupación. La segunda es la vinculación ancestral, a la que ya apunta usted, no sólo de España sino de Europa con los toros, extremo que, por lo demás, no deja de ser una cuestión meramente (o "nada menos que") cultural.
    Lo que molesta en todo esto es que detrás de los "anti", detrás de los "tolerancia 0" (o sea, detrás de la moderna intolerancia) siempre hay espurios intereses: éconómicos, disfrazados de políticos.

    Saludos.

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  2. Don Anónimo, tiene usted mucha razón. Aquí delante de una copa de champagne -que no cava- esto lo digo porque ya sabe usted lo que abre las entendederas el champagne -y el cava-, pues eso, con la lucidez en que me encuentro dos cosas caracterizan al común de las gentes: la intolerancia y la apatía.
    En mi vida he visto gente tan apática y tan intolerante como la actual.

    La Conchaparis

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  3. Lo que sí es cierto es que, sin fiesta, no habría toros. Saludos.

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  4. Muchas gracias, Sra. Conchaparís, no hay nada mejor para que te den la razón como el anonimato. Quienes te conocen siempre están dispuestos a quitártela (al menos a mí me ocurre eso).
    Es broma, claro.
    Saludos cordiales
    (por cierto el Anónimo anterior, no soy yo).

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  5. Otra vez tiene razón, don Anónimo.
    Vivan los toros, la fiesta... y la siesta!

    Y ya que estamos, ¡viva yo! tambien

    La Conchaparis

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  6. Hay principios incoherentes. Por ejemplo los que se declaran antitaurinos son defensores a ultranza del aborto. Yo en el aborto no entro, la vida es muy dura y no soy quién para juzgar a nadie. Otra cosa es la ley Bibiana, ahí habría mucho que decir.

    En esto de antitaurinos e intolerentes voy a permitirme ser radical, como a mí me gusta. Pero quiero que se lo tomen con ironía. Me he inventado una clasificación. Hay dos clases de tontos: los categóricos y los ideológicos.

    ¡Viva! el pasadoble que hace alegre la tragedia,¡viva! lo español. Esto nos cantaba Rocío Jurado. Porque para pareja española y de tronío: la tonadillera con el torero.

    Azulenca

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