Silencio urbano nocturno. Demasiada realidad.
At night, alone, I marry the bed. Los durmientes son muy hermosos en su yacente desnudez. Pero en ese nebuloso silencio, los susurros de los de arriba, los Blanton, los aullidos de Nora Cohen abajo, los suspiros de John y Billy a la derecha y el gemido ahogado de los muelles de un lecho rusiente, anónimo y adúltero, a la izquierda, se turnaban y tuteaban en perfecta armonía, interrumpidos ocasionalmente por la difusa imagen de un sueño reiterado y el moroso zumbido de los neumáticos de un utilitario sin rumbo que, una vez más, luchaba contra el ahogo de otro ascético amanecer, atravesando las últimas sombras de la noche. Silbos lunares, caricias veladas, ardientes complicidades. (Dicen que en los periodos de crisis se hace más el amor). Y Stocovick, solo. Dando vueltas en la cama, levantándose y acostándose,
SUSURROS, mirando el reloj, comprobando la hora,
AULLIDO DE GOZO, acostándose y levantándose, comprobando el reloj,
SONORA RESPIRACIÓN de Billy, mirando la hora, orinando una,
ÑAC-ÑAC-ÑAC, orinando dos,
UNA MUJER SUBLIME DESNUDA, UN CABALLO, UNA CALA, orinando hasta tres veces dos míseras gotas prostáticas y claudicando al fin, lejos de tanta realidad, con algo de poesía y un poco de sentimiento sobre el orejero azul al pie de la estéril cama.
Oh, darkness! darkness!, siempre quejándome. Y frente a él, la sublime mujer desnuda sobre hermoso alazán y un aroma lejano a flores silvestres, a violetas y margaritas, a madreselva...
(De El olor de tu pelo entre la niebla
Servando Gotor)
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