Ojitos míos
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Aquellos ojos míos de 1910
no miraban todavía a la Plaza Tiananmen
no vieron las pedradas de Cisjordania y Gaza
y la densa arena de la tormenta del desierto
no les dejó ver el bombardeo de Bagdad.
Aquellos ojos míos de 1910
no estuvieron en Bosnia-Herzegovina
no estuvieron tampoco en Chiapas ni en Chechenia.
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¿Dónde andabais, ojitos míos, mientras nuestros
hermanos se iban a residir a los barrios malos
de la ciudad de los muertos, verdes como
aceitunas ácidas, con la mirada blanca y opaca
de los cadáveres ciegos?
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¿Acaso estabais apreciando los modelitos de
John Galliano y Thierry Mugler, ojitos míos,
ojitos frívolos y despiadados que evitáis mirar
el dolor y la muerte, tan poco agradables
para vuestras dulces y suaves pupilas?
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Ay, ojitos míos, vuestra reprobable actitud
acabará obligándome a sustituiros por los ojazos
de plástico pintarrajeado de las muñecas de famosa,
cuyas pupilas son, al menos, vírgenes e inocentes.
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Rebeca Parcial Parcial
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