martes, 8 de diciembre de 2009

Quinita Fogué: Posos.


Me asomo a la exposición Posos de Quinita Fogué y, con mi profana mirada, lo primero que veo en sus óleos y pigmentos sobre papel es gente. Gente en un entorno urbano bullicioso y agresivo. Unos miran[1] no sabemos el qué o a quién –sin duda a nada o a nadie trascendente- obedientes y como resignados, con las manos atrás. Otros parecen entregarse a aburridos juegos o labores rutinarias[2], algunos incluso nos miran a nosotros[3], al espectador, con curiosidad, como si se asomaran desde la irrealidad del cuadro a nuestra "realidad" con la misma extrañeza que nosotros los miramos a ellos. Y todos, ellos y nosotros reflejados en su asombro, sumidos en el ajetreo y el bullicio de aquella ciudad hormigueante de Baudelaire “llena de sueños, donde el espectro a pleno día atrapa al que pasa” o en esa otra ciudad irreal –seguramente la misma- de T.S. Eliot, “bajo la parda niebla de un mediodía de invierno”.
En estos posos que nos ha dejado Quinita Fogué, en estos posos que la vida le ha ido dejando a ella, el murmullo del silencio daña. Pero es sobre todo el gemido de la soledad el que más duele. Ahora bien, el óleo en el que ese silencio y esa soledad se palpan de manera más explícita (aunque no más intensa) es en el Sin título II (de 2006). Jamás había visto una luna igual. Jamás había visto una noche tan noche ni una soledad tan triste. Y como hay sensaciones imposibles de describir, las que estas pinceladas me suscitan sólo acierto a esbozarlas con unos versos poco conocidos de Faulkner:

Caminó a lo largo de la calle fantasma
e hizo sonar el hueco
pavimento con sus pies.
[4]


La luna es un pájaro
luminoso, en vuelo golpeado contra el cristal
y Pierrot es una falena en
lo oscuro, solo,
una falena cuyas alas, abrasadas por el hielo,
se arrugan
por los bordes como manos sin huesos.
[5]

Curioso. Uno, que siempre se ha acercado a las artes plásticas –como al resto de las artes y al resto de la vida por lo demás, pero especialmente a las artes plásticas- como lo que es, un mero aficionado; uno, que en su forma de asomarse a la vida lo hace más por inducción (el llamado método sintético) que por deducción (el analítico), no por nada sino por sus propias limitaciones cognitivas e intelectivas, yendo por tanto de una “impresión” general de lo que observa al detalle y no a la inversa… uno, con ocasión de realizar esa página web y, en especial, el vídeo sobre Posos de Quinita Fogué, vive la experiencia, ya oída a Santiago Ramón y Cajal[6], de lo importante que es la observación del detalle, recomendando por tanto al científico que dibuje, que dibuje cuanto es objeto de su investigación, porque con el dibujo reparará multitud de detalles que de otro modo se le escaparían. Eso, pero sin dibujar, me ha pasado a mí al hacer la web y el vídeo sobre esta magnífica exposición.

Servando Gotor

__________
[1] Sin título III, 2006
[2] Sin título I y Sin título IV, 2006
[3] Sin título V y Sin título VI, 2006
[4] Interludio. William Faulkner – Obras completas. Aguilar, 2005
[5] El mundo y Pierrot. Nocturno. William Faulkner – Obras completas. Aguilar, 2005
[6] “Reglas y consejos sobre investigación científica. Los tónicos de la voluntad”. Santiago Ramón y Cajal. Colección Austral. Espasa Calpe, Madrid, 1968.

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