martes, 21 de septiembre de 2010

JOSÉ ANTONIO LABORDETA (F.Jiménez Losantos)

El primitivo Grupo de Teruel.
De izquierda a derecha:
Joaquín Carbonell, Fernando Sarrais, José Antonio Labordeta,
Mari Carmen Magallón y Federico Jiménez Losantos.

Hay personas que ocupan un lugar definitivo en tu vida, aunque de eso sólo te das cuenta más tarde. José Antonio Labordeta lo ocupa en la mía de forma definitiva, maravillosa, irrevocable; y ahora que dicen que se ha muerto ha tomado posesión de él de la forma más natural, como cuando llegaba a la casa de mi pueblo y se sentaba a comer jamón, para espanto de mi abuela, porque entre Gonzalo Tena, Fernando Sarrais y él, en una tarde, dejaron a uno para caldo, o sea, en el hueso; y temía su vuelta.

En 1995 me pidió el prólogo para su libro Tierra sin mary al escribirlo me di cuenta de hasta qué punto los cinco años junto a él, de los 15 a los 20, serán siempre una luz en cada túnel. Acababa de cumplir los 15 cuando lo conocí como jefe de Estudios en el Colegio San Pablo y luego como profesor de Historia del Arte, el mejor que he tenido. Desde que con 16 años murió el mío, fue casi un segundo padre, aunque esto es lo que en la vida tardas en comprender. Labordeta y Sanchís Sinisterra ocuparon ese lugar paterno, esencial en el hacerse de la adolescencia, que brinda seguridad y distancia, autoridad y amparo. ¿Cómo agradecer el respirar?

Con Pepe estudié muchísimo: marxismo, psicoanálisis, semiótica, teatro, Kafka, los clásicos españoles... Con Labordeta leí una barbaridad: Rulfo, Cortázar, García Márquez, Donoso, Borges, Fuentes, Proust, Joyce, y, con su hermano Miguel al fondo, poesía, siempre poesía... Míos fueron sus libros: primero, en el Instituto y en su casa de Teruel, donde la maravillosa Juana nos daba café con leche y galletas, porque en el colegio, a saber. Luego, en la de Zaragoza, Camino de las Torres, con biblioteca y cafetería abiertas siempre, como el propio José Antonio, generoso hasta lo indecible.

Este pasado julio comenté en esRadio su último libro -guardo dedicado Las sonatas, el primero- titulado, muy en su estilo, Regular, gracias a Dios. Ahí, con la ayuda de su hija Angela, la novelista de Rapitán, aparece, tropezando con el cáncer, el Labordeta inmejorable. Y recuerda la última obra de teatro en la que me dirigió, En alta mar, de Mrozeck: "Tres náufragos en una balsa perdida juegan a la democracia. Al final, se meriendan al más pequeño, al más pobre, que en esa ocasión interpretaba Jiménez Losantos, con una inocencia que todavía me conmueve".

A mí me conmueve aquello y esto, toda esta vida del morir. José Antonio, conmigo vas, mi corazón te lleva.

F. Jiménez Losantos

Texto y fotografía de El Vivero
Prólogo íntegro de
"Tierra sin mar", aquí.

1 comentario:

  1. No hay duda que J.A Labordeta deja buena memoria. Donde puede suscitar mas controversia es como político, dicho sea de paso rodeado de mendrugos quienes, lo vamos a ver, van a utilizarlo en su beneficio personal.
    Es en esta faceta donde voy a incidir, y no como pensamiento político sino como gesto, como espejo de su ser.
    Ver a Labordeta pasear por la calle, todo cachazudo él, sin prisa, despreocupado; o tomar un café en un bar de barrio lo han visto miles de personas. Iba tal cual digo, tranquilo, a paso siempre lento, como disfrutando de las cosas. ¿Cómo caminan los políticos de hoy?
    Estos días me ha venido a la memoria este pasear de Labordeta y una escena grabada en mi memoria protagonizada por un político local -un auténtico mequetrefe por cierto-
    La escena es la siguiente: servidora que sale de casa al punto de la mañana para ir a trabajar; servidora que ve a este político, como muchos días, salir de su casa a su ¿ocupación?; servidora que observa que el político la mira, va sonriendo -ninguna otra persona alrededor-;servidora que no entiende ná; y servidora que ¡al fin comprende!
    Al político le habían puesto chofer-guardaespaldas, y ¡tenía que mostralo!
    Qué pena me dí ¿merezco que este tipo gestione mis asuntos?
    El blogger conoce esta anédocta pues cuando ocurrió no me resistí a comentarla.
    José Antonio, ¿no podías habernos regalado un poquito mas de tu tiempo y haber enseñando a andar por la vida a estos merluzos?
    Con todo, agradecida por lo que nos diste.
    La Conchaparis

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